«¡Qué mala suerte la mía!», piensa mientras va camino de su cita. A su jefe no se le ha ocurrido nada mejor que enviarla a hacer una entrevista a una actriz, si es que se le puede denominar así. Podría haber enviado a Enrique, que hubiera estado encantado de encontrarse en la misma habitación que semejante mujer; pero no, tenía que mandarla a ella. Sus padres, orgullosos, guardan todo lo que publica. ¿Cómo va a evitar que lean su nombre firmando el reportaje? ¿Qué va a decirles cuando lo vean?.
Esther solo puede pensar en su reputación. Es una «niña bien» que no necesita trabajar para vivir, pero desde pequeña quiso ser periodista y no paró hasta conseguirlo. Estudió en un colegio privado de monjas hasta que tuvo que ir a la universidad. Hizo la carrera en un centro privado en otra ciudad, así que sus padres alquilaron un apartamento para ella sola, en el que no supo disfrutar de su libertad de manera equilibrada.
Terminó la carrera, aunque sus años universitarios fueron una sucesión de excesos en todos los sentidos: mucho alcohol, mucha juerga y mucho sexo. Sobre todo, mucho sexo. Fue esto último lo que más le marcó y lo que aún conserva de aquellos años. Si alguien supiera lo que había vivido de la mano de su profesor de «Teoría de la Información» y lo que le había enseñado a hacer, ¡se escandalizaría!.
Llega temprano y se queda un rato en el coche, respirando hondo. Está nerviosa, le importa demasiado el «qué dirán» y no se siente cómoda con el encargo. ¿Una periodista seria como ella cubriendo una vulgar película porno?. Busca sus notas, mientras intenta idear una manera de salir airosa de la situación. Sale del coche decidida a hacer una entrevista lo más elegante posible y marcharse de allí enseguida. Entra en el estudio titubeando.
Sasha Lust es la actriz porno del momento. Cuando Esther llega aún no han terminado de grabar una escena con la que llevan ya un par de tomas falsas y Esther se queda mirando desde detrás de las cámaras. Le excita mirar, a pesar de que lo que está viendo no se parece en nada a las películas porno que suele ver, acompañada de alguno de sus amantes.
‒No parecen estar disfrutando –dice en voz baja al hombre elegantemente vestido que tiene a su lado, que debe ser el productor.
‒Esto es un trabajo. No todos disfrutan, necesariamente, aunque algunos sí lo hacemos ‒dice él, con una sonrisa canalla que le hace sonrojar.
No continúan la conversación porque en ese preciso momento termina el rodaje. El hombre que estaba a su lado toma una bata blanca y se la pone en los hombros a Sasha. Le dice algo al oído y le señala. Se acercan a donde se encuentran y hacen las presentaciones.
–Disculpa que no me presentara hace un momento, soy Javier, actor, director y productor –le dice mientras extiende su mano cortésmente.
–Esther –responde, estrechando su mano con energía –, vengo por la entrevista para la revista.
–Encantado, lo sé. Te presento a Sasha. Ahora tengo que dejaros, vamos a rodar en exteriores la escena final del protagonista. Podéis utilizar mi despacho o el camerino. Lo que prefiráis. Si necesitáis algo más, llamadme.
Se nota en su forma de dirigirse a ellas que está a acostumbrado a mandar. Mientras se aleja a grandes zancadas, Sasha le hace un guiño.
–Es guapo, ¿verdad?
–Sí, es muy atractivo -confiesa Esther, un tanto azorada y sonrojándose de nuevo.
–Le conocí hace dos años, cuando estaba terminando la carrera. También da clases en la Universidad.
–¿En serio? –no puede evitar exclamar, recordando a su profesor.
–Totalmente en serio. Enseña “Historia del cine”.
–Pero, ¿esto no le supone ningún problema en la universidad?.
–En absoluto, le respetan mucho aunque se dedique al mundo del porno. Y sus alumnas, ¡le adoran! –ríe graciosamente–. No todas las universitarias tienen la suerte de tener un profesor con veintitrés centímetros. Te asombrarías de la cantidad de insinuaciones que recibe. Yo también lo hice cuando fui su alumna, pero lo nuestro es distinto. Nos enamoramos y estamos casados desde hace un año.
Esther no da crédito a lo que acaba de escuchar. Ella pensaba que el amor no tenía cabida en el mundo del porno, pero se equivocaba, al parecer. Sonríe tímidamentea al percatarse de que Sasha ha adivinado lo que estaba pensando.
–Sí, las actrices porno también nos enamoramos. Yo empecé en esto por amor, de hecho. Javier me deslumbró, de tal forma, que todo su mundo se convirtió en el mío de manera natural. Ambos disfrutamos trabajando juntos y eso evita malos rollos entre nosotros, además. Nos gusta que nos miren –le confiesa bajando la voz, en tono de confidencia y con mirada pícara–. Para mí, es un trabajo con el que me siento cómoda y que me permite llevar la vida que quiero y compartirla con el hombre que amo.
El brillo en la mirada de Sacha le delata: está irremediablemente enamorada, lo notaría cualquiera. En ese momento, Esther se da cuenta de que las preguntas que ha preparado, guiada por sus prejuicios, no van a servirle para nada, así que decide improvisar y dejar que la conversación fluya. «Ya le daré forma de entrevista cuando llegue a la redacción».
–¿Te gustaría tener hijos? ¿Es compatible con tu profesión?.
–En principio, no es incompatible, pero lo cierto es que sí nos gustaría formar una familia y hemos decidido que ambos nos retiraremos en cuanto me quede embarazada. Este negocio es bastante lucrativo y hemos pensado en el futuro –sonríe ilusionada. –Además, Javier tiene plaza fija en la Universidad y yo estoy escribiendo mi primer libro.
Está claro que esos planes de futuro son inminentes y Esther continúa la entrevista centrándose en esa parte, más íntima y tierna, dejando en segundo plano lo sexual.
A medida que la conversación se desarrolla se va sorprendiendo, cada vez más, de la inteligencia e integridad de aquella actriz. No podía imaginar que alguien que se dedica al porno tuviera ese nivel intelectual y esa honestidad.
Una vez que ambas se quedan satisfechas y dan por terminada la entrevista, Esther se despide con un abrazo afectuoso, más de lo que hubiera imaginado hace apenas un par de horas. Cuando se separa de ella, para coger su abrigo, Sasha la detiene y le susurra:
–Esta será mi última película. Nadie lo sabe aún, pero estoy embarazada –ambas sonríen, mirándose a los ojos, con complicidad. Le ha dado una exclusiva, pero ambas saben que tal información no será publicada y quedará entre ellas hasta que Sasha y Javier decidan hacerla oficial.
A la salida se encuentra con el rodaje de exteriores en el que Javier actúa como protagonista. Acaba de aparcar una imponente Honda, se baja y sin soltar el casco se dirige corriendo hacia la entrada. Desconoce el argumento, pero le imagina buscando desesperadamente a la mujer que ama, su delicada princesa, su compañera, su amiga, la madre de sus hijos, su actriz porno en la cama. Recuerda a Raúl, su profesor. Si se hubiera dedicado al porno, quizá ella sería la actriz porno y seguramente disfrutaría más que nadie en las escenas. Al fin y al cabo ella se acuesta con tantos hombres como Sasha y, aunque nadie lo sabe, no hay escena sexual que se le resista.
«Esta entrevista no se parece, en absoluto, a lo que esperan en la redacción», piensa, mientras conduce de vuelta. Un reportaje sobre una popular actriz porno transformado en historia de amor. Para ella, es mucho mejor. Ha descubierto que la deseada Sasha Lust no es sólo una actriz porno, al igual que ella, es una insaciable princesa.
Visita los perfiles de @CosasDeGabri y de @mujer_aracnida