El mismo ambiente sofocante que provocan sus frases cortas, el vocabulario quizá limitado por su conocimiento del francés. Pero , al igual que ya pasaba en la obra precedente, hay una atmósfera increíble, una tensión permanente que hace necesario seguir leyendo hasta llegar al final.
La literatura, como la cocina, es alquimia: es inacabable el número de tesoros que pueden producirse sólo con hacer variaciones y alteraciones de los mismos elementos de base. Lo cuenta mejor que yo Murakami en De que hablo cuando hablo de escribir:
"Nací con el japonés como lengua materna, por lo que mi sistema lingüistico se compone de palabras y expresiones en japonés que se amontonan como animales inquietos en una cuadra. Cuando intento construir frases a partir de un paisaje interior o a partir de determinado sentimiento, ese sistema, esos "animales"van de acá para allá y terminan colisionando. Por el contrario, si me propongo escribir en otro idioma como el inglés, eso no ocurre porque las palabras y las estructuras gramaticales están limitadas... (...)Más adelante descubrí que Agota Kristof había escrito unas novelas excelentes valiéndose de un estilo y unos recursos parecidos..."