Sorteando a la gente se hicieron con un hueco en la barra, dejando atrás la zona de baile.
En su mente se le encendió como cuál bombilla, pensando que invitandola a una copa y chupitos, se abriría más fácilmente y no precisamente de pensamiento.
– Que bebes guapa – término que utilizaba James, con todas las chicas.
– Un gin tónic, gracias – dijo Daisy, acariciando su mano.
– Eh! camarero, ponme un gin tónic, whisky con cola y dos chupitos – dijo al pobre camarero, acostumbrado a tales desplantes nocturnos.
– Gracias por la copa y el chupito – dijo Daisy, pasando su mano por el pelo, mostrándole su cuello.
– A mandar, guapetona – sin apartar su mirada de tan apetecible cuello.
James dio un largo trago a su bebida. Tuvieron una conversación inteligible, sesgando muchas palabras James, a causa de tan avanzado estado de embriaguez. Las mirada seductora de Daisy ocultaba su verdadera intención, hundiéndose James en una espiral de alcohol y seducción.
– Un brindis – dijo James, cogiendo el chupito.
– Por esta noche fantástica y por nosotros – dijo Daisy, dibujando una sonrisa con sus labios.
El chupito de Daisy fue a parar al ya húmedo y pegajoso suelo del local.
– Que tal si vamos a otro sitio más tranquilo, estaba pensando mi casa, está cerca y tendríamos más intimidad – dijo Daisy.
– Vaaamoo – el chupito había actuado en el enclenque cuerpo de James de acelerante rápidamente y su pronunciación se hacía más confusa.