Revista Opinión

La reconstrucción económica y social debe ser también política

Publicado el 09 junio 2020 por Franky
España es un modelo mundial de corrupción, inmovilismo y estancamiento político. Los grandes acontecimientos que sufre, ya sean la muerte de Franco, el 11M o la pandemia, en lugar de producir cambios y alteraciones en el sistema para afrontar en el futuro, con mayores garantías, situaciones similares, son absorbidos por el sistema sin que cambie nada ni altere sus reglas y equilibrios de poder. Es muy probable que salgamos del desastre del coronavirus igual de mal preparados y que tengamos que afrontar en el futuro, con la misma torpeza y con grandes daños, un rebrote u otra pandemia. Hoy publicamos un artículo del politólogo Carlos Rodriguez Hurtado, todo un lujo para Voto en Blanco porque el autor es uno de los españoles más lúcidos del presente. En uno de sus párrafos, Carlos dice: "Tanto la muerte de Franco como el golpe del 23F, el 11M, la crisis económica, el 15M, el golpe independentista y ahora una pandemia que lleva camino de cobrarse 50.000 muertes, la mayor tragedia humana de nuestra historia reciente, han sido capaces de alterar el equilibrio de poder con los partidos políticos al frente. Cualquiera de estos acontecimientos hubiera requerido de transformaciones políticas e incluso de procesos constituyentes que hubieran dado como resultado un sistema político capaz de afrontar los nuevos retos después del trauma colectivo, eso sí sería salir más fuertes, más reforzados y con una mayor fortaleza democrática. Sin embargo, todos los procesos que se han producido tras uno de estos episodios han vuelto a ser monopolio de los partidos políticos, quizás los mismos causantes del problema". --- LA RECONSTRUCCIÓN ECONÓMICA Y SOCIAL DEBE SER TAMBIÉN POLÍTICA Este es uno de esos momentos, no sé si llamarlo histórico por lo manido del término o dejar que lo hagan los historiadores cuando crean oportuno hacerlo. Sin embargo, tanto si lo es como si no lo fuera, el caso es que ese antes y después de un acontecimiento, episodio, tragedia, catástrofe o cualquier hecho traumático para un colectivo acaba por crear cambios y transformaciones en la vida de los ciudadanos. Los politólogos lo describimos como Cleavages o escisiones y fracturas que ocurren en la sociedad debido a un trauma colectivo de carácter histórico, bélico, económico, social, religioso, sanitario político etc, cuya consecuencia es una división social que suele influir en varias generaciones y, a la vez, produce una regeneración del sistema político.

No siempre estos cambios significan evolución y desarrollo, hay más probabilidades que las sociedades democráticas con mayor flexibilidad incorporen y adapten con más velocidad estas transformaciones que aquellas otras sociedades más rígidas que se muestran más precavidas a la hora de añadir elementos que supongan una perturbación en el sistema por el hecho de que los cambios puedan alterar los llamados equilibrios de poder.

Uno de esos sistemas cuya rigidez condena al estancamiento de la democracia lo tenemos en España donde, a pesar de los Cleavages que han supuesto un antes y un después de determinados acontecimientos históricos, nada ha cambiado aunque en la forma o el formato lo aparenten. Tanto la muerte de Franco como el golpe del 23F, el 11M, la crisis económica, el 15M, el golpe independentista y ahora una pandemia que lleva camino de cobrarse 50.000 muertes, la mayor tragedia humana de nuestra historia reciente, han sido capaces de alterar el equilibrio de poder con los partidos políticos al frente. Cualquiera de estos acontecimientos hubiera requerido de transformaciones políticas e incluso de procesos constituyentes que hubieran dado como resultado un sistema político capaz de afrontar los nuevos retos después del trauma colectivo, eso sí sería salir más fuertes, más reforzados y con una mayor fortaleza democrática.

Sin embargo, todos los procesos que se han producido tras uno de estos episodios han vuelto a ser monopolio de los partidos políticos, quizás los mismos causantes del problema. De nada servirá este nuevo paripé llamado Comisión para la Reconstrucción Social y Económica si los actores exclusivos y protagonistas siguen siendo los que no han sabido gestionar el problema. Ver el comienzo de esa comisión presidida por Patxi López, con un vicepresidente, líder del PCE, Enrique Santiago y dos trifulcas, una cada día, entre el vicepresidente segundo del gobierno, Pablo Iglesias, y el diputado de VOX, Iván Espinosa de los Monteros, o el propio Enrique Santiago con otra diputada, más la falta de imparcialidad del presidente de la comisión, es todo un adelanto de lo que puede acabar siendo España con esa comisión para la reconstrucción. Nada que ver con lo que necesitamos.

En primer lugar, no puede haber una reconstrucción social y económica de España si no hay una reconstrucción política, y ello pasa por una regeneración del sistema político y sus instituciones sobre la base de un modelo político donde la sociedad civil alcance la mayoría de edad social y política que suponga una drástica reducción del paternalismo estatal y la tutela de los partidos políticos. Solo así, con una mayor conquista de libertades y una sociedad civil fuerte y organizada que sirva de contrapeso al enorme poder de los partidos llegaremos al sistema de convivencia que las democracias avanzadas han implantado y cuya principal consecuencia ha sido un mayor desarrollo político, económico y social.

Y esa reconstrucción política empieza por modificar y/o eliminar los elementos que soportan el actual sistema político: Sistema electoral, modelo de partidos, spoil system y representación real de la sociedad. De todas las formas en las que se podría reconstruir el sistema ésta sería la menos traumática, pues entre las otras dos, no hacer nada o un proceso constituyente, correríamos el riesgo de volver al monopolio político de los partidos o al conflicto social. Estos serían los cuatro elementos clave para que la agenda política pasara de manos de los partidos a manos de los ciudadanos y, tanto las leyes como las políticas públicas, dejaran de ser una imposición de los partidos por una demanda de lo que se produce en la realidad social. Más adelante, la inercia y la evolución de los procesos políticos derivados de una determinada configuración política se encargan de ir encajando el resto de las piezas con mayor facilidad a medida que son menos los elementos a incorporar. Una construcción racional donde toda pieza tenga una justificación y un por qué, no como el actual modelo con tanta artificiosidad que no parece hecho para la sociedad española, precisamente porque no fue una construcción racional y careció de las élites sociales como historiadores, politólogos, sociólogos, antropólogos, economistas, filósofos, psicólogos, poetas, místicos, físicos y, no solo juristas, que aportaron demasiada normativa incluso constituciones extranjeras y nada que nos hubiera dado un mayor aporte sobre la idiosincrasia de quienes iban a recaer esas normas, nuestra existencia y experiencia histórica, nuestro modo de entender la vida y el peligro de otorgar el poder a las facciones políticas que acabarían por expandirse a todos los ámbitos institucionales y sociales con el consiguiente control sobre la esfera privada de los ciudadanos pero sobre todo esa participación de las élites sociales hubiera dotado de una gran fortaleza democrática que fue ignorada y supuso todo lo contrario, una mayor fragilidad democrática por la sola participación de los juristas. De ahí que la mejor herramienta para la reconstrucción nacional sean la modificación y/o eliminación de esos cuatro elementos a los que me voy a referir a continuación y que, paradójicamente no representan grandes dificultades en su sustitución por el hecho de no haber sido reforzados por el resto de las élites sociales, en cuyo caso, todo queda supeditado a una derogación de leyes orgánicas que no afectan a derechos y libertades, sino al núcleo cancerígeno del sistema político: Los partidos, los mismos que vuelven a monopolizar la reconstrucción económica y social pero rechazan la reconstrucción política porque es la que va a afectar a sus privilegios. Por tanto, esta vez no vamos a caer en el gatopardismo partidista de cambiar todo para que nada cambie y nos vamos a centrar en desmontar los elementos que soportan la llamada partidocracia española.

1. SISTEMA ELECTORAL que vincule a elector y candidato porque es la única fórmula mediante la cual el procedimiento legitimador de las normas discurra por su cauce natural y evite así que otros poderes fácticos o poderes no elegidos acaben por imponer la legislación y las políticas públicas. Es decir, ese vínculo entre elector y candidato haría posible que desde que se producen las demandas sociales hasta que vuelven a la sociedad en forma de leyes o políticas públicas éstas sean expuestas por el elector al candidato, éste las tramite en el parlamento y acaben en la sociedad hechas realidad. Sin ese vínculo ese espacio vacío es apropiado por los poderes fácticos que van a imponer sus intereses particulares frente al interés general. El vínculo impide concentrar la legislación en oligopolios y oligarquías y, a la vez, es la mejor herramienta para la fiscalización y control sobre el representante. Además, evita la propagación de partidos regionales y nacionalistas por la proximidad del candidato con el elector. Por otra parte, sería la forma más perdurable de la representación política y la estabilidad del sistema, ya que la elección depende de la labor política frente al electorado sin intervención del partido.

2. MODELO DE PARTIDOS cuya función sea proporcionar candidatos y no el monstruo totalitario que ocupa instituciones e invade espacios sociales con consecuencias devastadoras para el Estado y sus instituciones al verse erosionado el principio de neutralidad política de las instituciones con una saturación de nombramientos políticos hasta niveles administrativos que politizan la Administración Pública y la invasión de los espacios sociales secuestrando la voz de la sociedad civil mediante una constelación de organizaciones satélites cuyo núcleo duro son los partidos y acaban confundiendo la realidad social con una copia de la agenda política de los partidos, a la vez, que acaban con todo resquicio de libertad. De todos es sabido que el poder tiende a expandirse y si la constitución española otorgó un excesivo poder a los partidos políticos ahora sufrimos sus consecuencias, han ocupado todos los espacios que la democracia tiene reservados a sociedad civil y los poderes del Estado llegando a poner en peligro la base fundamental del sistema democrático como es la separación de poderes. Incluso la constitución que describe las funciones que sociológicamente caracterizan a los partidos políticos, no prescribe que estas sean las que tienen que llevar a cabo. La creación de los partidos políticos es libre, no está condicionada al cumplimiento de tales funciones. La relevancia constitucional de esas funciones les exige organización y funcionamiento democrático. La constitución y el ordenamiento jurídico favorecen estas funciones, como el acceso a medios de comunicación de carácter público, previsto en el art. 20.3, CE. Tampoco la constitución prevé un cinturón de hierro en torno a los partidos políticos, como se desprende de que el art. 23.1 de la constitución atribuya el derecho de participación a los ciudadanos "directamente o por medio de representantes" y el acceso a funciones y cargos públicos a los ciudadanos, no a los partidos políticos; o, el art. 67.2, que establece la prohibición del mandato imperativo y, sin embargo, sigue vigente mediante la disciplina de voto de partido. Necesitamos partidos políticos que sirvan de plataforma para todo aquel ciudadano procedente de los sectores productivos pueda presentar su candidatura y llegar tan lejos como sus recursos, estrategias, ingenio, talento y esfuerzo se lo permitan y no ese almacén de parásitos que viven y sobreviven en ellos a la espera de que el dedo del líder los designe, lo cual va a perpetuar su sumisión y obediencia en la dirección opuesta a los intereses de los ciudadanos. La primera consecuencia es la degradación del alma del sistema parlamentarista llena de personajes con más vicios que virtudes y sin trayectoria vital de utilidad para la resolución de las demandas y problemas reales.

3. SPOIL SYSTEM o reparto del botín del Estado entre aquellos que ganan las elecciones, lo cual significa que estamos ante un modelo político que fomenta el clientelismo y rechaza el mérito y la capacidad favoreciendo asimismo el nepotismo, el despotismo y generando una corrupción que acaba siendo sistémica. Las grandes democracias ya advirtieron el riesgo de la toma del Estado por los partidos y abolieron el spoil system hace más de 200 años, en concreto, los EEUU mediante la ley Pendelton y Gran Bretaña por la Order of Council. Incluso en la Italia de los 70 que tuvo que soportar decenas de crisis de gobierno, el Estado y sus instituciones no se vieron paralizados gracias a que los nombramientos políticos no invadían la Administración Pública cuyos únicos cargos políticos llegaban a ser el Ministro y el Secretario de Estado. La desaparición del spoil system acabaría con el parasitismo político que inunda los partidos y con esa clase dirigente que arrastra los peores vicios para llegar a los más altos niveles de poder.

4. REPRESENTACIÓN REAL DE LA SOCIEDAD y sus sectores productivos. Decía Jefferson que las cámaras legislativas debían ser el fiel reflejo de la sociedad, en ellas debían estar sentados empresarios, inventores, rentistas, creadores, propietarios, profesionales y todos aquellos que con su esfuerzo e ingenio producen desarrollo, evolución, cultura y bienestar contribuyendo a la grandeza del país, ese es el sentido de la nación y esa es la naturaleza de la representación, la de quienes conforman la nación que no es más que la voluntad de un grupo humano de vivir en comunidad dentro de unos límites geográficos delimitados por fronteras. Y esa nación, a modo de organizarse entiende que el Estado es la forma en que debe organizarse administrativamente. Sin embargo, lo peculiar de nuestro sistema político es que la nación y su naturaleza no tienen en el parlamento ese fiel reflejo de su representación, lo que está representado es el Estado con una proporción que es más bien una desproporción de funcionarios dedicados al activismo político, lo cual es una anomalía democrática por partida doble, primero porque la clase dirigente de un país surge de la sociedad y sus sectores productivos, no de la ventanilla pública y, segundo, porque el hecho de que la política esté copada por funcionarios significa que la neutralidad política de las instituciones ha sido erosionada de manera grave. Esto tiene como primera consecuencia la funcionarización de la política pero también la politización de la Función Pública. Esto es una disfunción que acaba siendo una perversión ¿Quién va a creer en la imparcialidad de un juez, un inspector de Hacienda o cualquier funcionario cuya razón de ser es la neutralidad cuando ha ejercido el activismo político y vuelve a la Función Pública? El salto a la política de los funcionarios públicos está incentivado y privilegiado por una Administración Pública que actúa a modo de red protectora protegiendo nivel y categoría por si llegado el momento hay que reingresar llevando la carga del desprestigio y el descrédito a las instituciones. Por otra parte, resulta inconcebible que la mentalidad del burócrata sea la que dirija y gobierne a los sectores productivos de aquellos cuya mentalidad es diametralmente opuesta, nos encontramos ante la mentalidad riesgo cero dirigiendo a la mentalidad que arriesga vida y patrimonio para generar riqueza. Nuestras constituciones desde la de 1812 en su artículo 97 ya prohibían el ejercicio de la política a los funcionarios, aunque no se atrevieran a ser más contundentes, y lo limitaran al ámbito territorial donde ejercieran sus competencias.

En definitiva, no se puede acometer una reconstrucción económica y social sin una reconstrucción política porque esta es la base de la verdadera construcción racional y donde reside el fin de nuestra historia contemporánea repleta de interrupciones democráticas, constituciones excluyentes y políticas pendulares que han acabado en enfrentamiento político y conflicto social precisamente por la falta de participación de las elites sociales como vanguardia de una sociedad civil fuerte y organizada que sirva de contrapeso al enorme poder de los partidos políticos, a los que una vez más, los acontecimientos ponen en sus manos, las mismas que han creado el problema, la solución de los mismos. Dejar que esto ocurra sería repetir la historia, un cierre de ciclo político por agotamiento y fracaso tomado por los mismos de siempre, aquellos que tienen que ser los primeros en transformarse para que, de una vez por todas, sean los ciudadanos mediante la sociedad civil y sus élites sociales los que configuren el nuevo modelo político que haga de España un sistema de convivencia que perdure hasta donde la voluntad de sus ciudadanos decida porque las democracias son construcciones perfectamente inacabadas, lo cual permite que se puedan ir adaptando a las transformaciones que la sociedad impone, no podemos reconstruir un modelo político rígido que sea un freno a los acelerados cambios que se producen en el mundo y que nos afectan negativamente si carecemos de esa capacidad para detectarlos y adaptarnos. Como decía anteriormente, en eso consiste la libertad, en el camino más corto entre la realidad que se vive y el sueño que se persigue, todo lo que se interponga en ese camino, burocracia, paternalismo estatal y tutelas partidistas son un enemigo declarado de la libertad. Por eso debemos y tenemos la necesidad vital de transformar el modelo político para que la sociedad avance en su camino hacia esa libertad que nos hará mejores y para ello, nada mejor que un método científico que sea certero en el diagnóstico de la enfermedad que no es otra que todo aquel elemento cuyo problema es la libertad de los ciudadanos. En este artículo señalo a los partidos políticos y la forma en la que están configurados y también aporto el método para su transformación, de tal modo que las piezas más complicadas del rompecabezas político tienen su ubicación, el resto serán ubicadas por la propia inercia del sistema que hará que vayan encajando y lo hagan gradualmente con menos dificultad, las piezas finales siempre son las más fáciles de encajar.

Carlos Rodríguez Hurtado
Promotor de #OtraLeyElectoral


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