“En los festivales del rock estatal siempre tocan los mismos”. “Los grupos nuevos no tienen tirón”. “A esos grupos los he visto 50 veces”. Es probable que hayan escuchado esos comentarios, casi siempre en tono negativo, alguna vez al hablar de la música que se hace en el Estado español. No es objeto de este texto debatir sobre ello. Ese tema, para otro día. Sí lo es presentar como se merece a una banda afincada en Gandía (Valencia): La Raíz. Un grupo del siglo XXI y que en muchos sentidos representa la esperanza en el presente. Y ojalá, en el futuro.
Sábado 28 de Octubre, Madrid, Vistalegre. Entradas agotadas desde hace meses. Las de pista, hace casi un año. 10.000 personas se disponían a disfrutar de un grupo que no sale por televisión ni en las radiofórmulas comerciales. La Raíz se ha construido desde abajo, poco a poco. No es un tópico. Desde la publicación en 2011 de su primer gran éxito en los circuitos rockeros, “El lado de los rebeldes”, el grupo no ha dejado de cosechar éxitos. Antes ya habían publicado otros dos trabajos, “El aire muerto” y “Guerra al silencio”, que pasaron más desapercibidos. En 6 años, La Raíz se ha pateado decenas de festivales de todo tipo, salas más o menos grandes y han acumulado millones de visitas en sus vídeos de Youtube.
La Raíz no se ha inventado nada. Pero suenan distinto. No es fácil nombrar una banda que se les parezca. No son rock, no son reggae, no son ska, no son punk, no son hip-hop. Pero son un poco de todos esos géneros. A veces evocan a Hechos contra el Decoro, otras a Mano Negra, por ejemplo. Su formación se compone de dos guitarras, bajo, batería, dos vientos, un dj y cuatro voces. En la combinación de éstas ultimas, muy diferentes entre sí, está una de las claves del éxito del grupo. Y básicamente han triunfado porque componen muy buenas canciones que emocionan y transmiten. Y suenan a “verdad”, sin prefabricaciones. Así de sencillo. La Raíz recoge además la llama de grupos como Boikot, Reincidentes o Ska-P, entre otros. No por el estilo musical sino por el mensaje político, muy marcado, enaltecido y poco edulcorado.
El grupo valenciano es intensamente político. La introducción de sus últimos conciertos, que lo es también de su último disco, “Entre poetas y presos”, lo deja claro. La Raíz mantiene viva la lucha por la memoria histórica, tan denostada en este país, desde el minuto uno. Una mujer mayor recita un poema titulado “Las miserias de sus crímenes” que evoca la represión sufrida en el franquismo. Las luces se apagan y con un Vistalegre, caluroso y entregado, suenan los primeros acordes de “Entre poetas y presos”, primer corte del último disco. “Somos los hijos de los versos. De los poetas y los presos La voz que grita que grita entre los huesos. De las cunetas para despertar…al universo”. Toda una declaración de intenciones desde el minuto 1.
La Raíz transmite mucho. No hay un alma que no cante sus canciones en Vistalegre. El público, insultantemente joven en su mayoría. Aunque los hay, incluso con niños o niñas a su cargo, es difícil ver a gente por encima de la generación llamada “millenial”. Es un grupo absolutamente generacional que funciona en diferentes ambientes musicales. No demasiado “duro” para algunos oídos no acostumbrados a la “caña” pero no demasiado blandos para “puretas” del rock. A unos seguro que les gustan más los temas “tranquilos” y a otros los más “movidos”. Lo que viene siendo un grupo, en cierto modo, si me lo permiten, transversal. Dentro, eso sí, de un mensaje totalmente posicionado políticamente y que no gustaría a algunos de esos “demócratas” que quieren “no reabrir heridas”.
“Venimos a decir lo que pensamos”, exclamó Pablo Sánchez, una de las voces principales, sino la más destacada, de La Raíz. Lo hizo antes de “Muérdeles”, un tema que llama a la acción y la lucha política constante y con firmeza. “Hay que ser un león”, dice uno de sus versos. Previamente habían sonado en el recinto madrileño dos temas más: “Borracha y callejera” y “La voz del pueblo”. A Pablo, Josep, Sen-K y Julio, los cuatro vocalistas, se les sumó Toni Mejías, de Los Chikos del Maíz, para colaborar en “Donde duerme el chamán”. Un alegato en favor de la libertad de América Latina que no deja lugar a dudas.
Las pantallas luminosas que acompañan a la banda en el escenario ya han comenzado a carburar. Otro grupo generacional, los valencianos Zoo, colaboran en el siguiente tema, “Jilgueros”, dedicado a esos buitres corruptos que sobrevuelan nuestros cielos. De ahí volamos a homenajear África, con “Dientes del león”, donde toma protagonismo la voz mozambiqueña del grupo, Julio. Los coros femeninos de Eva, Xiluva y Nyeleti nos trasladan allí instantáneamente. “El pasado del esclavo, el origen del humano, jamas se podrá cerrar la herida colonial”, recuerda el grupo. También colaboraron con el grupo músicos de La Gossa Sorda y Auxili.
“El tren huracán”, una canción difícilmente recordada en otro concierto, narra los primeros viajes, hace una escasa década, del grupo. Le sigue “Nuestra nación”, otra declaración de intenciones en tiempos de patriotismo. “Nuestra nación es la literatura y esa locura del hidalgo de la Mancha. Nuestra nación es inventar el camino. Nuestra nación es caer y levantarse. Nuestra nación es saber que vivimos con la mirada siempre fija hacia adelante”.
Tras, “Obediencia ciega”, otro cañonazo sobre la Guerra Civil, llegó “Llueve en Semana Santa”, un bofetón sin paliativos contra la Iglesia Católica y sus “castillos en el aire”. La temperatura de Vistalegre siguió subiendo hasta llegar a uno de los momentos más emotivos. “Suya mi guerra” es un sentido homenaje a las Brigadas Internacionales. Comienza con una introducción que pone la piel de gallina cantada por 10.000 almas. En esta ocasión, a Pablo le acompañó Pilar América a la guitarra española. Las imágenes proyectaban el Gernika y decenas de banderas republicanas ondearon en Vistalegre para cantar versos como “los hijos de la derrota os debemos una”. “No pasarán”, se escuchó. Otra declaración de intenciones más.
Casi en el ecuador del concierto llegó “El Circo de la Pena”, una descripción de la crueldad que asola el mundo y con una de las mejores melodías vocales de toda la banda. “Por favor” tiene cierto aire balcánico en su ritmo y es un descarga de adrenalina más en el recinto madrileño. La Raíz rescató “El lado del los rebeldes”, su primer tema de gran éxito y que sintetiza muy bien su estilo. Con “Elegiré”, un reggae, 10.000 manos se sincronizaron para “volar”. El aterrizaje llegó con “El Mercurio”, interpretada sólo con guitarra, la voz de Pablo y la de miles de personas.
La recta final llegaba con unos versos de “Raíces” a capella y “Radio Clandestina”, que iba a anticipar los bailes de “Sólo quiero de ti”, una de los temas más “punk”, en todos los sentidos, de la banda valenciana. “La Hoguera de los continentes”, un himno a la interculturalidad y mestizaje, rebajó el ritmo pero aceleró la emotividad. La traca final llegó con “A la sombra de la sierra”, una canción de amor y lucha, y “Rueda la corona”, himno generacional antimonárquico. Los acordes de “Nos volveremos a ver” anticipaban el final del show, prolongado durante más de dos horas. El grupo, un día después, lo describía así: “Fuimos 10.011 personas haciendo música, haciendo el amor.
Fuimos 20.000 manos haciendo un túnel”.
“Incendiaremos el mundo otra vez”, cantan los valencianos en ese último tema. Nadie puede dudar que La Raíz ha incendiado parte del panorama musical. Tienen pasado. Les queda mucho presente y futuro. El potencial está ahí, el público ya lo tienen. Nos volveremos a ver, seguro.