Revista Opinión

La realidad económica española en el nuevo decenio

Publicado el 23 diciembre 2019 por Carlosgu82

La deuda pública española roza el cien por cien de su PIB. Esta noticia (bastante común en los telediarios) suele pasar inadvertida por el consumidor ordinario salvo cuando se emplea en contextos catastróficos, propios de campañas electorales. Sin embargo, resulta un dato interesante de manejar, para comprender la situación económica que atraviesa en éstos momentos nuestro país.

Aunque, en cierta forma, el dato asusta (con su mayor incremento entre 2008 y 2014), no por ello debe ensombrecer nuestras expectativas sobre el panorama que nos esperará en la nueva década. Recordando que entre 1996 (cuando la deuda alcanzó el 65%) y el propio 2007 (35%) el indicador se redujo notoriamente (ayudado por el alivio presupuestario que suponía el sector de la construcción), debemos preguntarnos si realmente éste camino no tiene salida. O si, por el contrario, existe esperanza para cumplir con las exigencias de nuestros acreedores, de una u otra manera.

En un artículo del periódico EL MUNDO, se afirmaba que la mayor parte de nuestra deuda la controlaban fondos extranjeros y el propio Banco Central Europeo. No es de extrañar que así fuera. Las relaciones del Presidente Rajoy con Europa siempre fueron buenas, tanto a nivel bilateral como institucional. Que el BCE aprovechara la coyuntura española para apropiarse de numerosos títulos del Tesoro da muestra del interés que generaba nuestra situación en Bruselas. Controlar la debilidad potencial de un estado miembro, al mismo tiempo que se le exigían ajustes severos en sus presupuestos.

Pero la realidad que debe ocuparnos ahora (más que posibles recortes en las futuras cuentas de Sánchez), es la acción y gestión que el Ejecutivo tendrá que realizar en los próximos años, para que ésa deuda no se dispare. ¿Por qué? Según muchos, por la volatilidad del propio mercado. A fin de cuentas, la crisis de 2008 tuvo en las hipotecas subprime un punto necesario de inflexión, que se convirtió en un desencadenante grave de la burbuja inmobiliaria española. Dicho en otras palabras; el peor golpe es aquel que no se ve.

Sánchez tiene frente a sí un escenario complejo. Reducir la deuda, aumentar las prestaciones sociales y evitar el estallido de otra crisis en cualquiera de los sectores que componen la actividad económica española. Con especial atención a aquellos que dependen de variables financieras de alto riesgo. ¿Se puede trazar un plan de semejantes características?

Si el acuerdo con Podemos sale adelante, lo más seguro es que el segundo punto se acometa sin más dilación. En cierta forma, es necesario. La ciudadanía, en muchas ocasiones, necesita ver gestos <<reales>> que se traduzcan en forma de ayudas a la dependencia, mejores pensiones y mayor gasto sanitario. Pero contentar la demanda social sin asegurarse un fondo productivo que respalde dicho tipo de actuaciones también puede resultar temerario.

Tal vez haya que volver a la idea del empleo público. El Gobierno debería destinar parte de sus fondos para la creación de empresas públicas que ayuden al sector privado a defenderse de imprevistos de éste tipo. Poniendo mayor énfasis en aquellas compañías que operen con su matriz en España, el Ejecutivo debe buscar la forma de fortalecer su presencia pública en el mercado (como apoyo, no competencia) para así crear un <<colchón>> productivo que minimice, si no evite, posibles pérdidas en el caso de que estalle otra crisis.

Pero no sólo. Sánchez tiene que hacer valer su fuerza en Bruselas, para que Europa adopte medidas proteccionistas en aquellos sectores más influidos por las variables bursátiles. El <<segundo mercado>> de valores no puede suplir al auténtico (el que se trabaja). Europa debe crear barreras a nivel continental para impedir que su economía quede a la deriva en el caso de otra situación similar a la del 2008. Más intervención pública de todos los gobiernos europeos en sus sectores productivos, y medidas fuertes de proteccionismo a nivel comunitario para impedir la influencia de valores externos en ellos.

Eso generaría mayores ingresos, incluso, para pagar servicios de protección como el de la OTAN.

Sin duda, un contexto complejo, al que habrá que poner rostro en el próximo decenio. Veremos.


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