Lo queramos o no, los esquemas sociales guían, para bien o para mal, las relaciones sociales con nuestro entorno. Un ejemplo claro de ello son las llamadas "profecías autocumplidas" o "efecto Pigmalión".
Se trata de esquemas que creamos acerca de otras personas que generan una expectativa sobre como son o van a actuar estas personas. Como nos comportamos ante estas personas propicia que nuestras expectativas se cumplan.
Según el Teorema de Thomas, "si una situación es definida como real, esa situación tiene efectos reales". Un grupo tiene capacidad para convertir en reales situaciones sociales que se suponen como tales, al adecuar su conducta a esa situación.
El efecto pigmalión tiene su origen en un mito griego, en el que un escultor llamado Pigmalión (Πυγμαλίων en griego antiguo) se enamoró de una de sus creaciones: Galatea. A tal punto llegó su pasión por la escultura que la trataba como si fuera una mujer real, como si estuviera viva. El mito continúa cuando la escultura cobra vida después de un sueño de Pigmalión, por obra de Afrodita al ver el amor que éste sentía por la estatua, que representaba a la mujer de sus sueños. (Extracto de Wikipedia).
Se puede decir otra vez, que somos lo que los demás esperan que seamos. Un sociólogo llamado Merton, en 1948, aplicó este concepto al ámbito sociológico, aportando así ideas que podría explicar parte de la crisis económica actual. Este autor dice que el miedo a una quiebra bancaria, en un inicio sin fundamento, lleva a que los ciudadanos retiren sus depósitos de dicho banco por lo que, efectivamente, lo llevan a la quiebra.
Un ejemplo de profecía de autocumplida: Pigmalión en el aula.
Se procedió a realizar un test de inteligencia a los alumnos de un colegio. Posteriormente se comunicó a los profesores que un 20% de esos alumnos tendría un importante incremento de su nivel académico a lo largo del curso. Se informó de los nombres de esos alumnos.
Al final del año se comprobó que, efectivamente, los alumnos que formaban parte de ese 20% habían aumentado razonablemente sus notas.
Hasta aquí todo bien...
Pero, lo cierto es que estos profesores cayeron en la trampa de su propia expectativa. Los alumnos que formaban parte de ese 20% se eligieron al azar, sin tener en cuenta los resultados de los test de inteligencia. Los profesores comenzaron a tratarlos, inconscientemente, de forma diferente, creyendo falsamente que eran más inteligentes y los alumnos comenzaron a obtener mejores resultados.