En nuestra España del siglo XXI, todavía, no nos hemos quitado los ácaros del nacionalcatolicismo. Dos manifestaciones feministas, tituladas ‘Procesión del santísimo coño insumiso’ y del ‘santo entierro de los derechos socio-laborales’, desfilaron en Sevilla, en abril y mayo de 2014, para reivindicar la igualdad de derechos salariales.
El escándalo entre los grupos de cristianos integristas fue mayúsculo, hasta el punto de que una asociación de abogados de este cariz ha conseguido que una juez impute a tres organizadoras y a dos sindicalistas de CGT. La radical asociación demanda que se les condene por delitos contra los sentimientos religiosos y de provocación a la discriminación, al odio y a la violencia por motivos referidos a la religión o creencias. Podía caerles hasta tres años de cárcel a cada uno, multas aparte.
En el lado opuesto, la conocida organización religiosa Redes Cristianas publica en su web un manifiesto firmado por colectivos católicos, condenando que la justicia haya admitido a trámite tal denuncia y rechazando que determinados grupos integristas pretendan adueñarse de símbolos y decidir lo que está permitido, o no. “Denunciamos el peligroso camino que se iniciaría si se condenara a alguien por algo tan inmensurable y evanescente como ofender los sentimientos religiosos”, dicen, en clara defensa de la libertad de expresión y de pensamiento.
Antaño condenamos el atroz atentado contra Charlie Hebdo causado por la intolerancia del islamismo radical contra la libertad de expresión, y ahora…, una vulva gigante, tipo falla valenciana, ha vuelto a despertar las iras religiosas contra la entrepierna de las mujeres. Ese rincón que a tantos desnaturalizados trae de cabeza. Ese lugar creador de vida y de placer que tanto sueño quita a quienes se niegan a admitir que, como dijo Freud, somos sexo.
Y ¿por qué siempre el sotanillo es un problema? El coño de la Bernarda fue convertido en reliquiadescarga (1) por la propia Iglesia. En Japón se celebra cada año el Kanamara Matsuri, festival fálico-turístico que pide a la divinidad prosperidad y protección para el clan. Inmensos penes salen en procesión reproduciendo una rogativa ancestral que las prostitutas hacían para evitar los contagios venéreos y tener productivo negocio.
A qué viene tanta bulla. Por qué la justicia entra en un debate tan absurdo.
A vuela pluma de Elisa Docio, ahora también en "Curiosón", @2015