Hay conceptos que son imposibles de relacionar por mucho que queramos, como agua seca o fuego frío, porque constituyen un contrasentido. En el mundo literario se suelen usar estas expresiones para provocar un efecto poético, pero fuera de este ámbito este tipo de usos resultan ridículos y bastante absurdos. Por ello, cuando estos días estamos oyendo al presidente del gobierno, Mariano Rajoy, hablar de la regeneración democrática no podemos sino quedarnos pasmados.
Así las cosas, se trata de medidas que pretende llevar a cabo nuestro egregio presidente para presentarlas en las Cortes Generales tras los merecidos baños veraniegos, pidiendo, además, el esfuerzo de todos para intentar corregir los errores del sistema, como si fuera el sistema el que reparte sobresueldos y decide recortar en prestaciones sociales; o el que pone en la calle a los corruptos y condena a quienes protestan por las injusticias.
Entre las medidas de regeneración democrática que pretende implantar están la elección directa de las alcaldías porque todavía hoy son el partido más votado en muchas ciudades pero con un margen que se ha visto muy reducido en los últimos tiempos, por lo que las coaliciones y los pactos entre partidos de la oposición dan como resultado alcaldes de partidos menos votados. La elección directa les devolvería algunas de las alcaldías que han perdido con este sistema. Hemos de decir que no nos parece mal esta elección directa, a pesar de que eso implicaría que el PP gobernaría hoy en más municipios –que suceda o no es cosa de los ciudadanos que deciden votar, sarna con gusto no pica-, incluso sería bueno que se trasladara el modelo también a las elecciones generales, aunque mucho nos tememos que esto ya iba a ser demasiada regeneración democrática para el señor Rajoy.
Otra de estas medidas que nos harán rebosar democracia por los cuatro costados es la intención de revisar el número de aforados, pero aquí nos queda la duda de si es para reducirlos o aumentarlos porque esto último es lo que ha venido haciendo, los más recientes, el de la entonces reina Sofía y príncipes de Asturias justo antes de convertirse en reyes, y el de Juan Carlos, una vez abdicado, en un aforamiento exprés sin parangón.
Las otras medidas de regeneración democrática se refieren a cambios en el régimen económico de los partidos y el estatuto de los altos cargos. En estos casos, después de la que ha caído con la financiación de partidos y el enchufismo de los funcionarios del Tribunal de cuentas, entre otras cosas, además de una tomadura de pelo, ya sólo falta que nos digan que cobrar sobresueldos y trampear los exámenes de oposiciones va a ser legal si al Gobierno le da la gana, porque sino esto no se lo cree nadie.
Es decir que nos vienen a arreglar esto, proponiendo regeneración democrática en España, los mismos que se lo han cargado de un plumazo, quitando derechos a los trabajadores, a los dependientes, a los extranjeros, a los enfermos, a los profesores, a los médicos, a los parados, a los niños y a los pensionistas y dejando a los ciudadanos en la ruina total. Eso sí, sus amigos son ahora más ricos.