La Cruzada en Egipto
La Tercera y Cuarta cruzada demostraron que el pase por Bizancio era una verdadera pesadilla para los cruzados, casi siempre los emperadores de turno eran los causantes de estos problemas. El estado ayyubí en Egipto se había hecho muy fuerte y era símbolo de envidia entre todos los occidentales. Además, no convenía, a excepción de los comerciantes italianos, que se hiciera más prospera. Ya en la Cuarta Cruzada se había intentado llegar allí para luego marchar a Jerusalén, pero como mencionamos eso fue una frustración y quedó en la nada. Ahora bien, el Papado no perdió tiempo y decidió seguir animando a sus súbditos cristianos para que emprendan una nueva campaña, obviamente, Inocencio III era una voz gritando en el desierto que gracias a su tesón fue escuchada tiempo después.
Por medio de Roberto de Courson, persona que tenía influencias muy grandes en el mundo católico, se consiguieron muchos voluntarios, aunque la mayoría eran campesinos y pobres, lo que generó que los nobles de toda Europa se rieran del Papa. Luego del concilio ecuménico de Letrán del año 1215 todo pareció cambiar para Roma y el tema de mesa fue la nueva cruzada siendo los clérigos quienes se encargaron de llevar el mensaje a todas partes. Al final la responsabilidad cayó en Leopoldo VI de Austria y Andrés II de Hungría, al menos en un inicio. Leopoldo partió primero con una pequeña compañía en una nave, pues no se pudo conseguir más para todo el ejército, luego siguió Andrés con naves más que le proveyeron los croatas, llegando a Chipre, donde Hugo, el soberano respectivo les ofrece tropas y algunos barcos para el ejército que se había quedado atrás, conduciendo hasta 35 mil soldados según algunas fuentes. Llegaron a Acre y fueron bienvenidos por Juan de Brienne, donde acordaron avanzar hacia Siria primero, pero el sultán Al-Adil estaba advertido y envío tropas para defender el avance a Damasco.
Los cruzados empezaron con el pie derecho y consiguieron tomar Beisán, y a esto siguió una derrota a Al-Adil a orillas del río Jordán en noviembre de 1217. La noticia no tardó en llegar a Egipto y cuando los cruzados ya asediaban el Líbano y peleaban en el Monte Tabor, estos prepararon su ejército para lo que parecía una invasión inminente.
Los cruzados sólo perdieron su tiempo y desgastaron sus fuerzas, fueron conformistas ya que con los saqueos obtuvieron objetos preciosos y otras reliquias, un ejemplo de esto fue Andrés que regresó a Hungría en febrero de 1218 bastante satisfecho. Desde Italia se preparaban más hombres para la campaña y un destacamento de frisones llegó para cubrir las pérdidas, entre otros recién llegados podemos nombrar a Oliver el Eclesiástico y el conde holandés William I. Esto les dio confianza a los cristianos y totalmente fortalecidos ponen rumbo a Egipto, país al que harían temblar si no se ajustaba a sus demandas, la ciudad objetivo era Damieta, a la que pensaban saquear como a las anteriores y de allí a El Cairo, de paso hicieron un pacto con Kayhaus de Anatolia quien debería atacar a los ayyubíes en Siria, mientras los cruzados lo harían en Egipto, presionando así a los musulmanes en dos frentes.
El descalabro en Egipto
Con el dominio de Egipto se tenía el dominio de la ruta Mar Rojo-Mediterráneo haciendo el sultanato de aquel lugar increíblemente rico e indispensable, a pesar de las protestas de los comerciantes europeos los cruzados pusieron marcha partiendo en mayo de 1218, eran casi 35 mil cristianos contra unos 70 mil musulmanes. La flota aportó bloqueando el mar a la llegada del ejército. Y empezó el sitio, Al Adil fue reemplazado por Al Muazzam en Siri y Al-Kamil en Egipto, éste, buscando la paz negocia el cambio de Jerusalén por el retiro de los cruzados de su país, pero estos se niegan.
Es así que Damieta cae fácilmente y los cruzados se hunden en una orgía. Pelagio Galván, quien había llegado enviado por el mismo Papa con la orden de dirigir el ejército decide aguardar en la ciudad a espera de resultados. Al Muazzan coordinó con su par egipcio un desmantelamiento de las murallas de la ciudad de Jerusalén y otras fortificaciones cercanas para hacer ver a los cristianos que se estaban rindiendo sin presentar combate y que deseaban la paz. No funcionó. El ejército cruzado continuó un avance lento hacia el sur, con algunos enfrentamientos ligeros y un solo combate fuerte con bajas para ambos bandos durante el verano de 1219, y Pelagio siguió con asedios ligeros a algunos pueblos. Leopoldo, otro de los grandes generales del ejército se había retirado en mayo, Pelagio sólo contaba con Juan de Brienne y la paciencia a los soldados del enorme ejército cruzado se les estaba acabando.
No había resultados concretos en la campaña y el ejército musulmán sólo se dedicaba a evadirlos.
Llegó septiembre y la inactividad empezaba a hacer mella en los cruzados. Al Kamil, los atacó ese mismo mes por vez primera, felizmente para los occidentales se pudo resistir el golpe debido a algunos refuerzos, pero lo que estos no se habían percatado es que habían perdido la iniciativa, y que todo ese tiempo le había servido al sultán para recuperarse, y en efecto así fue. Al Kamil, en octubre envía una oferta volviendo a ofrecer Jerusalén a cambio de la paz, pero nuevamente es rechazado. Pelagio no negociaba con infieles. En Damieta abundaba el ocio y la enfermedad, algo se tenía que hacer cuanto antes, al parecer Pelagio esperaba las fuerzas de Federico II, que nunca llegaría salvo en pequeña cantidad. Llegó 1220 y casi nueve meses de inactividad y algunas riñas como la sucedida en Chipre, que tomó por sorpresa a los cruzados ya que no pensaron que Al Kamil contara con fuerzas marítimas.
La ayuda de Federico finalmente llegó en junio de 1221 pero no era lo que se esperaba. Finalmente, luego de tantos años de espera se ponen en marcha hacia el sur 5 mil caballeros, 4 mil arqueros y prácticamente 40 mil soldados rumbo a Fariskur, era 12 de julio de 1221 y como destino final el Cairo.
Nunca llegarían, pues las aguas del Nilo se habían desbordado, el ejército se encontraba en mal estado físico y desanimado, AL Kamil seguía abriendo todas las presas que dificulten el avance aliado, todo iba de mal en peor hasta que en un repentino y mortífero ataque nocturno el sultán da el golpe final a unos desprevenidos y agotados cruzados proporcionándoles ingentes bajas lo que generó que de la media vuelta rumbo a Damieta. Así, la iniciativa se había perdido para siempre. La marina en la costa estaba siendo también atacada y eso dificultó el transporte de provisiones. Todo esto obligó, en poco tiempo a que Pelagio haga lo impensable: pedir la paz. Así lo hizo cuando finalmente el 28 de agosto envía embajadores a Al-Kamil, luego de ser perseguido casi todo el camino de regreso a Damieta, ciudad que seguía en poder cruzado. El sultán no fue para nada vengativo y les pide que abandonaran Damieta y ofreció un tratado de ocho años de paz, así como un intercambio de prisioneros. Jerusalén seguiría en manos musulmanas…esto quería decir que el principal objetivo nuevamente no se había conseguido.
Para el 8 de septiembre los cruzados se retiraban humillados, a pesar de que seguían llegando algunos refuerzos, sólo Juan de Brienne había demostrado temple y algo de compostura, Pelagio fue el humillado y más desprestigiado de toda la campaña, mientras los ayyubíes se hicieron fuertes y comenzaron a cobrar impuestos elevados a los italianos que cruzaban sus rutas. Esto por su puesto dificultaba las relaciones en la región, pero había un tratado de paz de por medio que había que respetar. En Roma, al enterarse, otra vez la decepción volvió, especialmente, sabiendo que los cristianos habían tenido mucha ventaja en casi toda la campaña, ahora regresaban con las manos vacías, pero el gran ausente Federico II, se encargaría de algunos triunfos en la siguiente cruzada.
Escrito por: Joaquín Toledo, especialista en historia del mundo, historia antigua y con amplia experiencia en investigaciones sobre conflictos bélicos.