Revista Opinión
Ésta sí que es una buena noticia, que los cipayos comiencen a pensar por su cuenta, que dejen de ser los perros del amo, esos que ayer paseaba Aznar por las playas de Marbella sin correas ni bozales, seguramente en la mejor alegoría de su concepto de la situación, porque él, ya se sabe, es partidario de la fuerza, de la fuerza bruta, de toda la fuerza, Irak, de modo que los perros deben, en su concepto, comenzar a actuar ya. Pero los perros, los cipayos, esos privilegiados agentes de orden público que cobran prácticamente por no hacer nada, sólo por asustar al pueblo, parece como si comenzaran a pensar sobre quiénes son, de dónde vienen, hacia dónde van y que es lo que realmente hacen, para qué sirven y su primera respuesta, hoy, es que no están de acuerdo con esa orden que el ministro del Opus les ha dado de comenzar a aplastar a los simples ciudadanos que sólo piden un poco de justicia, no la justicia, toda la justicia, porque esto último saben que ya es imposible dado lo avanzado de la enfermedad social. De modo que sólo se han limitado a decir que consideran injusto que les hagan perseguir a los desahuciados. Poco es realmente, pero por algo se empieza. Si ellos se negaran radicalmente a cumplir las órdenes del Opus, a este gobierno de canallescos meapilas sólo le quedaría el ejército que ciertamente no es poco, pero ¿cómo sonaría internacionalmente que un gobierno que se autotitula democrático echara su tanques a la calle en una especie de plaza de Tiahnamen liberal? Pero esto que estoy escribiendo ahora yo sé muy bien que no es más que el ansioso sueño de una noche de primavera lluviosa, que es muy difícil, si no imposible, que los cipayos hagan algo más que protestar un poco porque a algunos de sus hermanos, de sus vecinos, de sus amigos, de sus conciudadanos se les esté echando a rastras a la puta calle. Es más, estoy seguro porque he conocido a lo largo de toda mi puñetera vida a algunos de ellos, que los hay también que están deseando cumplir las órdenes del Opus con más ferocidad incluso que la que estos usuarios del cilicio desearían porque el Opus no es una orden mendicante sino todo lo contrario, furiosamente seguidora del becerro de oro, porque piensa que, con éste, es mucho más fácil obtener esa deseada santidad que ninguno de ellos alcanzará nunca. Porque sólo es de santos realmente, colocar la otra mejilla si te golpean en ésta, si nos atenemos al mensaje del verdadero fundador, y el Opus, hasta ahora, hace precisamente todo lo contrario, golpea bien fuerte en donde más le duele al pueblo. De modo que son muy pocas, yo diría ninguna, las verdaderas esperanzas de que la rebelión nos venga por este camino de los auténticos cipayos, de esos que han conseguido un lugar en el sol persiguiendo duramente a sus iguales. Y del ejército, no me atrevo ni a hablar porque son muy capaces de fusilarme al amanecer o de pegarme un tiro entre ceja y ceja como decía el marido de una de las amigas de mi mujer, que todo el mundo tiene amistades peligrosas. De modo que, una vez más, concluyo con mi eterno canto a la desesperanza porque, como decíamos ayer, hay más de 11 millones de patriotas españoles que están de acuerdo en que esta gente acabe hasta con la última posibilidad de una auténtica salvación.