(…) El caso de los niños Ruth y José Bretón requiere una justicia inmersa dentro de un proceso penal que debe ser respetado. Pero los medios de comunicación han cruzado una vez más la línea que separa la información del análisis y valoración de unos hechos judiciales pendientes de sentencia. Los juicios paralelos se desatan en los programas televisivos, en multitud de plataformas y foros virtuales. El ser humano tropieza siempre con la misma piedra, en este caso la de la osadía que otorga la propia ignorancia. Nos resulta demasiado fácil aportar reflexiones (me incluyo porque también he escrito sobre este caso) y formular juicios sin ser expertos en la materia.
Tras las conclusiones de dos reputados paleontólogos el caso dio un giro de trescientos sesenta grados y desmanteló el informe de la policía científica. La afirmación de que los restos hallados no eran de roedores sino pertenecientes a dos niños disparó la alarma y el comisario Serafín Castro se cuela por la puerta grande de varios canales de televisión para dar las pertinentes explicaciones de un caso que, recordemos, contaba con una investigación aún abierta. Error lamentable y más si tenemos en cuenta que José Bretón será juzgado por un jurado popular en la Audiencia Provincial de Córdoba que tendrá que luchar por ser imparcial (difícil tarea porque nadie es inmune a tanta contaminación mediática) en medio de juicios paralelos y opiniones televisadas.
La colisión es brutal entre el derecho a la información del ciudadano y el secreto de sumario de la investigación judicial o el derecho a la tutela judicial efectiva. La vista oral no ha comenzado y si el sumario es secreto total o parcialmente deberían estar prohibidas las filtraciones o intervenciones de mandos policiales (como ha ocurrido en este caso) que podrían desvirtuar con su testimonio pormenorizado de la investigación (e incluso sus opiniones personales y elucubraciones) la función de los miembros del jurado. La intervención televisiva del comisario del caso fue un testimonio abierto de un hombre cualificado y con muchos años de servicio, que habló de venganza, de las rarezas de Bretón, de sus conversaciones con él, de los detalles de la investigación… El lugar no era el correcto. Sus palabras deben ser escuchadas en sede judicial, no en un plató de televisión.
En resumidas cuentas, se logra audiencia y espectáculo a costa de un proceso penal que está tramitándose y se juega con la imparcialidad de un jurado popular agobiado y absorbido por la presión mediática. La presunción de inocencia contra la pared y la obligación de silencio escondida en el armario. El Estado de Derecho vulnerando sus propios principios ante las cámaras, resquebrajado por esos juicios paralelos que arrancan a la Justicia una parte innegable de legitimidad.