Como corredoras debemos contemplar todos los aspectos que nos ayuden a mejorar día a día y sobre todo a prevenir lesiones en el “arte de correr” (#elartedecorrer). Dentro de los contenidos de nuestras sesiones no debemos olvidarnos del entrenamiento propioceptivo. Podemos definir la propiocepción como la capacidad que tenemos de saber dónde está situada una parte de nuestro cuerpo en el espacio. ¿Parece complicado? Los propioceptores podemos definirlos de manera sencilla como cualquier receptor sensorial o terminación nerviosa que da sensibilidad interna o propioceptiva del cuerpo. Los propioceptores están localizados en los músculos, articulaciones, tendones y en el aparato vestibular. A través de ellos tenemos sensaciones de su posición, de movimiento y de los órganos internos, a nivel muscular que nos ayudan a mejorar y controlar nuestro equilibrio. Cuando sufrimos una lesión, se ven dañados y su función se ve deteriorada tal es el caso de los esguinces en ligamentos. Hecho que puede ocurrir con mayor frecuencia cuando la superficie por donde corremos es irregular: calle, parque, bosque etc. En esta época del año nos encontramos con un reto doble no sólo correr por terrenos irregulares sino bajo condiciones deslizantes ocasionadas por el mal tiempo, sin lugar a dudas se incrementa la importancia de estos sensores. El programa de readaptación propioceptiva es parte habitual del plan de tratamiento cuando sufrimos un esguince pero debería ser parte de nuestro programa como corredoras. No olvidemos que tenemos una mayor laxitud articular y necesitamos mayores tiempos para detectar cambios de posición (peor propiocepción) aunque tengamos mayor capacidad de mantener un apoyo monopodal. Las deportistas en general al tener una sensibilidad propioceptiva más precaria podemos sufrir un fallo en la capacidad refleja de protección articular o podemos incluso ser incapaces de generar con suficiente tensión y rapidez la activación como para absorber las fuerzas articulares y proteger los ligamentos.
Por ello es importante diseñar programas que aporten el tiempo de recuperación necesario en función del trabajo realizado. Hecho de gran relevancia si pensamos en el alto número de lesiones óseas por estrés, claro ejemplo de lesiones por fatiga. Para comprobar la funcionalidad de nuestros propioceptores os animo simplemente a colocaros de pie y retar vuestra estabilidad intentando mantener el equilibrio sobre un solo pie con los ojos cerrados. Si tienes que colocar inmediatamente tu pie en el suelo o buscar un punto de apoyo con las manos para evitar la caída, es un indicativo de que tus propioceptores no funcionan correctamente. Por este motivo es clave incorporar un programa de ejercicios propioceptivos que los podemos incorporar a los ejercicios para la mejora de nuestro Core. En actualizaciones posteriores desvelaremos cuales son los ejercicios más eficaces para mejorar, ¡la propiocepción de una corredora!
Os dejo un avance…
Por Noemí Martínez – Experta en entrenamiento y readaptación al esfuerzo para EDC.