La que se avecina

Rajoy da más miedo por lo que calla que por lo que habla, y eso ya es decir mucho.  Su discurso de investidura no ha servido para desvelar el programa oculto del Partido Popular, salvo en pequeñas pinceladas, que no parecen las más drásticas. Lo peor, sin duda alguna, está todavía por llegar.  Rajoy guarda en el cajón un reforma laboral que nos retrotrae en el tiempo a la esclavitud; los servicios públicos dejarán de ser universales y gratuitos, y sobre todo perderán calidad y eficacia en aras al ahorro y a la contención del déficit;  las privatizaciones aumentarán y servirán para enriquecer a la banca y a la patronal; el copago se impondrá y nos hará a todas y todos más vulnerables; las bolsas de exclusión sumarán cada vez más personas y familias, muchas de ellas con todos sus miembros en paro y sobreviviendo con la amenaza latente del desahucio; quienes trabajan lo harán cada por un salario más bajo, más precario y sin más derechos que callar y aceptar lo que hay porque la alternativa es el INEM.  El proceso de paz se estancará más de lo que resulta conveniente porque Mariano Rajoy no querrá enfadar a la extrema derecha que encuentra cobijo en las siglas del Partido Popular.  Sólo la monarquía se salvará de la quema del nuevo presidente. Juan Carlos I sabe que tiene un aliado en el nuevo inquilino del palacio de la Moncloa. Sacrificarán a Urdangarín para salvar al rey y al príncipe.  Al fin y al cabo, Rajoy no gobernará para las personas, sino que lo hará para los mercados y sus mejores aliados, entre ello la corona. Para echarse a temblar.