Nuestros sindicatos despiertan del letargo invernal, letargo de unos siete años aproximadamente, para seguir con las tibias medidas que adoptan frente a un gobierno que los nutre y sostiene en el bienestar perpetuo. Ahora le toca el turno a los convenios; esa suerte de garantías para los trabajadores improductivos, siempre apoyados por la organización de turno. Que nadie interprete eso como un atentado contra los derechos de nadie, al contrario. Es necesaria una legislación que garantice un salario mínimo interprofesional digno y superior al actual, que defienda la necesaria cotización de todos los empleados ajustada a la realidad, y no como sucede en muchos casos, pero también es imprescindible una flexibilización del mercado laboral así como dejar de instrumentar medios que beneficien al maula y al productor poco eficiente.
Ningún empresario de este, ni de otro país, serían capaces de despedir a un trabajador productivo y ejemplar, de modo que la mayor parte de las normas legales en general y de los convenios en particular, favorecen a quien menos trabaja. Toxo y Méndez ya no tienen preocupaciones laborales, porque disfrutan de una holgada situación económica, no trabajan y saben mantener un prudente equilibrio entre las bases, que esperan ver defendidos sus derechos, y la administración que los nutre; como ellos miles de liberados sindicales que ejercen la profesión más típica de este país, que es la picaresca. La empresa de capital español con más beneficios, que paga por encima de convenio las más de las veces, la empresa de la que aspiran a ser trabajadores numerosos ciudadanos, El Corte Inglés, tiene sindicato amarillo. Por algo será.
