Tener el sello de Studio Ghibli es siempre una garantía de calidad. Pero es que La princesa Kaguya es mucho más que una gran película, es una obra de arte en movimiento, con escenas que bien podrían estar en un museo. Su dibujo es una auténtica delicia y la narración es sencilla pero perfecta. Aunque no os engañéis por sus imágenes delicadas, como ya pasaba con El viento se levanta, esta nueva película del estudio japonés no es un producto infantil. Es hermosa y tiene mucho color, pero en el fondo es una historia muy triste y dura.
Son casi dos horas y media de duración a un ritmo pausado, pero si tenéis paciencia sabréis disfrutar de cada uno de sus fotogramas. Ghibli, no cambies nunca.
Lo mejor: es visualmente inmensa.
Lo peor: que la confundan con un producto infantil.