Revista Cultura y Ocio
No lo puedo evitar. Cada día detesto más la serie La que se avecina, esa española que se basa en un vecindario en el que vete tú a saber cuál está más como una cabra. O cuál insulta más. Eso es, lectores, el problema. Insultar. Y no digo insultos de esos que te ríes y dices: "Bueno, es una serie, no pasa nada", no. Hablo de que hace un calor qué tetorras, de que la buena vida es ser un vividor follador, y cosas por el estilo. Mi pregunta es: ¿tan bajo hemos caído en la comedia?Quiero creer (y de verdad, lo quiero con toda mi alma) que podemos reírnos a carcajadas sin denigrar. Sin que todas las mujeres tengan que ser unas "zorras" o unos objetos sexuales, sin "mariconazos" ni cosas parecidas. Porque eso después lo ven personas, gente que reciben esa influencia, y pasa lo que pasa. Y sí, podemos restringir (¡y debemos!) su visión a una cierta edad, pero seamos sinceros: nadie de aquí (o, al menos, pocos) levantarían la mano afirmando que solo han visto series o películas de su franja de edad (mayores de 18, absteneos de hacer la gracia, me refiero a lo largo de vuestra vida). Por supuesto, eso no es culpa de esas series, ¡faltaba menos! Pero hay gente adolescente (que son los que mayoritariamente las ven) que reciben esa influencia. Y no sé vosotros, pero al menos yo sí vi durante una temporada a muchos Amador Rivas. Y no pasaría nada si se tomase como una simple ficción. Pero ¿quién nos asegura que es así? ¿Quién nos dice que no influirá? Influencias, influencias, ¡influencias! Sé que soy repetitivo, pero es así. Esto nos lleva a que luego hayan muchos personajes ficticios por la calle, pero muy realistas. Y te preguntas si estás en una serie, y dónde están las cámaras. Porque demasiados qué tetorras, demasiados mariconazos y muchos más vividores folladores. Porque, sin darnos cuenta, atacamos colectivos para hacer risas.Hasta que todas son zorras y todos maricones. Ahí se acabaron las risas. Pero, mientras, creamos armas alegremente.