Revista Cultura y Ocio
"En cuanto la caja metálica pronuncia su nombre, Amor sabe que ha ocurrido. Lleva todo el día tensa y migrañosa, casi como si hubiese recibido en sueños una advertencia que ahora no recuerda. Una señal o una imagen apenas debajo de la superficie. Los problemas, en el fondo. Fuego subterráneo. Cuando pronuncian las palabras en voz alta no se las cree. Cierra los ojos y niega con la cabeza. No, no. No puede ser verdad lo que su tía acaba de contarle. Nadie ha muerto. Es una palabra, nada más. Observa la palabra depositada sobre el escritorio como un insecto patas arriba, sin explicación".
Sé perfectamente que no se debe de comprar un libro por su cubierta pero, a fin de cuentas, nadie dijo que no se debiera de comprar. Y, ¿habéis visto la mirada de ese niño? Pues por eso hoy traigo a mi estantería virtual, La promesa.
Y ahora, vamos a conocer a los Swart, una familia blanca Sudafricana durante el apartheid. Que así, como comienzo sobre lo que trata la novela, ya es interesante. Pero avancemos: la novela comienza con la muerte por cáncer de Rachel, una mujer que vive con sus tres hijos a las afueras de Pretoria. Antes de morir Rachel le hace prometer a su marido, Manie, que le dará a la criada Salomé las escrituras del anexo a la casa en el que vive. Y esta promesa es oída por Amor, su hija pequeña. Y ahora Rachel a muerto, a Manie parece importarle poco la promesa que hizo y Amor se convierte en un sonido molesto para toda la familia cada vez que recuerda la promesa que se hizo a su madre. Y creedme que lo hará.
A partir de a promesa se desarrolla esta novela dividida en cuatro partes con un título revelador cuyo significado el lector no tarda en descubrir, más o menos en la segunda parte uno ya lo tiene claro. Desarrolla así la vida de los miembros de esta familia que puede considerarse todo menos afortunada. Desde una hermana infeliz y ambiciosa hasta otro que vive a la sombra de un delito y se cuenta todo al lector de una forma casi fragmentada, variable y utilizando un narrador que parece interpelar al lector para que no proteste por las formas o directamente porque mantiene una actitud que es necesario señalar. Y, evidentemente, el lector no puede defenderse de las puyas, solo puede sonreír cuando nota que los protagonistas tampoco están a salvo del narrador. Aún así, la novela trata de mucho más que de los Swart, la novela trata de Sudáfrica y el cambio radical que vive el país en poco tiempo, así que cada parte de la novela no solo mira hacia un personaje, también refleja una época distinta e importante del país, dejando de este modo un completo y complejo retrato que queda marcado por Mandela o Zuma y que tiene personajes secundarios de lo más pintoresco pero que ya no os voy a citar para que os resten sorpresas si es que os decidís a leerlo. Galgut concibe la novela como una suerte de representación teatral en la que nada es azar y la forma de contar las cosas choca con la dureza de muchos momentos, dando como resultado un contraste sobrecogedor que, a mi, me ha pillado por sorpresa en más de una ocasión. Tened en cuenta que de algún modo hasta este momento había hablado de la historia con una cierta ligereza pero ahora os voy a preguntar si realmente cree alguien que Sudráfrica ha vivido una historia reciente tranquila y bonita. No, ¿verdad? Pues el autor ha encontrado la forma de relatarlo para que no se parezca a otros libros, para dar una voz única que se ha alzado merecidamente (a mi entender) con el último Booker Prize. Tampoco os voy a desvelar si finalmente Amor cumple la promesa que se hiciera a su madre, entre otras cosas porque, como diría el narrador, no os importa demasiado y es que, en esta novela, lo importante es todo lo demás. Nadie está libre de alguna culpa.
La promesa es un libro que merece la pena por lo que cuenta, por cómo lo cuenta, por la voz, la prosa y por tantos otros motivos que el lector va descubriendo a medida que avanza en su lectura.
Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?
Gracias.