Yo también me muero de ganas de acusar a un juez. Acuso públicamente al magistrado Baltasar Garzón de no haber errado en sus convicciones; de ser consecuente con los más altos ideales que debe representar la Justicia; de meter el dedo en los enchufes de la hipocresía política universal –enfermedad mortal de las democracias modernas-; de deberse a los derechos universales, a los de las víctimas; y de nunca doblegarse ante los verdugos.
Resulta paradójico, por no decir impúdico, que quien ha rescatado derechos universales sea juzgado por leyes caseras que obvian los derechos de las víctimas y acatan el de los verdugos. Es el mundo al revés; la rata corriendo al gato.
¿Cómo posible que en este país se ilegalice a partidos y medios de comunicación por no condenar los desórdenes callejeros de ETA y sigan en libertad quienes nunca han condenado los crímenes de lesa humanidad del franquismo…? Está claro que deberíamos reconstruir a San Marcos diciendo “no juzgues al poder y no serás juzgado”. Admirado juez: ese fue su pecado.
Marcos Muñoz, publicado en Diario Jaén (13, Abr 10)