LA REGIÓN INMÓVIL. TOM DRURY
Con esta nueva entrega, la editorial 451 nos ofrece otra forma de hacer novela, la norteamericana.
Tom Drury (Iowa, EE.UU, 1956) se mueve por el Medio Oeste que le vio nacer, haciendo marcas típicas de los hermanos Coen, con una mezcla de nihilismo vital y diálogos de novela negra.
La región inmóvil se mueve con muchísima soltura entre el género negro y la diversión, con unos diálogos rápidos, inteligentes y, en ocasiones, hilarantes.
Pierre Hunter es un chico que está resentido con la vida y para evadirse de ella, o hacer las paces, tal vez, se entrega de forma desaforada al alcohol. Lo abandona todo cuando sus padres mueren y se instala en The Driftless Area (La región inmóvil), trabajando como camarero en el Jack of Diamonds, uno de tantos restaurantes americanos. Todo se complica cuando conoce a una chica, que no se parece a aquella que sus allegados habían conocido, y se va a vivir con ella.
José María Merino afirma que, en la narrativa, debe haber movimiento, pues en La región inmóvil, el lector no tendrá ni una pausa para coger aliento. La trama es vertiginosa desde el principio, lo que imprime a la narración una agilidad poco reflexiva. De esta manera, el lector se ve arrastrado a la fuerza hacia lugares en los que, tal vez, él no eligiera estar.
El tono, el ritmo, incluso los diálogos, recuerdan a El Halcón Maltes de Hammet. Los personajes se describen por sus actos, no por lo que de ellos cuente el narrador.
Personajes que no son, sino arquetipos alucinados y alucinantes que conviven con una realidad de la que nos dan cuenta cuando el tiempo se les acaba.
Una obra en la línea de la narrativa americana de los 50, pero con una vuelta de tuerca que está en el más allá y, de la que es mejor, no contar nada, sino descubrirla nosotros mismos.