Revista Cultura y Ocio
Kamil Modrácek es un prestigioso arquitecto, constantemente acosado por la policía, interrogado por el inspector Laska y diseñador de grandes y horteras edificios para los mandamases comunistas que se ve obligado a investigar la muerte de su hermana a manos de la policía secreta, es por ello que jura venganza.
En la ciudad de Brno de los años cincuenta el miedo impera en las calles por el terror estalinista. Bajo sus calles se encuentran un gran laberinto de túneles, un día Kamil descubre una bóveda en los subterráneos del edificio en el que vive, es allí donde lleva a cabo su plan para vengar la muerte de su hermana con la ayuda de una gran jaula dorada para osos. Todo ello tendrá unas consecuencias inesperadas para aquellos que, de alguna forma, se relacionan con Kamil.
Jiří Kratochvil nos introduce en una novela trepidante, con un humor oscuro y una atrayente trama repleta de personajes. Al leer libro nos adentramos en la ciudad de Brno para descubrir los extravagantes edificios que construyó su protagonista, una urbe que se encuentra en un estado de oscuridad y temor constante por llegar vivo al día siguiente y tratar de que nadie escuchen su opinión su situación de la dominación comunista. La trama tiene desde diferentes puntos de vista sobre el mismo suceso, incluido la historia que narra su protagonista, hasta pequeños enigmas o acertijos que desafían al lector, todo ello convierte a esta novela en una novela coral, no solo por la variedad de personajes sino porque también descubrimos lo que piensan sobre sus actos aportando profundidad a todos ellos. También se mezcla a lo largo de la realidad y la ficción, superponiéndose continuamente e incluso, en uno de los capítulos, tratan de encontrar que va antes. En definitiva, un libro cargado de grandes reflexiones que además, pese a la dureza de las situaciones, la ironía va paralela a todas ellas, además sus tramas y subtramas se entremezclan en un pequeño laberinto de historias que dan lugar a un final apasionante a la vez que emotivo.
Recomendado para aquellos que quieran leer una novela diferente, única y de gran calidad y suspense, totalmente original. También para aquellos que desconocen la literatura checa, Kratochvil es un referente a seguir. Y por último para aquellos que quieran descubrir una novela policiaca poco común y compleja, y a la vez con un humor negro que crítica el modo de vida que estaban obligados en aquellos años de sumisión y paranoia.
Extractos:
Los oí a mis espaldas. Protestaban porque no había ascensor y tenían que arrastrase por las escaleras. Cuando metí la llave en la cerradura me alcanzaron, me volví y allí estaban, de espaldas a mí, llamando al timbre del piso de enfrente. Llamaron donde los Kratochvil. Tienen una ventana que da al pasillo y detrás, igual que en mi piso, un pequeño cuarto para el servicio. Se abrió la cortina y el padre de la señora Kratochvilová abrió una hoja de la ventana y preguntó que deseaban. Una inspección en casa de los Kratochvil, dijo uno de ellos en voz alta, como si me lo estuviera diciendo a mí también. Se los reconoce siempre por estas exhibiciones de arrogancia. Por una especie de rebeldía me quedé allí un rato con la puerta abierta, pero cuando uno de ellos se volvió y me miró, la rebeldía se me pasó enseguida y entré en casa, aunque cuando cerraba ya la puerta aún pude escuchar cómo se abría la puerta de enfrente. Eran las dos de la tarde, la señora Kratochvil estaba seguramente aún en el trabajo. Me percaté de que no veía a su marido desde hacía mucho, pero mucho tiempo. Vive allí con sus dos hijos y con sus padres, que son ya ancianos. También hace poco me di cuenta de que está embarazada. Me senté en la entrada y me estaba quitando los zapatos cuando de nuevo escuché movimiento en la puerta de enfrente. Fui descalzo hasta la mirilla y allí estaba uno de los hijos, un chico de unos diez años con una gran jarra de cristal. Cerró la puerta y corrió escaleras abajo. Me fui hacia la ventana que da a la calle y al rato vi al chico correr hasta la acera de enfrente y entrar al restaurante U Cajplů. Lo primero que se me ocurrió fue que los policías lo habían mandado a por cerveza. Si estaban haciendo una cuidadosa inspección en casa de los Kratochvil, seguro que estaban rebuscando en la gran librería —Kratochvil, por lo que sé, es maestro— y luego levantando los colchones y buscando en viejas maletas bajo los armarios, y es posible que hasta bajo las camas, y estarían tragando polvo y necesitarían enjuagarlo. Pero luego me di cuenta de que estando de servicio no deberían beber, que por eso eran dos, para vigilarse mutuamente y poder así delatarse. Así que seguramente dejaron que el abuelo mandara al chico a alguna parte para que fuera testigo de cómo saqueaban el nido familiar. Tal vez incluso los más desconsiderados y duro policías son deferentes con los niños, aunque sean hijos de las clases enemigas. Pero entonces ya me había percatado de alguien que estaba abajo, delante del portal, porque avanzó hasta el borde de la acera y se hacía señas con el segureta que se asomaba a la ventana de los Kratochvil. El segureta de arriba le explicaba al de abajo que tenía que vigilar al chico de la jarra de cristal que iba al restaurante U Cajplů, que tenía que cuidar de que no hablara con ninguna persona ni le diera nada a nadie.
¿Cómo dices?, preguntó Dan. Repítemelo otra vez, por favor. Que ayer por la noche tuve un sueño, y que en él te llamaba por teléfono. Bueno, bien. ¿Y podrías decirme a qué hora me llamaste? Radek a punto estuvo a punto de asustares. ¿Qué pasa?¿Es que ha ocurrido algo? No, una tontería. Perdona. Da lo mismo a qué hora soñaste aquello. Y por cierto, no tengo teléfono. Hombre, no me acuerdo exactamente de a qué hora fue pero podría haber sido como a las siete y media, diez minutos arriba o bajo. ¿Y ahora me dejas continuar? ¿Y quién te lo impide? ¡Sigue! Dan Kočí miró lo que había traído el camarero, después alargó la mano y, para gran sorpresa de Radek Stolař, introdujo un dedo en la nata del café vienés para luego llevárselo pensativamente a la boca. Después se recuperó, se chupó el dedo y se lo limpió con la servilleta. Y Radek comprendió que durante un instante Dan había estado en otra parte. Y cuando regresó, dobló cuidadosamente la servilleta de papel, la puso en el cenicero, bufó y dijo: Me llamaste. Bueno, y ¿por qué me llamaste en ese sueño tuyo? Da igual, porque no lo cogiste. ¡No podía, ya te he dicho que no tengo telefono! Claro. Y yo solo te llamé en sueños. Pero era por una razón muy concreta. Quería preguntarte si aún te encargas de tus antiguos trabajillos. ¿De verdad? Bueno, pues ahora que estoy despierto te lo pregunto: ¿aún te encargas de tus antiguos trabajillos? Ay, pero ya ves en lo que trabajo ahora. Si necesitaras algo para la comida del domingo, o un hueso para el perro… Pero, joder, ya sabes quién tiene ahora el monopolio de las investigaciones sobre homicidios. ¿O es que no lo sabes? Para eso tendría que ir a los seguretas, y espero no tener que llegar a eso. Creo que no me has entendido. No se trata de homicidios ni de asesinatos. Tu especialidad era otra, ¿no? Dan empezó a tener algo más de interés, evidentemente. Miró en silencio a Radek. Después negó con la cabeza. Pero si eso también lo tuve que dejar. Todos los autónomos esta ahora, como lo diría, legalizados. Se terminó el café, se quemó la lengua e hizo una mueca. Está bien, acepto. Pero te va a costa algo, porque eso lleva gasto asociados, y además me tendré que tomar días libres. Pero para discutir los pormenores mejor sería que lo hicieran fuera de la cafetería. De hecho, ambos comprendieron que aquel no era el ambiente más adecuado para tales menesteres, sobre todo porque no dejaban de sentir todo el tiempo la mirada fija del caballo de madera con ruedas, que más bien parecía que fuera el hijo de Radek.
Editorial: Impedimenta Autor: Jiří Kratochvil
Páginas: 320
Precio:21,95 euros