(PRIMERA PARTE)
La muchedumbre obedeció sin rechistar pese a que no estaban acostumbrados a recibir órdenes de nadie. El reino funcionaba perfectamente y la pequeña princesita estaba más preocupada de sus largas jornadas de sueño que de legislar, aunque cuando había algún asunto que urgiese su presencia ella llegaba siempre cinco minutos antes de lo previsto. Era una buena princesa. Quería a sus súbditos y ellos la querían también.
Gracias a las palabras de la mujer todos los ciudadanos volvieron corriendo a sus casas con la orden de buscar si quedaba algo de cacao en sus hogares. Algo que tenía que quedar. No era un reino grande, pero siempre había sido próspero en aquel grano.
Nada. El nuevo comité se había fijado para las nueve de la mañana del día siguiente. Esta vez no hubo tiempo para bullicios. La mujer tomó rápidamente la posición central y preguntó a todos los presentes si había habido suerte en la búsqueda. No. El Colacao había desaparecido de todo el reino.
El plan B se puso rápidamente en juego y quince barcos dejaron sus tierras en busca de la aventura del cacao. No iba a ser una solución rápida, pero quizás en el resto del mundo no se sucedían las mismas penurias que ellos estaban sufriendo en sus propias pieles.
Pasaron dos, tres, cuatro… quizá cinco meses y todos ellos regresaron. Las caras de los marineros eran tan expresivas que no hacía falta preguntar. La tristeza y el cansancio provocado por las largas jornadas en alta mar se mezclaban en sus rostros. Tampoco había habido suerte. En el pueblo ya no sabían que hacer.
Los rumores no hacían más que confirmar lo que todos pensaban. La falta de Colacao había provocado una falta de sonrisas en la princesa. Había pasado los últimos cinco meses sin esbozar una, y ese desasosiego se estaba contagiando a sus súbditos. El pan del panadera parecía falto de amor, el herrero gritaba cientos de veces al día al golpearse con el martillo, y los animales del granjero cada vez daban menos alimento. La situación parecía pronta al fin.
@CarBel1994