Revista Opinión
Desde el nacimiento mismo de Internet, una controversia permanente ha protagonizado buena parte del debate acerca de su naturaleza y razón de ser, polarizado éste entre aquellos interesados en convertirla en un parque de atracciones, abierto al ocio y al negocio, y aquellos otros que la conciben más como una red de comunicación e intercambio de conocimientos libre y plural, ajena e incluso contraria al interés económico. El tiempo y la evidencia han dado la razón a ambos grupos. Hoy Internet es una fuente inagotable de entretenimiento, aún por explotar, que supone y supondrá cada vez más un vehículo privilegiado para hacer dinero y divertirse. Por otro lado, sería injusto negar que también la red ha transformado el concepto clásico de comunicación, convirtiendo a los ciudadanos en fuentes directas e interactivas de información. Esto ha alentado la idea utópica de concebir Internet como un espacio libre de las injerencias del mercado y de los poderes establecidos; más aún, existen agrupaciones ciudadanas en la red que abogan por un activismo beligerante en contra de la manipulación informativa y de la conversión de Internet en una especie de Disneyworld.
La aparición en escena del fenómeno WikiLeaks ha puesto de manifiesto la vitalidad de movimientos de sesgo libertario, anarquista y afines que reivindican desde la red el acceso libre de la ciudadanía a la información que los intereses económicos y políticos le niegan. Aquello que una democracia inexistente, a su juicio de estos grupos coartada por los poderes fácticos, hizo imposible en el ámbito de lo físico, creen posible conseguirlo en el plano de lo virtual (cognitivo-social) que ofrece la red. Así, WikiLeaks se convierte por derecho propio en paradigma de ese ideal libertario en el que el individuo es la fuente primera y última del poder democrático. Por primera vez en la historia, el ciudadano puede de manera directa, aunque encriptada, sacar a la luz pública aquellos documentos que comprometen moral o legalmente a sus gobernantes, demandando con ello un giro copernicano en la manera como éstos gestionan su poder.
Tras la detención de Julian Assange, lider de WikiLeaks, numerosos grupos de ciudadanos se han movilizado en la red para presionar en pos de su liberación y del reconocimiento público de la labor social que WikiLeaks representa para el desarrollo de las libertades individuales y la transparencia de las instituciones públicas. Fenómenos de Internet (memes) como Anonymous o 4chan, activos a través de foros, blogs o wikis, han apoyado la causa de WikiLeaks, planeando acciones de protesta y bloqueo de webs y servicios de empresas (Postfinance, Mastercard, Paypal, etcétera) que han apoyado el acoso del gobierno norteamericano a WikiLeaks, bloqueando sus fuentes financieras. El ataque cibernético lo han denominado Operation Payback (operación venganza), en un claro rechazo no solo a la criminalización de WikiLeaks, sino también a leyes como ACTA (Acuerdo comercial antipiratería), la censura en internet, la neutralidad de red y los excesos del derecho de propiedad intelectual y los derechos de autor. A su vez, Twitter y Facebook han cancelado las cuentas de Anonymous y 4chan en sus redes sociales.
La mayor parte de estos grupos de presión social que operan en la red defienden la no injerencia en Internet de poderes fácticos, ya sean económicos o políticos. Defienden una red libre y plural, donde no tengan cabida otros contenidos que aquellos puedan ser compartidos de manera gratuita y voluntaria. De esta forma, todas las empresas que intenten hacer dinero a través de la red, deben enfrentarse a la realidad de que sus productos puedan ser reproducidos libre y masivamente por los cibernautas. En su contra, acuerdos como el ACTA estadounidense pretenden establecer todo lo contrario, una red de negocio global, impermeable a la piratería y a la cultura de lo gratuito y del libre intercambio de información.
Lo que está claro es que si bien en décadas anteriores los medios de comunicación tradicionales (radio, prensa y televisión) eran vehículos de control social y manipulación informativa, ahora es la red el nuevo espacio de adocenamiento de las masas. Estos grupos cibernéticos, pese a su carácter residual y anecdótico y sus activismo a modo de guerrilla urbana, suponen un sugerente aviso para que los ciudadanos seamos conscientes del poder que puede tener la red durante el siglo XXI, tanto como fuente de control y manipulación como de libre intercambio de ideas y contenidos. La inclinación de la balanza va a depender en última instancia de la conciencia crítica y la voluntad de los ciudadanos para hacer de Internet una cosa o la otra, o mejor, ambas tendencias alentadas por el difícil ejercicio del término medio. Ramón Besonías Román