Revista Diario

La princesa sonriente

Por Bergeronnette @martikasprez
La princesa sonrienteEva estaba sobre la alfombra de la habitación, tratando de encajar las piezas de un puzzle de quinientas piezas, mientras su hermano Juan, intentaba comprender aquella multiplicación tan complicada de tres cifras. Se quedó mirando el último rayo de sol que entraba por su ventana, y que, curiosamente, iluminaba la cara de su hermana.Le gustaba ver como sonreía, y ponía la lengua entre los labios, en actitud pensativa. Cada vez que Eva encajaba una pieza del puzzle, sonreía y le decía a Juan que mirara.Así era imposible concentrarse, además, tenía en mente la historia que le había prometido a Eva.
-“Eva, quieres que te cuente la historia de la princesa sonriente?”-“Sí, sí, sí.”
Eva se levantó del suelo, le dio un enorme abrazo de elefante a su hermano, y se sentó sobre la cama, esperando a que Juan comenzara a narrarle el cuento.
Juan se levantó, abrió un poco la ventana, y cogiendo la caja del puzzle entre sus manos, comenzó.
Había una vez una princesa llamada Eva, que siempre sonreía. Desde que se levantaba por las mañanas, cuando abría los grandes cortinajes de terciopelo rojo, y dejaba pasar la luz del sol, hasta que se acostaba, acompañada de su padre, que siempre, todas las noches, le daba un beso en la nariz.
-“Hala! Cómo haces tú conmigo.”-“Sí.”
Eva era una princesa curiosa y pecosilla, le encantaba llevar dos coletas, y siempre que le dejaban, le gustaba acercarse al río, a charlar con las ranas, y los búhos. Le gustaba ir acompañada de su hermano mayor, -porque ella todavía era muy pequeña para salir sola a la calle-, ya que él siempre le contaba cuentos. Y Eva siempre reía y reía.
Los días que iba acompañada de sus damas de compañía, también se divertía, claro, pero ellas no le contaban cuentos, se sentaban refunfuñando encima de algún tronco, y le decían a Eva:
-“Tenga cuidado al acercarse al río, no se vaya a caer.”-“No toque esas frutas, que pueden ser venenosas.”-“No hable con los animales, que no la entienden.”
Eran tan aburridas y repipis... Pero Eva siempre les sonreía, y les decía que no se preocuparan, que ella ya era mayor.
La historia más divertida de la princesa sonriente, ocurrió uno de los días en que iba acompañada por su hermano.Una ranita se les acercó saltando, “crrroooooaaaaaaccc, crrroooooaaaaaaccc, eres la princesa sonriente? Crrroooooaaaaaaccc.”Eva le contestó que sí, mirando extrañada, ora a la rana, ora a su hermano. La rana le comentó que necesitaba su ayuda, que venía de un pueblecito, donde la gente no sabía sonreír, y que le gustaría que ella les enseñase a sonreír. Eva dijo que,
-“Vale!, pero mi hermano también viene.-“Crrroooooaaaaaaccc, sí, crrroooooaaaaaaccc.
Y allí, que se fueron la rana, Eva, y su hermano, dando saltitos, y botes, y brincos, y piruetas, hasta que llegaron al pueblo de las personas serias.
Era un lugar triste, oscuro, no había sol que calentara la tierra, ni árboles para cobijar a los animales. La gente era muy amable, pero, tal y como había dicho la rana, no sonreían.
-“Y que hicieron, Juan?”-“Ssshhh, ahora lo sabrás.”
La princesa Eva le dijo a la rana, que quería hablar con el rey de aquel pueblo, que le tenía que contar un secreto, para que así, todos aprendieran a sonreír. La rana los acercó al palacio, y tras desearles suerte, se fue saltando, mientras repetía:-“Crrroooooaaaaaaccc, suerte, crrroooooaaaaaaccc.
Eva y Juan estaba subiendo la enorme escalinata, cuando se encontraron a una señora subida a un caracol, y con cara de muy pocos amigos.
-“Seguidme, niños. Os llevaré ante el rey.”
Dos caracoles que les estaban esperando, dejaron que los niños se subieran a ellos, y despacito, despacito, llegaron a una gran sala.
El rey era un señor muy delgado, muy delgado y muy alto, muy alto. Era tan alto, que su cabeza casi tocaba el techo. Eva no pudo resistirse, y se echó a reír. Le hacía mucha gracia aquel sitio. No podía imaginar el porqué estaban todos tan tristes, si había mil cosas por las que reírse, así que sin ninguna timidez, se acercó al rey, y le susurró algo al oído.
El rey se quedó pensativo mirando a la niña. Y tras unos minutos, sus labios comenzaron a temblar, moviéndose de arriba abajo, y estirándose. El rey estaba aprendiendo a sonreír! Poco a poco, sus mandíbulas comenzaron a flojear, y ya no sólo tenía una gran sonrisa en su rostro, sino que también reía!! Y no veas que risa más fuerte tenía, creo que hasta fue capaz de despertar a toda la gente que aún dormía en sus casas.
El rey reía y reía sin parar. Los cortesanos, -esos que tienen una peluca blanca en las películas-, estaban extrañadísimos, pero poco a poco, también comenzaron a tener los mismos síntomas que el rey. Comenzaron a sonreír.
Eva dijo que su aventura había terminado, y le dijo a los caracoles que la llevaran junto a su hermano al río.
Juan y Eva subieron a los caracoles, y...
-“Pero Juan, no me vas a decir que le dije al rey?”-“No lo sabes tú?”-“Tonto.”
Subimos a los caracoles, y entonces, yo te pregunté que le habías dicho al rey, para que se riera así. Y me contestaste que...
-“Imagínate delante del espejo, saca la lengua, haz muecas, y habla con el reflejo. Verás que divertido es.”
Y así, termina la historia de la princesa sonriente, que guardaba un secreto para sonreír, y que ahora, lo ha compartido con todos vosotros.

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