No sé qué lee, pero veo que siempre lo hace: a veces, de pie; a veces, sentada mostrando sus piernas gordezuelas envueltas en medias negra de rejilla.
Es una prostituta joven, quizás rumana, que lee en la salida de una transitada autovía hasta que la luz o un cliente se lo impiden.
Y quizás trabaje pensando en la página que dejó atrás, en el apuesto conde que cortejaba a una sirvienta en algún páramo inglés. Quizás trabaja pensando en quién será el asesino de la vieja, en el porqué de ese personaje tan extraño; en el monólogo de una joven que sueña con un amor imposible. Quizás lea a Joyce, quizás a Poe; quizás lea a King o ¿por qué no? a Séneca.
Paso con el coche a diario y la veo leer enfrascada en un mundo más allá de este, donde ella es una doncella en medio del páramo, no una puta en medio de la autovía.