Y digo tan real como la vida no porque la película nos muestre una realización realista sobre un aula de un colegio francés, como sí se percibe en la genial ‘Hoy empieza todo’ por ejemplo. Digo tan real por varios motivos: la película está basada en hechos reales, así queda de manifiesto en los créditos iniciales. A partir de aquí también es muy realista en el fondo, pues ‘La profesora de historia’ da cuenta de la hipocresía sobre la que se cimientan temas tales como el holocausto, hilo conductor en el film.

No obstante, estas líneas no dejan de ser mi opinión e intentaré no caer en una discusión conmigo mismo sobre qué es la historia y todo lo que debería englobar para entenderse bien. Cinematográficamente hablando, la película recuerda, como no podía ser de otra manera, a las películas típicas del género: desde ‘Mentes peligrosas’ a ‘Rebelión en las aulas’, pasando por ‘Sister act 2′. No voy a enumerar los tópicos… ya sabéis, aula con alumnos conflictivos, problemas con el mundo que rodea al adolescente medio, profesora estupenda…
Pero si nos fijamos un poco, ‘La profesora de historia’ sigue por la senda del mundo de hoy cuando se trata de hablar de la Historia. Y es una pena, porque durante el metraje se perciben momentos que si resultan interesantes o habrían resultado así de haber optado por enfrentar un tema como el Holocausto, de sobra conocido, con la realidad europea en la actualidad y problemas de entonces que parecen resurgir en nuestros días.
Sin embargo, todo queda en agua de borrajas… unas leves pinceladas para dar cuenta de como el racismo y la discriminación cultural o religiosa están a la orden del día sin que se las mire de frente; cuestiones que en el pasado derivaron en episodios tan lamentables como el genocidio de millones de personas. En vez de eso, se prefiere optar por la moralina aguada de ver durante cien minutos como unos chavales toman conciencia de ello, que está muy bien… pero no nos engañemos más. La profesora de historia podría haber dado algunas horas extras para ahondar en nuestro presente. A fin de cuentas, comprender nuestro pasado debe servir para dar frutos en el presente.
