El 3 de marzo del año 1495 llegan hasta La Puebla de Almoradiel, en visita de la Orden de Santiago, los visitadores reformadores de la Orden Diego de Vera, comendador de Calzadilla, Pedro de Ludueña, comendador de Aguilarejo y Pedro Alonso de Estremera, freire de la Orden y abad de Trianos, uno de los monasterios que fundó la Orden de Santiago en el Camino de Santiago, para dar protección y albergue a los peregrinos que acudían a visitar al Apóstol.
Iglesia de La Puebla de Almoradiel. Fotografía de PH Gégé
Desde la última visita del año 1478 han transcurrido apenas 17 años, La Puebla de Almoradiel ha más que duplicado su población. Desde los 27 vecinos se ha pasado a 61 de este presente año, unos 305 habitantes, y se va consolidando como población estable según los deseos prioritarios de la Orden de Santiago en la Mancha Santiaguista: la repoblación de toda la comarca.
De entre los vecinos pecheros comienzan a destacar y a ser nombrados tres caballeros de cuantía o cuantiosos, Bartolomé Sánchez, Ferrando García y Juan García de Diego García.
En tiempos de los Reyes Católicos, eran nombrados caballeros de cuantía aquellos que disponían de una renta en bienes y hacienda de unos 100.000 maravedís; constituían un ejército auxiliar a los ejércitos de los reyes, pues estaban obligados a tener en perfecto estado de revista armas y caballo al servicio del rey, de manera que cuando se les requería debían partir para la guerra; a cambio tenían ventajas fiscales y exenciones de impuestos.
Los visitadores revisaban que cumpliesen con su obligación y si no tenían armas y caballos les imponían penas. El día de San Juan de junio debían hacer alarde en la Plaza Pública de la villa, vestían sus armaduras y salían a caballo con su lanzas y adargas, para mostrar al pueblo su condición de caballero cuantioso.
de los quales dieron por cavalleros de quantía a Bartolomé Sánches, e a Ferrando García, e a Juan García de Diego García. Mandaron, a los dichos alcaldes, que les notyfiquen que de aquí al día de Sant Juan de junio primero que viene, estén aperçebidos con sus cavallos e armas, para, quando por Sus Altesas, fueren llamados, so pena de cada dos mill maravedís para su Cámara.
La Puebla de Almoradiel sigue siendo un lugar perteneciente a la Encomienda de Corral de Almaguer, aún no ha conseguido su independencia, y como tal sus diezmos y su gobierno pertenecen al nuevo comendador, don Íñigo Manrique. Se refiere sin duda a ese ilustre hombre de la Casa de Lara, Íñigo Manrique de Lara, II Alcaide y Capitán de Málaga, Corregidor de Granada, Maestresala del Príncipe don Juan y de la Emperatriz doña Isabel, Capitán General de las Armadas del Mediterráneo, y de la Guarda del Reino de Granada, Comendador de Corral de Almaguer, I Señor de Frigiliana, y Nerja, y de las Torres de Alozayna, y Chilches. Estuvo casado con doña Isabel Carrillo. Era hijo de don Garci Fernández Manrique y de doña Aldonza Fajardo, que ostentó los títulos de Señor de las dos Amayuelas y I Alcaide de Málaga; así como sobrino del Gran Maestre de la Orden de Santiago, don Rodrigo Manrique, padre del poeta Jorge Manrique, que ya vimos en la anterior exposición de La Puebla(1).
(1) De Salazar y Castro, Luis. Historia Genealógica de la Casa de Lara … Madrid, 1697.
En tres días del mes de março, año susodicho, los dichos visytadores fueron a la villa de La Puebla de Almoradiel, que es anexa a la Encomyenda del Corral de Almaguer, de que es comendador don Yñigo Manrrique
Iglesia parroquial de San Juan Bautista
Por primera vez tenemos noticia de la iglesia parroquial y una ligera descripción de cómo era; hasta la fecha no se da información en los Libros de Visitas porque correspondía al Prior de Uclés realizar la visita y quedaba dentro de su gobierno, pero ahora es el comienzo en que los visitadores acceden a ella para controlar su fábrica, los diezmos, ornamentos y pertenencias, por encima del derecho del Prior.
Estaba bajo la advocación de San Juan Bautista. Era la iglesia primitiva, no la que conocemos en la actualidad. Tenía un Altar Mayor no muy bien hecho y muy elevado respecto al suelo del cuerpo de la iglesia; eso fue una constante en todas las iglesias que fueron construidas durante la Alta Edad Media, los Altares Mayores se construían muy elevados respecto al suelo; los visitadores mandaron que se hiciera de nuevo, disminuyendo su altura y dotándole de unas gradas llanas y anchas para el buen servicio de los oficios divinos. A los pies de la nave se había comenzado a hacer un campanario que estaba sin acabar.
Mandaron, los dichos visytadores, a los alcaldes e regidores de la dicha villa, que acaben de haser el canpanario de la yglesia que está començado. Y que deshagan el Altar Mayor, porque non está bien fecho, que está muy alto, e lo tornen a haser más baxo, con sus gradas llanas e anchas como convenga al serviçio de la yglesia. Lo qual les mandaron que fagan en todo este año de noventa y çinco años, so pena de dos mill maravedís para la Cámara de Sus Altesas.
Servía a la iglesia el cura párroco Antonio López, freire de la Orden de Santiago, que había sido nombrado por el Prior de Uclés. Al parecer era un hombre honesto, cosa que no se podía decir de todos los curas de la época, buen eclesiástico, administraba bien los sacramentos y no cometía falta alguna en ello. Tenía como beneficio curado todo el pie de altar de pan, vino y dinero, que tenía un valor anual de 1.500 maravedís.(2)
(2) Pie de altar era el pago que hacían los feligreses, en especie o dinero, por recibir los sacramentos, bautismo, matrimonio, etc. En este caso entregaban algunos celemines o fanegas de pan, o sea, cereales, algunas arrobas de vino, o unos pocos maravedís.
Además del pie de altar se había anexado al beneficio curado una capellanía que había instituido Juan García de Almendros, que disponía de un hato de 80 ovejas, que se arrendaban y producían una renta de 800 maravedís.
En la iglesia se guardaban unos pocos ornamentos para el culto:
El más preciado era una gran cruz de plata, de unos seis marcos de peso, equivalentes a 1 kilo 380 gramos, con su crucifijo y cinco esmaltes engastados en cada una de sus partes. Un cáliz de plata blanca y su patena. Otro cáliz pequeño con su patena. Una cruz grande de azófar(3) y otra pequeña.
(3) Azófar, latón. La aleación de cobre y cinc de color amarillo pálido, que al pulir adquiere gran brillo. RAE.
Una cruzt de plata de obra de seys marcos, e montado con su cruçifixo e çinco esmaltes de cada parte
Comprobaron las ropas para el culto:
Un vestido de carmesí raso con cenefa y todos los aparejos. Una casulla de zarzahán(4) vieja, con su manípulo y estola. Un vestido de lienzo negro y blanco, con todo su aparejo. Cuatro albas, una de ellas rota. Un par de manteles alemaniscos(5). Cinco sábanas blancas. Una sobrepelliz grande y gruesa, y otras seis pequeñas. Dos palias. Dos pares de tobajas y un frutero. Un frontal nuevo de guarda mesa, y otro lienzo que tenía pintada la Salvación. Un paño de lienzo negro colocado sobre el altar. Un alhamar(6).
(4) Tela de seda, delgada como el tafetán y con listas de colores. RAE. (5) Hechos al estilo de Alemania. (6) Alhamar, tapiz que se colocaba sobre los estrados para cubrirlos.
Luego inventariaron una serie de objetos auxiliares:
Un incensario bueno de azófar. Dos pares de ampollas de estaño, que se usaban para guardar los óleos. Unos hierros para fabricar las hostias. Una lámpara con su bacín. Una campanilla que hacían sonar en el momento de alzar. Dos campanas medianas que tenían en el campanario, a pesar que todavía estaba en construcción.
Libros para la liturgia:
Un breviario toledano, con el ritual mozárabe toledano. Un misal mixto de molde toledano(7). Otro misal pequeño de misas votivas(8). Un cuaderno de misas votivas fabricado en pergamino(9). Otro cuaderno de misas votivas. Un misal viejo. Un salterio viejo. Un cuaderno bueno en pergamino para impartir los sacramentos. Un oficiero en papel, de quinta regla(10). Un procesionario de quinta regla de lectura y canto. Un sacramental de molde.
(7) Se llamaban mixtos porque tenían el ritual mozárabe de la iglesia toledana y el ritual romano. Se denominaban de molde porque la escritura estaba hecha en imprenta, son los comienzos de esta importante técnica que tanta difusión hizo de libros y de lengua escrita.
(8) Misas que se decían ciertos días por devoción, aunque no fueran propias del día.
(9) Piel de animal, limpia del pelo, que convenientemente raída, adobada y estirada servía para escribir en ella, para forrar libros u otros usos. RAE.
(10) Los libros de distintas reglas eran los libros de cantoría, que colocados sobre los facistoles que se situaban en los coros de las iglesias, servían para el canto durante la misa. Los había de diversas reglas, tercera, quinta regla, etc.
Más tarde, se examinaron todas las posesiones de que disponía la iglesia, cuyas rentas se usaban para la fábrica de la misma, es decir, para el mantenimiento y construcción de la misma. Es una información muy apreciada porque nos introduce en los antiguos topónimos que se usaban en el término municipal de La Puebla, muchos de ellos ya perdidos y desconocidos, pero que invito a Vds., los actuales vecinos, a descubrir y difundir:
Una tierra en el camino de Santa María Magdalena, cuyo topónimo existe en la actualidad, que tenía 15 fanegas, linde con el camino y tierra de Miguel Ortiz. Otra haza de 3 fanegas, en la mano izquierda de ese camino, a linde con tierra de Juan Ortiz. Otra tierra de cuatro fanegas, camino del Pintado, linde del camino y termina en la tierra de los de Guadalajara. Otra haza de tres almudes(11) cerca del Pozo Salobre, linde con tierra de Juan López de Cañizares. Otra haza de tres fanegas en el camino del Pozo Salobre, a la mano derecha, linde con los herederos de Guadalajara. Otra haza de tres almudes linde con el ejido, la dehesa y tierra de Juan López de Cañizares. Otra haza de dos fanegas camino del Toboso, linde con tierra de herederos de Alonso Muñoz. Otra haza de tres almudes que llaman la Hoya del Cardedal, linde con tierra de Marina López. Otra haza de tres fanegas, tras la casa de Ferrando Ortiz, linde con tierras de herederos de Juan Ortiz. Otra tierra de una fanega junto a las casas de Ferrando Ortiz. Otra haza de tres fanegas a la mano derecha del camino de Tajahierro, existe en la actualidad ese topónimo conocido como Tahierro, linde con tierra de Juan Fernández de Pascual Fernández. Un solar de una casa en la calle del Rey, junto a la de Gonzalo Sánchez.
(11) Almud es una antigua medida de superficie equivalente a media fanega.
Todas estas tierras las arrendaba la iglesia y llevaba de renta de ellas el diezmo del producto que se obtenía y el terrazgo. Por descuido y mal gobierno, las tierras no se sembraban, estaban baldías, así que el concejo, para poder atender al mantenimiento de la iglesia, entregaba como limosna una siembra de dos fanegas y media de trigo.
Ermita de la Magdalena
En el término de la villa había una ermita que llamaban de la Magdalena. Situada en un cerro hacia el río Gigüela, todavía existe el topónimo Camino Alto de la Magdalena.
Tenía de posesión unas viñas que rentaban siete arrobas de vino, y unas tierras que no se labraban ni tenían valor alguno.
Camino Alto de la Magdalena. Mapa del IGNE de 1886
Casa Encomienda
Cuando una villa pertenecía a una encomienda distinta a la suya, como era el caso de La Puebla, el comendador, con objeto de facilitar la recogida de los diezmos que se entregaban en el término de dicho lugar, mandaba construir una Casa Encomienda.
Los visitadores fueron a visitar un solar donde don Íñigo Manrique pensaba construir una Casa Encomienda, pero no estaba hecha, solo estaba el solar vacío. Fueron los visitadores pasados los que habían ordenado al anterior comendador Garci Fernández Manrique de Lara, padre del actual, que había dejado la encomienda a su hijo por su renuncia a ella, que mandase edificar en el solar una casa para guardar los diezmos de pan y vino, y, otra junto a ella para que pudiera vivir un guarda y casero que la vigilara.
Los visitadores intentaron buscar algún bien o renta del comendador Garci Fernández Manrique, que tuviera en La Puebla, para apropiarse de ellos y embargarlos, con objeto que fueran usados en la construcción de la Casa Encomienda.
De esta manera hicieron llamar a Andrés Novillo, vecino de La Puebla, por ser mayordomo y responsable de las rentas de la encomienda, probable familiar del anterior mayordomo Pedro Novillo, y a su fiador Juan de Ayllón, caballero de la Orden de Santiago. Los dos se obligaron y pusieron como aval sus bienes raíces ante los visitadores, para hacer y terminar la dicha obra.
Acordaron, Andrés Novillo y los visitadores y reformadores de la Orden, que la Casa Encomienda de La Puebla de Almoradiel se haría del siguiente modo:
Tendría un largo de ocho tapias(12), medida que equivale en la actualidad a 13,37 m. El ancho sería de trece pies, equivalentes a 3,62 m
(12) La unidad de tapial castellana tenía unas medidas de dos varas de largo por una de alto.
El edificio se levantaría sobre unos cimientos hechos a cal y canto, que sobresaldrían de la tierra media tapia, es decir, 42 cm. Normalmente los cimientos que se hacían en la antigüedad eran poco consistentes, solían tener una profundidad de entre media y una vara, así que el correspondiente a nuestro edificio tendría en total una vara o vara y media, media o una vara enterrada y otra media vara sobre el nivel del suelo.
Sobre estos cimientos se construirían los muros hechos de tapial de tierra con sus rasas de yeso, y se le daría una altura de cuatro tapias, equivalentes a 3,34 m, de manera que contando la media vara que salía de los cimientos, serían cuatro varas y media, siendo la altura total de los muros de 3,76 m.
En la parte superior se haría una cámara para guardar el grano, que tuviese buenas vigas de madera, bien emparejadas para que repartiese adecuadamente el peso del pan; encima de las vigas se colocaría la ripia cuidando de cerrar las juntas, y encima de la ripia una capa de yeso.
Todo ello constituiría el suelo de la cámara. Así era en verdad como se construían los suelos de los edificios de la Mancha Santiaguista: se instalaban unas buenas vigas de pino, cortado en los extensos pinares de Villaescusa de Haro o de la Serranía de Cuenca; sobre esas vigas, separadas una media vara unas de otras, se clavaba la ripia, tablas alargadas y estrechas de madera, con clavos bellotes; se juntaban lo más posible entre sí, para que no cayese al piso inferior material que se desprendía con el uso; sobre la ripia se daba una capa de tres o cinco dedos de yeso, que formaba el suelo.
En estos sobrados se construían unos trojes, fabricados con yeso, para separar los distintos granos que se almacenaban, principalmente, trigo y cebada. Como uno puede deducir, las vigas debían soportar un gran peso.
El edificio estaría cubierto con un techado, construido con madera de pino a par e hilera, encima una ripia de peor calidad que la del suelo y luego la teja, con sus caballetes de soporte hechos con cal. En los primeros compases de construcción de edificios civiles, los techados se hacían de madera de pino a par e hilera, a dos aguas, posteriormente se hicieron con la técnica del par y nudillo y a cuatro aguas.
En la parte central del edificio, y a lo largo de él, se ponía una jácena, hilera o viga maestra, apoyada en ella y en los muros laterales, de modo perpendicular, se iban instalando los pares, las viguetas de cierre del tejado; sobre los pares, con clavos bellotes se clavaba la ripia de peor calidad que la del suelo, después se daba una capa de tierra para cerrar las juntas de la ripia, y sobre ese lecho se ponía la teja.
Estos tejados de material cerámico pesaban bastante, el esfuerzo que transmiten se descompone en dos, uno enfrentando al muro lateral que es absorbido por él y otro normal a él que tiende a hacer volcar al muro, es por eso que habrán visto Vds. como se colocaban botaretes o contrafuertes en los muros de iglesias y de grandes edificios civiles en las primeras construcciones del siglo XVI, en toda la Mancha Santiaguista.
Para subir a la cámara del grano se construía una escalera, normalmente por el exterior del edificio, como ocurrió en la Tercia Real de La Mota. Para entrar al piso bajo se construía una entrada con un arco de medio punto, en nuestro caso de yeso, para más tarde hacerse de sillería, con dovelas y pilastras de piedra muy bien labradas.
Esta primera planta a nivel de suelo de calle se utilizaba como bodega; en su interior se instalaban tinajas fabricadas en El Toboso o La Mota de entre 20 a 40 arrobas de capacidad cada una; con su jaraíz o lagar, más pileta para pisar la uva y recoger el mosto.
En nuestro caso, los reformadores de la Orden de Santiago mandaron que se construyese un corral cuadrado del largo de la casa, es decir de 13,37 m de lado, cerrado con tapial de tierra de dos tapias de alto, equivalentes a 1,67 m, en el dicho solar.
Sobre estas tapias se ponía barda, ramajes que protegían los muros de ser desmoronados por efecto de la lluvia o la nieve. El corral tendría una puerta de acceso a la calle. Se construiría en dicho corral una casa para el guarda que debía de cuidar de la casa.
Mandaron a Andrés Novillo que buscara maestros que pudieran y supieran hacer el edificio y le dieron de plazo hasta finales del próximo año de 1496. Además de todo ello deberían dar cuenta a Sus Altezas, los Reyes Católicos.
Recreación de la Tercia Real de Mota del Cuervo
Primeramente, que en el largo de la dicha casa aya ocho tapias e treze pies en ancho. E que se saquen los çimyentos de calicanto, media tapia fuera de tierra. E se hagan ençima sus tapias con sus rasas de yeso, que serán quatro tapias y media sobre el çimyento.
E que esta casa sea encamarada de buenas toças, que vayan bien conpasadas para que sufran el pan. E, ençima, su ripia bien juntada, e su suelo de yeso.
E que el tejado, sea bien maderado de pares de pino bien armados, y ençima su teylla e teja, e cavallete de cal.
E que le fagan su escalera para el soberado. E, a la puerta de esta casa, su arco de yeso, con sus puertas e çerradura.
E que, del largor de la casa, se haga un corral de dos tapias en alto que venga en quadra, e le ponga sus puertas. E que, en el dicho corral, aya una casa para un morador que tenga cargo de ella.
La qual, dicha obra, han de dar fecha e acabada, a vista de maestros que de ello sepan, de aquí a en fin del año de noventa y seys años. E que darán de ello quenta a quien Sus Altesas mandaren.
De lo qual otorgaron carta bastante, con renunçiaçión de leyes e poder a las justiçias. Testigos, Martín Ferrándes de Villescusa, cavallero de la Orden, e Martín Sánches de la Puebla, vesino del Corral, e Ferrando García del Puerto, vesino de Villanueva.
Horno de poya
Los hornos de poya eran aquellos donde los vecinos estaban obligados a cocer el pan. Tenían prohibido hacerlo en sus casas, salvo que el horno comunal no estuviese en uso, por deterioro. Pertenecían estos hornos de poya a la Orden de Santiago o al comendador de turno en su nombre, ellos eran beneficiarios de sus rentas y era un control importante sobre uno de los alimentos principales de la población.
Nadie sabe por qué se llamaban hornos de poya. La explicación que yo doy y he podido encontrar es que se construían en su interior dos poyos de yeso, sobre los que se colocaba la masa que traían los vecinos antes de introducirla al horno, y sobre los que se colocaban los panes ya cocidos. Así se llamaba a la casa, horno de poya, al pan que se cocía en él, pan de poya, y al impuesto que se pagaba por el uso del horno, impuesto de poya.
En una de las Jornadas de Historia que la Asociación de Amigos por la Historia de Mota del Cuervo, a la que tengo el honor de pertenecer, organiza anualmente, me comentó una amiga asistente, doña Isabel Castellano Peñalver, que ella conoció como las cantareras de La Mota usaban un impuesto que llamaban impuesto de poya.
Normalmente una familia cocía una cantidad de masa correspondiente a una fanega de harina, de la que se podían obtener unos 48 panes de a kilo, que les duraba un mes, y que pagaban un impuesto de poya de entre 3 a 4 panes.
Los reformadores de la Orden fueron a visitar el horno de poya de La Puebla, propiedad de la encomienda y, por tanto, del comendador. Lo encontraron en muy malas condiciones y sin puertas. Mandaron a Andrés Novillo, como mayordomo del comendador, que se reparase y se le pusiera unas buenas puertas con su cerradura; para ello le daban de plazo hasta el próximo día de San Juan.
Yten, vieron e visytaron un horno de poya que la dicha encomyenda tyene en la dicha villa. El qual fallaron mal reparado e syn puertas. Mandaron, al dicho comendador, en persona de Andrés Novillo, su mayordomo, que de aquí al día de Sant Juan de junio primero que viene, lo repare e ponga en él unas puertas buenas con su çerradura. Lo qual le mandaron en vertud de obidiençia
Rentas del Maestre
Pertenecía a la Mesa Maestral el pedido ordinario(13) de la dicha villa, que estaba valorado en 900 maravedís anuales, más los diezmos de pan de los labradores que labraban en Palomarejos (Palomares).
(13) Se denominaba pedido ordinario a un impuesto que se repartía entre todos los vecinos pecheros de la villa.
Los alcaldes daban un valor unitario de maravedís al impuesto, por ejemplo 10 maravedís, y se aplicaban distintas unidades a cada pechero en base a las rentas estimadas que tenía cada uno, por ejemplo, a un pechero medio se le podían aplicar entre dos y cuatro unidades, es decir, entre 20 y 40 maravedís.
La suma de los impuestos de los pecheros tenía que ascender a la cantidad que se pedía, en nuestro caso 900 maravedís.
3 ABRIL, 2020 / ELILLOA
https://lillodelamancha.wordpress.com/2020/04/03/la-puebla-de-almoradiel-en-1495-la-casa-encomienda/&version;
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