Constituyente María Alejandra Díaz Marín
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Raros somos los venezolanos: ni europeos, ni indios, ni afros, sino una “especie media entre los aborígenes y los españoles. Americanos por nacimiento y europeos por derecho, nos hallamos en el conflicto de disputar a los naturales los títulos de posesión y de mantenernos en el país que nos vio nacer contra la oposición de los invasores: así de extraordinario y complicado es nuestro caso” (Bolívar).
Sabía Simón Bolívar de nuestra inquebrantable voluntad y cualidades morales que nos hacen capaces de acciones heroicas: generosidad, fuerza y determinación inquebrantable: un pueblo descalzo, hastiado de injusticias y de la opresión imperial y que en épico arrojo, pertrechados apenas con lanzas, azadones, cuchillos y garrotes, se enfrentaron a las huestes españolas culminando con el vasallaje colonial, logrando la libertad primero venezolana luego nuestra americana.
La República ha sido sometida a un amargo proceso de desestabilización ejecutado por la corporatocracia mundial y sus cómplices nacionales -contrarios al modelo de Chávez- agravada en extremo y escalando en intensidad, resulta ineludible superar las vicisitudes y enfrentar los problemas económicos no con políticas monetaristas neoliberales sino con medidas revolucionarias: el impulso monetarista del Mal, insultante testimonio de todo Anticristo, anida esfíngicamente en el corazón de quienes pontifican en la Cátedra de Moisés y pone pesadas cargas sobre los hombros de los desvalidos (Pérez Arcay)
No nos queda otra opción sino luchar con las armas que tengamos y en el terreno que sea, por el derecho a tener una patria libre. No hacerlo es claudicar, tener que ver a nuestra patria convertida en una colonia y sufrir la ignominia de vivir en condición de esclavitud. Nuestro derecho a la soberanía nacional es irrenunciable.
Hoy la venezolanidad, la sangre Caribe, nuestra tradición luchadora nos llaman a formar filas en defensa del gentilicio y de la patria; con sus potencialidades, habilidades, aptitudes y conocimientos, en el frente que nos corresponda, estamos en la obligación de dar lo mejor de nosotros, incluso la vida si fuere necesario.
Y decimos con Manuel Palacios Fajardo:
“Para que un pueblo sea libre basta el quererlo ser: estos son los deseos de Venezuela. El orden de los sucesos… han arrancado a la España la dominación de estas regiones; no es posible oponerse más tiempo a los decretos de la omnipotencia ni a la voluntad general de hombres dignos de serlo. Sí: torrentes de prosperidad van a sucederse a los siglos de ignominia. Venezuela es libre y va a ser independiente; aprovéchese enhorabuena la Inglaterra de esta declaratoria para romper con Venezuela; empeñe la España sus pactos para mover contra nosotros sus aliadas o produzca un esfuerzo de entre su impotencia; desconózcannos todas las potencias del universo. Venezuela se basta a sí misma, Venezuela triunfará de cuantas se opongan a su felicidad. Roma, antes de formar un vasto imperio, era una aldea; la Gran Bretaña, antes de dominar los mares, una débil isla. Todo cede al impulso de la libertad y las fuerzas del hombre libre sólo son comparables a su dignidad….Venezuela será habitada por hombres libres o el sepulcro funesto de sus actuales moradores. Venezuela será un pueblo independiente o dejará de existir entre los pueblos de la tierra y atendiendo a los clamores de la voluntad general, pido se haga en este día la declaración de nuestra absoluta independencia de la España y todo el poder extranjero…”
La “raza cósmica” de Vasconcellos y que Bolívar interpretó como la “venezolanidad” cuya misión vanguardista es la creación de una verdadera humanidad universal o “cósmica”… un pueblo mestizo que expresa una raza ideal destinada a ser la vanguardia de la humanidad futura.
La raza cósmica está velando por la libertad de Todos y Todas: no se les olvide nunca.
MARIA ALEJANDRA DÍAZ
Revista América Latina
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