- Idolatramos el liderazgo pero promovemos la gestión.
- Marginamos la visión mientras premiamos el proceso.
- Somos formados como "respondedores" y no como iniciadores.
- Propagamos la cultura del permiso
- Creemos que el liderazgo innovador y la transmisión de ideas ocurren gracias a una plataforma de comunicación del siglo XVII.
En nuestro entorno podríamos añadir algunas más:
- Debatimos sobre gestión clínica, sin saber siquiera adonde queremos llegar.
- Lo mismo con los crónicos: lo tenemos claro pero no sabemos que modelo diseñar, como financiarlo y como encajarlo en nuestra organización.
- Todos hablamos de educación y promoción de la salud, pero la tecnología y la innovación se llevan el protagonismo. Y adoptamos herramientas que nos deslumbran sin analizar su eficacia.
- Hablamos de desinversión basada en la evidencia, pero "mejor no toques nada por si alguien se enfada".
- Queremos centrar el sistema sanitario en el paciente, pero todo acaban siendo peleas para proteger chiringuitos gremiales (sindicatos, colegios, sociedades, etc).
- Sabemos resolver los problemas más recientes, pero los problemas de siempre (que más bien debieran ser "características") siguen ahí, como el dinosaurio.
- La ética es sagrada, pero a muchos les da igual que un premio a la lucha contra la obesidad sea para una clínica quirúrgica, que el ministerio avale la homeopatía o que algunas sociedades científicas parezcan sociedades mercantiles.
- ¿Profesionalizar la gestión sanitaria? Todos se apuntan, pero que empiece el siguiente...
- Y como estos, muchos más.
En definitiva, el presente y el futuro cercano responden un poco a aquella frase de Lampedusa: "Si queremos que todo siga como está, es preciso que todo cambie."