Revista Mundo animal
La ranita de San Antonio (Hyla arborea) es probablemente uno de los anuros más conocidos por el gran público. Quizas sea su color verde intenso, más parecido al de algunas especies tropicales que al de las ranas más comunes de nuestras latitudes, lo que más llama nuestra atención, pero contrariamente a lo que podría parecer pasan casi desapercibidas cuando se encuentran entre la vegetación. Sus movimientos pausados y su habilidad para quedarse completamente quieta hacen que no sea tan fácil encontrarlas.
En la vega de la Cubilla, apenas habíamos visto ejemplares adultos este año. Su reproducción en estas zonas de elevada altitud, al igual que ocurre con otras especies de anuros como la Rana temporaria, es explosiva y todos los individuos de la población se aparean en una o dos semanas. Durante esta época sus cantos se oirán en las charcas y no será difícil observarlas, pero pasada la reproducción se esconderán y volverán a su vida discreta sin que volvamos a verlas a no ser que estemos a punto de pisarlas.
Este año subimos varias veces a la zona de reproducción de la especie pero no conseguimos ver ninguna, llegamos a pensar que no se habían reproducido hasta que hace un par de semanas observamos algunos metamorfos en las orillas de dos pequeñas charcas. Pero no vimos ningún adulto hasta hace unos días, cuando por casualidad apareció uno entre la vegetación de la orilla del riachuelo que recorre la vega.