Felipe VI no debería cuidar tanto que sus discursos sean del agrado de las fuerzas más reaccionarias del Estado español. Si observamos el mensaje del discurso de la Pascua Militar, podemos ver sin mucho esfuerzo que se trata de una prédica dudosamente democrática. Por ejemplo, cuando dijo eso de, «el compromiso del Ejército con España y la Constitución». Esto es una incoherencia, y huele a retrógrado. Porque no se pueden separar los dos conceptos, poniendo uno por delante del otro. De hecho ha habido ya reacciones dentro del ejército de algunos sectores que creen que ha llegado la hora de intervenir.
Está claro que va a ser una legislatura muy complicada para el Gobierno PSOE-UP. Estamos, por primera vez ante un gobierno legítimo al que el bloque de la derecha quiere boicotear abierta y sistemáticamente. Y lo escandaloso es que están dispuestos a hacerlo abanderando la figura del Rey. Por eso creo, que si el monarca no es capaz de desligarse de estas fuerzas reaccionarias, la dinastía borbónica comenzará una cuenta atrás inexorable hacia la tercera república.
De hecho, hoy, el presidente del Parlamento de La Rioja, el socialista Jesús María García, ha escrito en Twitter, eso sí, a título personal, que «ha llegado la hora de que Felipe VI se desmarque públicamente de esta derecha fascista o tal vez sea el momento de que España se pronuncie sobre su futuro en las urnas».
Hemos tenido un debate de investidura grosero, bochornoso, aunque en cierta medida, más o menos como se preveía, con las derechas contribuyendo a trasladar a la política española la histeria y la ruptura de la serenidad. La derecha ha demostrado que sus pensamientos son más de hombres de las cavernas que de personas modernas con altura de Estado. Pero, como decía anteriormente, lo más relevante es el cambio de paradigma de la monarquía. Porque si la extrema derecha y la ultra ultra derecha, se apropian de la figura del Rey, éste tiene un problema grave de supervivencia política.
Si ahora en España se grita «¡Viva el Rey!», y lo hacen aquellos mismos que antes gritaban «¡Viva Franco!», es que algo sospechoso está pasando y se ha llegado a este punto porque el propio Jefe del Estado quiere que así sea, quizás en una argucia muy contraria a sus intereses, pero muy defensiva al mismo tiempo de ellos.
Los escándalos de la casa real no se tapan arropándose en los retrógrados. Apoyando el «¡a por ellos!», Felipe VI se sitúa explícitamente en un bando, y deja de lado a un número muy alto de catalanes que a día de hoy siguen siendo españoles. Y esto no es muy inteligente, no se puede ser más españolista que español. Porque no todos los españoles apoyan esto.