Revista Cultura y Ocio

La puerta entornada

Publicado el 09 marzo 2017 por Erre @BlogeRRe

La puerta entornada
Hace un par de meses, tal vez alguno más, adquirí un ejemplar del libro de poemas La puerta entornada del poeta granadino Jesús Montiel. Pero, conociendo de antemano la génesis del libro, no encontraba el momento idóneo para sumergirme en su lectura. Sabía que sus versos me iban a conmover. Creo no equivocarme al afirmar que para cualquier padre o madre no hay mayor desgarro que la muerte de un hijo. O tal vez sí haya algo más trágico. Vivir bajo su amenaza. Los poemas que conforman este libro, efectivamente, se gestan durante la grave enfermedad padecida por el hijo del autor, entonces un niño de muy corta edad.
Se estructura en tres grandes bloques “Tiniebla”, “La puerta entornada” y “Ranura”, precedidos de un “Prefacio” y una “Coda” como clausura. No resulta difícil intuir, por los títulos de cada apartado, que su contenido responde a las distintas fases emocionales experimentadas por el poeta/padre, que transmutan a medida que la enfermedad de su hijo evoluciona favorablemente.
Así, en “Tiniebla”, nos imbuimos del sentir amargo de a quien repentinamente se le quiebra la vida. La incapacidad de gozar de cuanto nos rodea si la muerte nos acecha. La conmoción queda retratada fielmente en varios poemas, sin embargo llama mi atención “Tres formas de sobresalto”, un conjunto de tres haikus. Remito sucintamente al comentario de Higginson y Harter sobre la intención inherente a este tipo de composición «Cuando escribimos un haiku estamos diciendo: me resulta difícil contarte cómo me siento. Si comparto contigo el suceso de lo sentido tal vez tú seas capaz de sentir también algo parecido.». Chantal Maillard en su conferencia “El poema como gesto” también afirma «Una gota de agua sobre una hoja es infinita. Esa gota de agua en esta hoja, ahora, en este instante. Esa es la experiencia del haiku.». Creo que no es arbitrario que el poeta haya recurrido a esta forma poética en esta composición. Jesús Montiel capta el instante de la conmoción a través de tres experiencias distintas. Tres instantes/experiencias que reflejan una única emoción. Tres breves composiciones de tres versos, cada una. Tres. Número de significativa simbología. El hombre/poeta de “Tiniebla” también recorre el tiempo con amargura. Viaja del presente al pasado, rememorando los luminosos días que quedaron atrás,  y del presente a un futuro incierto, imaginando los que por legítimo derecho deberían acontecer. Borrados, sin embargo, del horizonte por la amenaza de la mujer de la guadaña, como en"Álbum" o "Feria ambulante".  La voz lírica busca espejos en vidas ajenas donde poder ver reflejado su mismo dolor. Lo hace con el personaje bíblico Job, en el poema en prosa que lleva su nombre por título, o con el escritor Francisco Umbral, en “Equivalencias”, quien como es sabido perdió a su hijo de 6 años a causa de una leucemia. No son estos, sin embargo, los únicos ejemplos.
En la segunda parte del libro el lugar común es la incertidumbre: “Seguro que la puerta mudará su postura. / Se trata de esperar sencillamente / qué rumbo adoptarán las dormidas bisagras.”. Pero la puerta se abre en el tercer apartado. Se amplía la "Ranura" por la que entra la luz. Un conjunto de poemas optimistas, en los que despunta la esperanza. El sujeto recobra el aliento y exhala un halito de felicidad. Como en la canción interpretada por Frank Sinatra, de la que toma el título, en el poema “My way” la voz lírica se recrea en su vida pasada, visualiza cómo se había imaginado que sería años atrás y se aferra al convencimiento de que se siente satisfecho de lo que es. En este apartado encontramos de nuevo referencias a pasajes o personajes bíblicos en los poemas “Maná”, “Lázaro” e “Isaac”, episodios todos con final feliz. El libro se concluye con el precioso “Muñeco de nieve” como Coda, símil del futuro que esculpirá junto a su hijo y cuyos primeros versos dicen así:
La nieve que cayó esta madrugada
mudando el horizonte
parece sobre el mapa una promesa
o sal que cicatriza las heridas
del que mira su mágica nostalgia.
...
La mayor parte de las composiciones gozan de libertad métrica y estrófica (salvo la mencionada "Tres formas de sobresalto" y “Soneto del que aguarda”), si bien prevalecen los versos endecasílabos. Símiles, metáforas y brillantes imágenes salpican sus páginas. Abundan las referencias temporales, especialmente en la primera parte del libro: “horas”, “estaciones”, “relojes”, “primavera”, “invierno”, sin embargo la mayoría de veces se utilizan para referirse a un tiempo detenido o incierto. También es recurrente la terminología relacionada con la luz, una luz que se desdobla en significados. La luz del sur, su tierra, que iluminaba su paisaje habitual y la luz de la esperanza o la divina.
Como veis, se trata de un recorrido que nos lleva desde la desolación hasta el reencuentro con la fe. Una lírica creada con tanto intimismo como maestría.
“La puerta entornada” quedó finalista en el Premio Nacional de Poesía Adonáis 2013. En el 2015 lo publica la editorial Libros canto y cuento. Jesús Montiel ha sido galardonado con el Premio Nacional de Poesía de la Universidad Complutense (2011) por “Placer adámico”, con el Premio de Poesía Leopoldo de Luis (2012) por “Díptico otoñal”, por el Premio Internacional Alegría (2013) por “Insectario” y recientemente con el Premio Hiperión (2016) por “Memoria de pájaro.

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