Es una enfermedad poco conocida y cuya gravedad sobreviene casi por sorpresa. La actuación rápida por los equipos y responsables sanitarios, es vital.
Se trata de una respuesta inflamatoria exagerada del organismo frente a un agente externo.
Un paciente con sepsis tiene unas cinco veces más riesgo de morir que otro que haya sido víctima de un derrame cerebral o de un ataque al corazón.
Causas
Dolencias graves como una meningitis, neumonía o peritonitis pueden desencadenarla; aunque también pueden provocarla un resfriado, una infección urinaria, una bacteria, un hongo, un virus o incluso una simple herida.
Síntomas inespecíficos
Los síntomas no están definidos con exactitud y no siempre son evidentes, por lo que es fácil confundirlos con otras patologías.
En ocasiones produce fiebre y escalofríos, pero otras temperatura corporal baja.
Aumenta la frecuencia respiratoria.
El paciente presenta confusión y una intensa sensación de malestar generalizado, lo que dificulta el diagnósito y el tratamiento.
Evolución
Las bacterias llegan al torrente sanguíneo y se dispersan. Los patógenos y los productos tóxicos de su metabolismo se reparten por el cuerpo.
Se genera una inflamación a todos los niveles del organismo y como consecuencia los órganos presentan complicaciones y funcional mal o dejan de hacerlo.
La presión sanguínea se reduce de forma drástica y la persona puede entrar en coma.
Tratamiento hospitalario: La rapidez es vital
Si se trata durante la primera hora desde que se desencadenan los síntomas, la supervivencia alcanza el ochenta por ciento de los casos. A la cuarta hora las posibilidades se reducen al cincuenta por ciento, y a partir de las 12 horas, la situación es irreversible.
Para su prevención se recomienda que ya en las ambulancias se realicen cultivos de sangre y se disponga de antibióticos específicos ante la sospecha de sepsis.
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