Revista Cultura y Ocio

La puerta de los sueños (extracto)

Por Orlando Tunnermann
LA PUERTA DE LOS SUEÑOS (EXTRACTO)

LA PUERTA DE LOS SUEÑOS (EXTRACTO)LA PUERTA DE LOS SUEÑOS -VÍCTOR VIRGÓS-

NOTA DEL AUTOR: HACE MÁS DE DOS AÑOS REGISTRÉ UNA NOVELA LLAMADA "LA PUERTA DE LOS SUEÑOS". FUE MI PRIMERA NOVELA LARGA. AHORA, DOS AÑOS DESPUÉS, HE DECIDIDO QUE VEA LA LUZ, PUBLICARLA PARA MIS LECTORES.

SE TRATA DE UN HOMENAJE A DOS PERSONAJES PARA MÍ INOLVIDABLES: MIRANDA Y BÁRBARA, COMPONENTES DE LA BANDA DE ROCK SIRENAS IN LOVE.

SIRENAS IN LOVE, UNA BANDA TUROLENSE DE MI INVENCIÓN, VERSIONAN EN SUS CONCIERTOS TEMAS DE VANILLA NINJA, UNA BANDA DE ROCK DE ESTONIA QUE ME FASCINA PERO QUE YA SE DISOLVIÓ.

PIDO DISCULPAS DE ANTEMANO POR LOS ERRORES Y SIMPLEZA DE ALGUNOS ASPECTOS Y APARTADOS DE LA NOVELA. FUE LA PRIMERA INCURSIÓN EN LA MODALIDAD DE NOVELA EXTENSA. VOY MEJORANDO DÍA A DÍA, LOS COMIENZOS NUNCA SON FÁCILES PARA NADIE...

"LA PUERTA DE LOS SUEÑOS" -PRÓXIMAMENTE EN FORMATO DIGITAL EN WWW.AMAZON.ES.

SINÓPSIS:

Bárbara y Miranda descubren por casualidad una trama delictiva en el interior de un garaje abandonado en la antigua estación de tren de un pueblo turolense llamado Arlequín.
A partir de este momento, comienza una trepidante lucha por la supervivencia, Edgard las ha descubierto y quiere acabar con sus vidas.
Manfred Böher es un terapeuta chalado cuya finalidad es "repescar" almas perdidas para reconvertir sus vidas con un lunático programa terapéutico de invención propia bajo el epígrafe "La puerta de los sueños".
Para llevar a cabo la redentora tarea, cuenta con la proterva e igualmente chalada Minerva y un reducido grupo de dementes que no dudarán en utilizar atroces métodos para aplicar el programa curativo de "La puerta de los sueños".
Miranda y Bárbara son víctimas de las locura desatada de Minerva y las elucubraciones "místicas" del iluminado Manfred Böher. Cautivas en Paraíso Alto, un lugar aislado del mundo, inaccesible, ignoto, deben superar con éxito las sesiones diarias de "reconversión conductual" para poder regresar a sus vidas, pero Manfred Böher no alberga la menor intención de liberarlas, y mucho menos, Miranda, de todos ellos... la más peligrosa, lunática y fuera de control...
LA PUERTA DE LOS SUEÑOS (EXTRACTO)



        Edgard notó como le golpeaba en la coronilla con total vileza. Su cabeza cayó desparramada contra las piernas como un saco roto. Más risas y burlas desde el asiento posterior. Tanteó con la mano en la dolorida región donde había recibido el inesperado ataque. Los recuerdos empezaron a aflorar y con ellos la rabia. Echó manó al bolsillo interior de su chaqueta y en ese instante se apercibió de que no la llevaba puesta. La pistola también había desaparecido.
Nuevas risas provenientes de los asientos traseros. Edgard se giró para encararse con sus enemigas y al instante se sintió reconfortado al comprobar que se trataba de Minerva y dos raquíticos vampiros de género femenino. Sonrió confiado en su buena suerte. Tenía las manos libres. Sin embargo, sin la pistola se sentía incompleto dentro de lo que sin lugar a dudas era un helicóptero.
   -Te hemos despojado de la pistola y la chaqueta. No te preocupes, quedan a buen recaudo –Explicó Minerva adivinando sus pensamientos-
 No considero necesario amordazarte ni atarte, Edgard, pero si me equivoco te agradecería que me corrigieras en este preciso instante. Amalia, aquí a mi derecha, tiene tu juguetito y por más que trato de aleccionarla en la responsabilidad que supone portar un arma ella se hace siempre un lío, y comete alguna locura o imprudencia en el momento menos apropiado. ¡Vete a saber de lo que sería capaz si se siente amenazada! –Anunció Minerva evitando mirar a su compinche, que sonreía encantada con la actuación de quien sin duda era la capitana de la peculiar cuadrilla.
   -¿Dónde me lleváis? ¿Dónde están las chicas? ¡Me has engañado maldita pécora!   Minerva soltó una carcajada tan potente que la piruleta que no cesaba de chuperretear salió disparada de su boca para perderse entre los pies de Amalia.
   -¿Me has llamado pécora? ¿Qué es una pécora? –Inquirió divertida- ¡Nunca había oído esa palabra chicas! –Compartió con sus acompañantes-   -No suena bien Minerva. Yo creo que es un insulto –afirmó la portadora del arma fingiendo candidez-
   -¡Uy Edgard! ¿Seguimos en plan tirano? ¡Como te gusta dar órdenes, amedrentar y chismorrear! Mira, te lo voy a explicar para que lo entiendas. Quiero conversar tranquilamente con mis amigas Casandra y Amalia, pero si tengo que estar interrumpiéndome cada dos por tres para responder a tus preguntas o atender tus necesidades como si fueras un llorica me voy a tener que poner seria y ya te he dicho quien  tiene la pistola. En definitiva –prosiguió risueña Minerva- ¡Quédate calladito! Trata de hacerte el valiente y Amalia te disparará. Sigue haciéndome preguntas tontas y te abandonamos en el primer páramo desierto que encuentre. Sigue fastidiándome y liquidaré a esas estúpidas lesbianas que tanto parecen gustarte. Conozco montones de maneras diferentes de pasarlo bien Edgard, te sugiero que no me des motivos.
   -¡No vas a dispararme en el helicóptero estúpida! –Se envalentonó Edgard- ¡Moriríamos todos!
   -¿Quién ha dicho que te vaya a disparar en el helicóptero? Se podría arañar la pintura y Basilio tiene un carácter terrible cuando algo malo le sucede a su aparato.
   Su voz sonaba como la de una niña remilgada Sus amigas festejaban cada salida de tono con un coro de risotadas enloquecidas. Edgard supo en ese instante que Minerva era una demente peligrosa fuera de control. No podía prever cual sería su siguiente acción. Decidió acomodarse en el asiento y esperar una mejor ocasión para recuperar el control de la situación. Este no era su terreno y jugaba en minoría.
   -Tus amigas viajan en ese helicóptero de al lado –señaló Minerva a través de la ventanilla- ¡Vamos todos juntos a Paraíso Alto, como una gran familia! –Anunció entusiasmada-   Edgard dirigió la mirada hacia donde indicaba. Dos helicópteros más. Parecían de los que se utilizaban para la extinción de incendios en los bosques.   -No sufras Edgard –añadió Minerva conmiserándose con el cautivo- Manfred te explicará con calma por qué te llevamos a Paraíso Alto. Tenemos regalos y sorpresas para todos. ¡Tómalo como en esa noche mágica de los Reyes Magos!  Desenvolvíamos paquetes y la sorpresa, la incertidumbre de no saber lo que podías encontrarte era lo más emocionante.
   Edgard refunfuño ante aquel idílico comentario. Minerva ya tenía otra piruleta entre sus labios carnosos. Esta, de color verde, tenía forma de acelga. La aparición de la nueva golosina capturó su atención por unos segundos. Después repelió aquella fruslería y su mente se vio asaltada por otra corriente de pensamientos que nada tenían que ver con bagatelas. Dos palabras escaparon de sus labios: Paraíso Alto.
   Letreros pintarrajeados por pandillas de quinceañeros sembraban el solitario paraje de la carretera sobre la que planeaban con majestuosidad. Volaban a muy baja altura. Debía ser un nuevo ardid gestado por Minerva para poner de manifiesto que sólo ella tenía el control de su destino. Podía arrebatarle la vida en cualquier instante; o bien disparándole o bien estrellando el helicóptero contra alguno de esos cartelones erigidos a ambos lados de la autovía.
Le pareció que carecía de respeto alguno por la vida, ya fuera la suya propia o ajena. Nuevamente brotó la horripilante sensación de que Minerva era algo parecido a un oxidado tren de mercancías sin maquinista que se precipitaba a vertiginosa velocidad hacia un barranco, cuyo puente de madera había cesado de unir ambas lindes desde tiempo inmemoriales.
   Las Alhambras, Manzanera, El Toro y El Paul, San Agustín y Tarín nuevo y viejo, Venta del Aire… nombres abstrusos que parecían mofarse del visitante con aquellas denominaciones propias de un vodevil. Dejaban atrás aquellas localidades cuando Edgard divisó a lo lejos otra que rezaba: Torrijas. Para sus adentros rezongó: la siguiente será “Pan con Mantequilla”. Minerva observó que movía los labios y estuvo a punto de objetar alguna cosa, pero en ese instante Amalia distrajo su atención con un comentario baladí sobre Morti, el vocalista del grupo de música gótica Skizoo.
   Todavía podía vislumbrar el ademán de perplejidad en el rostro de Gerardo cuando Minerva irrumpió en la casa acompañada de Manfred Böher. Evocó su rostro, no tan distinto a como lo viera por primera vez en las pequeñas fotografías diseminadas por la tapicería suicísima del Cadillac abandonado en la estación de tren de Arlequín. Tan pronto como se produjo el letal disparo que arrebató la vida de Gerardo, dejándole ahogarse en su propio charco de sangre, Miranda supo que era a ella a quien debía temer. Podía manipular a Manfred con un poco de colaboración por su parte, sagacidad y embustes teñidos de simbiosis.
A fin de cuentas, ese chalado estrafalario de alborotados cabellos canos creía verdaderamente en las doctrinas que impartía. Si necesitaba una alumna ejemplar, eso le daría. Bárbara también había llegado a la conclusión de que rectificando sus modales, pidiendo perdón por su recurrente rebeldía y tendencia a la subversión ganarían la confianza de Manfred. Le necesitaban como confidente y aliado; después sería más sencillo allanar el terreno para revelarle el verdadero rostro de Edgard Sánchez, quien al parecer le había alienado con extrañas ideas que le referían  como a un amigo cercano a la familia preocupado por su marcha indisciplinada. Dejar fluir el llanto, la ira y el dolor no ayudaba en estos momentos, meditó Miranda, aferrando con fuerza la mano de su amada, que aún dormía aturdida por los narcóticos que le había suministrado esa arpía llamada Minerva. Edgard viajaba en uno de los dos helicópteros que les acompañaban. ¿Cómo se las habría ingeniado para dar con su paradero?
Sintió un terror intenso reptar por su columna vertebral. ¡Matías! ¿Le habrían hecho daño también? Deseaba que no fuese así. No podría resistir tanto sufrimiento. Su hija, Araceli, se sentiría tan sola y desdichada si le sucedía algo a su padre. Y a ellas las odiaría, acusándolas debidamente como detonantes de la funesta desgracia. ¿Qué relación existía entre el falso profeta y Edgard? Manfred les había hablado de un lugar especial donde podrían evaluar los pormenores de su vida tallada en la senda de los errores. Según sus palabras tendrían tiempo de sobra para analizar los motivos que les llevaban a la sublevación y la pérdida total de valores y respeto para con sus padres.
Lo había llamado “La Puerta de los Sueños”, con esa voz apaciguadora y meliflua de los terapeutas. Entretanto Minerva les arrastraba fuera de la cama a empujones y pisotones, encañonándolas con la pistola, aún humeante, que había segado la vida de Gerardo. Dos horripilantes y escuálidas gemelas, parecían vampiresas sacadas de una vieja película de serie B de los años 70, habían mencionado de un modo lacónico donde se hallaba este santuario de redención: PARAÍSO ALTO.











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