Revista Educación

La princesa que no podía elegir

Por Siempreenmedio @Siempreblog

En un reino que algunos creían que era el mayor de los paraísos, vivía una princesa con su familia, el rey, la reina y sus dos hermanos, a los que la princesa adoraba.

Ella siempre tuvo un perfil bajo para ser de origen noble. Es más, no se parecía en nada a una princesa. Desde pequeña le gustaban los animales y el deporte, que practicaba de forma asidua. Sobre todo la vela, una pasión que compartía con su hermano mayor.

princesa

Una vez terminado sus estudios, diseñados exclusivamente para ella, la princesa se puso a trabajar en una institución que atiende, sobre todo a integrantes de reinos de taifa.

La princesa trabajó hasta que un día conoció al que creía ser su príncipe, que no era de la realeza pero era un hombre listo y un personaje público muy querido y por lo tanto, sus padres aprobaron con buenos ojos el romance y posterior boda. Luego vinieron hijos y más hijos.

Eran felices hasta que un día se conoció una noticia terrible: el marido de la princesa había sido denunciado por negocios turbios, tráfico de influencias y enriquecimiento ilícito, acusaciones muy graves para alguien casado con una princesa.

Enterado de ello, el rey decidió tomar cartas en el asunto y con mucho dolor le sacó a su hija y a su esposo todos los títulos nobiliarios que poseían, les ordenó irse a vivir a otro país y los apartó de los actos protocolarios de la familia real.

Con esta decisión, puso a la princesa, a la que adoraba, en una difícil encrucijada: elegir siendo princesa o continuar junto a su esposo.

Estuvo días y días pensando y analizando cuál era el mejor camino y justo cuando lo había decidido, se conoció la noticia de que el rey, su adorado padre, estaba al tanto de los negocios de su marido, incluso, aquellos que no había aprobado.

La princesa cayó en una profunda depresión, porque los dos hombres más importantes de su vida la habían defraudado, porque podía perder su casa-palacio que con tanto amor había reciclado y porque en cualquier momento, si los habitantes de aquel país conocían lo ocurrido podía dejar de ser una princesa. Sin embargo, sabía que tenía que volver a decidir, sólo que esta vez era más complicado.

La princesa pensó y pensó, mañanas, tardes y noches. Nunca dejó de pensar. Hasta el día de hoy, que nadie conoce su decisión porque colorín colorado….

Este cuento no se ha acabado.


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