Si algo aprendemos al escribir es que por muy brillante, muy atractiva, muy original y muy maravillosa que nos parezca una idea cuando se nos ocurre, no siempre llega a buen puerto. Puede ser porque no la hemos trabajado bien, porque no sabemos pasarla a la hoja en blanco, porque a la hora de escribirla nos parece que era mucho más genial en nuestra cabeza... Y por un millón y medio (razón arriba o abajo) de razones más.
Hace tiempo que me detuve pensar en las ideas que se me ocurren para futuras historias antes de tirar de la impulsividad que caracteriza casi todos los ámbitos de mi vida y ponerme a escribir. Hace tiempo que aprendí que una idea no es una historia y que lo que hay detrás de una historia son miles de diminutas partículas de ideas o una bien gordota, pero bien trabajada. Por ello, hace tiempo también que decidí poner a prueba mis propias ideas, lo que me ayuda a descartar o a guardar para más adelante y centrarme en lo verdaderamente importante.
1. Expresar la idea por escrito:Parece una obviedad, pero cuántas veces se nos habrán ocurrido ideas que no habremos apuntado ni desarrollado después y que ya nunca sabremos qué podrá ser de ellas porque jamás volverán a ser como eran la primera vez que se nos vinieron a la cabeza. Cuando se me ocurre una idea la apunto y después, en una hoja de word o en una libreta, la estiro como si fuera un chicle muy elástico y le voy añadiendo cosas como posibles personajes o ambientaciones. Si de ahí no sale algo con lo que construír una trama, guardo lo escrito (nunca elimino nada, por si a caso), y a otra cosa, mariposa.
2. Tiene que haber un conflicto: No conflicto, no party. Y esto es así: se te puede ocurrir la idea de un niño mago (pongamos en este caso el ejemplo del retoño de nuestra querida Jotaká), pero como en tu idea no pase nada, como no haya un conflicto, algo que ate al lector y que le atrape, que le anime a seguir leyendo y que te guíe a ti para seguir escribiendo, olvídate.
3. Si la idea me apasiona:Tanto si es la primera vez que la apunto como si estoy en el paso que he escrito anteriormente, tengo que tener claro si de verdad quiero o no quiero escribir sobre algo así. Porque puede que la idea se me haya ocurrido pero no tenga ni pizca de ganas, morales, físicas o de ánimos, de ponerme a escribirla. Para ello es conveniente pensar en la idea, varias veces al día o a la hora si hace falta, y ser sincera conmigo misma a la hora de responder a: ¿de verdad quiero escribir esto?4. Consulta con otra gente:Al fin y al cabo, tú, como padre o madre de la criatura, puedes adorar tu idea, ¿pero por qué no comentas con alguien de confianza eso que se te acaba de ocurrir? Pregúntale si le parece viable la idea, si leería un libro que tuviera esa trama (o "proyecto" de trama...).
5. Trabaja y suple tus carencias:Por trabajo que no sea. Si estás realmente decidido a escribir sobre esa idea, intenta suplir poco a poco cosas que te falten. Si tu idea se basa en un personaje, dedica dos o tres sesiones de escritura a construir su entorno, su pasado y su futuro. Si es un ambiente, dedica otras dos o tres sesiones a contar cómo es, a describirlo y a pensar qué cosas pueden pasar en él... Y así sucesivamente. Poco a poco, irás completando el puzzle. Y recuerda que, para no bloquearte, puedes escribir escenas sueltas, comienzos, escenas o finales que se te ocurran.
¿Y tú? ¿Pones a prueba tus ideas?