Vuelta al cole. Vamos acumulando años y experiencia, pero la escena del primer día siempre tiene más fuerza que las demás mañanas. Esta semana las mochilas van más cargadas, llevando el material para el resto del curso. Pero no solo de libros es de lo que van más cargadas. Ya no son los más peques del cole, este año saben el camino, conocen su rutina, su lugar, y saben lo que están viviendo. Y un momento especial en la puerta del cole con el pequeño Luke me da ganas de volver a escribir sobre esto. No es solo la tercera vez, son muchos post ya sobre lo mismo. Pero vuelvo a reivindicar mi derecho a ser #papáñoño. Y encima suena el Hey Jude de los Beatles en la radio...
El cordón umbilical sigue ahí, pero llega un punto en el que hasta ellos mismos son conscientes de sus propios pasos y sus avances. Empiezas a tener la sensación de que en lugar de llevarles al cole, sólo los estás acompañando. Y eso es bueno. Supongo... Hace tiempo que tengo claro que el cole es su entorno personal, un círculo distinto y separado del familiar, con sus propios amigos y amigas, su intimidad y sus propios secretos. Y que en muchas ocasiones ellos son los que dan el paso por ti, porque a los padres y madres nos cuesta verlos crecer.
Forma parte de su personalidad y su maduración, y así hay que aceptarlo. Aunque intentemos mantenernos cerca, e involucrarnos en lo que podamos. Este curso supongo que repetiré como delegado de familias de una de sus clases (van a clases distintas), estaremos presentes en el AMPA, y participaré en las actividades que pueda. El es demasiado grande como para dejarlo pasar. Con los padawanes acercándose ya a los siete años, las experiencias y los momentos de #papañoño son menos frecuentes, y distintos a como cuando estaban en . Pero aun así, el hecho de estar más presente en su vida escolar también me regala, nos regala, algunos momentos especiales.
Hoy volvemos al cole. Es el primer día. Ya nos despedimos con un beso, les deseo un buen día y que lo pasen bien, como siempre. Se abre la reja del colegio y entran todos en tropel. Y en medio de todos, de repente veo detenerse a Luke. Se gira, es una roca en medio de la riada de niños, niñas y mochilas que entran y no hay nada entre su mirada y su sonrisa y yo. "Hasta luego, papi. Te quiero mucho". Mientras le contesto y le digo "Luego vengo a por ti", aguanta la marea, la mirada y la sonrisa un segundo más, se gira, y se marcha corriendo a clase. Este va a ser un gran año. Algún día tendré que dejar de llamarlo así y usar su nombre, Javier.