Esta reforma de la negociación colectiva, aprobada sólo por el grupo socialista –cada vez más solo—, con la abstención de PNV y CiU, es otro triunfo de los poderosos, de los empresarios sobre los sindicatos, del gobierno sobre los ciudadanos, de Los Mercados sobre todos.
Recordemos que poco antes de las elecciones, patronal y sindicatos estaban a punto de llegar a un acuerdo. Una vez conocido el fracaso del PSOE y el triunfo del PP, la patronal se apartó del posible acuerdo y prefirió que fuera el PSOE, con su propia debilidad y su apego a Los Mercados, quien elaborara la ley, a sabiendas de que eso le procuraría más beneficios.
Así ha sido, por arte de birlibirloque, el gobierno ha sacado una ley más liberal y más cerca de lo que los empresarios solicitan. Aunque naturalmente, estos no lo reconozcan y pidan más.
Esta reforma de la negociación, aprobada hoy, tiene un plazo para que se presenten enmiendas desde los grupos parlamentarios. Imagínense que cambios se pueden aprobar, yo no puedo ver sino alguno promovido por el PP y algún grupo nacionalista de derechas (ya se está hablando con contundencia de abaratar más el despido, uno de los grandes objetivos de la CEOE o de la ultraactividad (la patronal pretende cada vez que se negocie un convenio, que se empiece de cero). Lamentablemente IU, BNG y ERC quedarán fuera del juego. Y si no, al tiempo.
Como resumen. además de futuros cambios que pueden surgir, propuestos por los grupos parlamentarios, éstas son las modificaciones principales que provoca esta regulación:
Vinculación de salarios y productividad. Sin estar fijado, se anuncia en el preámbulo, y CiU está muy empeñada en que se lleve a cabo. O sea, adiós al IPC –como si el IPC fuera otra cosa que actualizar el salario—, y fórmulas del tipo de las que este año se han dado: Beneficios cuantiosos y salarios congelados.
Prioridad al convenio de empresa sobre el sectorial. Es de lo más grave. Al dar prioridad al convenio de empresa lo que están haciendo es dejar desamparados a los trabajadores de las empresas pequeñas. Imaginemos el convenio del metal, por ejemplo. ¿Con que fuerza van a negociar en una pequeña empresa cuatro trabajadores con el dueño? Es muy difícil y quedan a merced del empresario. Antes la solidaridad obrera defendía a todos, porque en el sector se luchaba por conseguir mejoras mínimas para todos, con la fuerza que da la unión de muchos trabajadores.Eso se pierde.
Más medidas de flexibilidad. El cinco por ciento del horario de la jornada estará a disposición del empresario que contará también con mayor movilidad funcional. Se podrá, además, mucho más fácilmente, cambiar las condiciones de trabajo.
Se marcan plazos para negociar. Una vez superados los plazos se recurre al arbitraje, que dictará un laudo, con lo que las medidas de presión, como la huelga, pierden fuerza.
Toda esta normativa se carga la máxima primera del neoliberalismo: La no intervención del Estado. Ahora es el Estado quien legisla, y no lo hace de forma neutral, sino en contra de los trabajadores, que ven empeoradas de entrada, sus posibilidades de negociación.
Y todo, dicen, a cambio de crear empleo. Recuerdo cuando se introdujeron los contratos temporales y se precarizó el empleo que el objetivo era el mismo: dinamizar el mercado laboral y hacer disminuir el paro. Ahí están los hechos, más paro que nunca y la consecución de más flexiseguridad sigue siendo la batalla. Ya saben, menores costes salariales, y todo ello a costa de abaratar el despido y de disminuir la presión fiscal de las empresas.
Otra vuelta de tuerca más, otro agujero más en la correa, ¿hasta cuándo? Y hay quien habla de violencia, cuando tiran una piedra en una manifestación. ¿Cómo se puede llamar a esto si no es violencia contra los trabajadores? Sólo un huracán de unión de los ciudadanos puede parar este vendaval de los poderes políticos y económicos. Cada vez peor, para que ellos estén mejor.
Salud y República