Revista Sociedad

La regularidad, y su medida patron. ¿la universalidad masonica)

Por Vguerra
GRAN lodge

Ahora que estamos en el Tricentenario del nacimiento de la masonería, y algunos se dedican a mirarse el ombligo, y otros a decir lo que bueno que son, y otros los numerosos que son, y en su mayoría a enraizarse en una masonería la de 1717 que nos les pertenece, es como si festejaran el feliz aniversario de la abuela, pues sus fechas patrón creo si no me equivoco que son 1738-1751 y 1813  y 1829. echen cuentas. En todo caso creo que los 300 años de masonería, ya que todos se auto convidan a la celebración deben servir para algo más que para nos ninguneos, y deben servir para la reflexión crítica, para conocernos mejor y poder encarar un futuro halagüeño Lo cierto es que este tema de las «medidas patrón» es una cuestión cadente en la masonería desde hace ya muchas décadas y como tal concepto, la «regularidad» supone cuando menos, y de antemano para buena parte de los masones, el canto rodado del camino, ese en el que todos tropezamos alguna vez. Puesto que supone, de una u otra forma, que pese a los reconocimientos que como masones nos debemos, unos con respecto a los otros, en lo individual e incluso en lo colectivo, sin embargo, nos encontramos que en muchas ocasiones no podemos trabajar juntos, al menos en lo institucional u obediencial, en especial debido a esas concepciones al uso de la «regularidad», e «irregularidad», que al final son etiquetas, pero cuyas definiciones nos separan a los masones. Esta noción de la «regularidad» en el seno de la masonería, es digamos, unidireccional, en tanto que deviene en base a los edictos que emanan de una determinada entidad masónica, que parte de los presupuestos de considerar como medida patrón de dicha regularidad, lo siguiente: · La legitimidad de origen · El respeto a las Antiguas Reglas. · Reconocimiento · Exclusividad territorial
Estos apartados son los que han determinado un cierto acuñe definitorio, a modo de que aquellos que nos estén en línea, con la medida «patrón», sean considerados algo así como los «Hermanos Separados» que exponía Alec Mellor. Lo cierto es que la masonería tiene interesantes e importantes proclamas tendentes a querer alcanzar como objetivos importantes la fraternidad y la universalidad, pero paradójicamente contra ellos choca frontalmente ciertos sofismas nacidos generalmente de la interpretación de las Antiguas Tradiciones, en cuyas fuentes beben aquellas organizaciones masónicas que se proclaman y se establecen como Obediencias Regulares. Lo cual les implica tener un sello, tan solo por el hecho de estar legitimadas mediante un curioso concepto y singular proceso de otorgamiento de la «regularidad», generalmente proveniente de la Gran Logia Unida de Inglaterra (GLUI). Aunque esa alineación tan destacada de la organización masónica inglesa, denominada también cabeza de la «Tradición» trae consigo una concepción y una praxis que en lo filosófico viene a decirnos que dichas organizaciones se desarrollan bajo el concepto de un cierto «paternitas». De este modo ejemplifican su acción fraternal mediante el ejercicio de la caridad, que recoge su identidad más bien del carácter religioso de este acto, frente a otras organizaciones que defienden otros conceptos de carácter más universalista y racionalista, y por tanto desligados de las actividades o concepciones caritativas. Esto último, digamos que está más bien instalado en las masonerías y Obediencias alejadas de la Traditio, las cuales se embarcan, con mejor o peor fortuna, en lo que supuso la fundación de la masonería de 1717, y sobre todo, en su molienda francesa del renacimiento de la masonería moderna. La creación masónica de 1717 fue ante todo un proyecto de renovación sobre los pilares de una cierta razón universalista, que, al pasar por el crisol de Las Luces, ya en el Continente, terminó asumiendo conceptos más contemporáneos, como el avance que supuso pasar de ser considerados vasallos, a tener la condición de ciudadanos. O la que devino entre dos conceptos antagónicos como la caridad y la «fraternidad»; o entre la «universalidad» un tanto confesional del Centro de Unión andersorniano, al llamado Centro de la Unidad, más contemporáneo y actual. Por tanto, la famosa querella de los «antiguos y los modernos» cobra desde esta visión mucho más sentido; sobre manera en el plano de que el nacimiento de 1717 resultó ser un choque cultural masónico de primera magnitud, que intentó y en parte logró quebrar, Laurent Dermott y sus «ancients». Por lo cual, podemos decir que la fundación de 1717, no fue un proyecto de transición de una masonería operativa a una masonería especulativa, sino muy al contrario vino a significar el rompimiento con la traditio de un mundo anclado en los «Centros de Unión» de concepción medieval, de raíz cristiana, dicha fundación supuso un gran vuelco, pues la religión protestante que tenía todo un peso social y confesional, de primera magnitud se va a plasmar tanto a nivel organizativo como conceptual. Toda esta actividad y concepción se trasladó a los rituales, otra cosa es que hoy, podamos y seamos capaces de rastrear en ellos, toda esa cultura religiosa, para de ese modo poder delimitar su peso e influencia. En este último caso, las diferencias conceptuales entre los «antiguos» y los «modernos», las obtenemos al comparar los viejos catecismos y divulgaciones y los distintos rituales, que la historia nos ha ido legando a lo largo de todos estos siglos. Tal vez, para comprender la verdadera dimensión de todo esto, haya que revisar nuestra propia construcción de la historia masónica, para poder analizarla de otra forma y bajo otro prisma, fuera, cómo no, de los contextos tópicos e historicistas tan al uso. Por cual será necesario, entender el fenómeno de la eclosión masónica de 1717, verlo y examinarlo como el resultado de una auténtica ruptura, como fue la quema de naves por parte de las logias que secundaron a Désaguliers, a Payne, o a Sayer en el proceso de modernización, en el que se embarcaron estos francmasones en 1717. Su nacimiento, se tradujo en un objetivo cuasi único, que no hubiera punto de retorno; tal vez desde esta perspectiva se pueda entender la comentada quema de textos rituales por parte del pastor Anderson; personalmente soy de la creencia que Désaguliers, tenía muy claras las ideas al respecto de la obra en la que estaba embarcado, y como tal dejó plasmada su idea junto con Payne, al redactar los Reglamentos de las famosas Constituciones de Anderson. Con esa acción estaban dando un nuevo marco de acción y encuentro, dentro de la componente religiosa y confesional protestante, que estaba instalada en las logias, y en los propios masones ingleses del siglo XVIII. El objetivo era aportar un espacio neutral, un hueco para la Razón, un espacio ideal y singular para aquellos que no querían estar bajo el yugo de la confesionalidad individual y logial de aquellos momentos, y tener que expresarse o de identificarse en función de sus creencias intimas y personales, tanto políticas como religiosas. El respeto a las creencias religiosas de carácter individual e íntimo, en el ámbito masónico, será producto del crisol del librepensamiento masónico, pero en la protestante Inglaterra tal cosa no se entenderá de la misma manera que en el Continente, con su embridamiento con Les Lumières, tal y como sucedió en suelo francés. Aun así, el pastor Anderson, más dubitativo, pivotaba más bien entre un cierto conformismo asentado sobre dos orillas, por un lado, su querencia e inclinación hacia la vieja tradición noaquita, y los distingos heráldicos con que premió a la naciente masonería, y que retrató con toda la magnificencia en su introducción en las llamadas Constituciones de Anderson, yo creo que con la intención de mantener cierto cordón umbilical con los Antiguos Deberes. Sin embargo, con el otro pie quería alcanzar la otra orilla, en la que se embarcaban sus otros compañeros, imbuidos como estaban del espíritu modernizador que les impregnaba su filiación, o su cercanía con la Royal Society.
Un ambiente empapado de un universalismo, en cuyo atanor racionalista se irán cocinando con los años, hasta nuclear singulares, tras muchas vueltas y moliendas, conceptos como los que adornan a la masonería el siglo XIX, y que han llegado al siglo XXI, de Libertad, Igualdad y Fraternidad. Estos conceptos, no tenían cabida en el mundo medieval católico del «fraternitas» operativo, de cuyas bases conceptuales en buena medida beben los «Antiguos», con Laurent Dermott, como su más potente referente, y cabeza de puente en ese primigenio retorno a la Tradición , lo cual que se vió reforzado con los cambios posteriores en las Constituciones de Anderson, queriendo amparar el deseado confesionalismo de los masones, que paradójicamente va a poner de manifiesto L. Dermott, con la publicación de su Ahiman Rezón. Este proceso será definitivo y definitorio en 1813, con la creación de la Gran Logia Unida de Inglaterra. Su nacimiento marcará una época y un hacer con la puesta en pie de la famosa «Acta y Unión» marcando para años venideros, una frontera, la dicotomía entre ambas corrientes masónicas, la llamada «regular» y la denominada «liberal». Esta corriente masónica, nacida en el marco de la Traditio, reflotada por la acción de Laurent Dermott, choca cuando se deshace la melé confesional, y se abren otras posibilidades de inclusión en la masonería fuera de los contextos religiosos. Y por tanto fuera también de la presión mediática de las diversas modificaciones de los textos andersornianos, que cada vez más se van a ir pegando a la Traditio y por supuesto perdiendo el posible carácter agnóstica de las primigenias Constituciones. Lo cual, al fin y la postre, andando las décadas, va a suponer una guerra de conveniencias, de apariencia religiosa, pero que debajo se escondía una concepción imperialista y colonizador, que va a generar y a determinar un patrón de conducta, y un reglamento de relaciones nucleado en torno al cerrado concepto de la «regularidad». Proceso que arranca Dermott y culmina con la puesta en pie y firma del «Act of Unión» de 1813, confirmándose de este modo, una masonería victoriana, enraizada en un fuerte sentido de interiorización, y como en una singular confesionalidad ritual, cuyo desarrollo le lleva a trabajar en la cultura del «Espíritu» cuyo eje central va a ser ocupado por la potencialización de la figura divinizante del Gran Arquitecto del Universo (GADU). Eso sí, echando por la borda cualquier contexto neutro, o de posible convivencia, sino más bien, desde el más puro enraizamiento de la divinidad, que en parte de recarga con demandas exigencias de tintes religiosos. Esto es lo que lleva a este tipo de masonería, a inscribirse en una lógica cerrada, en la cual el Espíritu lo es todo, aunque luego oigamos de la boca de un Diputado Gran Maestro de la GLUI a finales del año 2011,[1] que «la francmasonería no se ocupa ciertamente de la espiritualidad»; aunque tal y como nos indica un buen conocedor de la masonería inglesa, como es el ex-Gran Maestro del Gran Oriente de Francia ( GOdF) Alain Bauer en su trabajo La Crise du Contenu, dentro del libro de Les Promesses de L´Aube: «la masonería regular no tiene otra ambición que la de hacer buenos ciudadanos, buenos padres de familia y buenos maridos».
Para poder observar estos cambios de tender puentes hacia ese confesionalismo masónico, del que vengo escribiendo, es bueno referirse a las viejas Constituciones de Anderson y sus respectivas modificaciones. Para de este modo poder hacer los debidos ejercicios comparativos, de ver cómo van mudando los puntos de inflexión, según pasan los años y la presión de los «Antiguos» se deja sentir «Art. 1 (1723). Un Masón está obligado por su título a obedecer la Ley moral y si comprende bien el Arte, no será jamás un ateo estúpido, ni un libertino irreligioso. Sin embargo, en los tiempos antiguos los Masones fueron inducidos en cada país a pertenecer a la religión de ese País o de aquella Nación, cualquiera fuese, no obstante, se le considera ahora como aceptable de someterlo a la Religión que todos los hombres aceptan, dejando a cada uno su particular opinión, y que consiste en ser hombres buenos y leales u hombres de honor y de probidad, cualesquiera fuesen las denominaciones o creencias que pudiesen distinguirlos; de este modo, la Masonería deviene el centro de unión y el medio de anudar una verdadera amistad entre personas que hubiesen debido permanecer perpetuamente alejadas entre sí. Art. 1 (1738). Un masón está obligado por su título obedecer a la ley moral en tanto que verdadero noaquita, y si comprende bien la profesión, él no será nunca un ateo estúpido, ni un libertino irreligioso ni actuará en contra de su conciencia. En los tiempos antiguos, los masones cristianos eran llamados a actuar de acuerdo con las costumbres cristianas de cada país donde ellos viajaban. Pero la masonería existente en todas las naciones, aun de religiones diversas, lleva a que los masones se adhieran a la religión según la cual todos los hombres están de acuerdo (dejando a cada hermano sus propias opiniones), es decir, ser hombres de bien y leales, hombres de honor y de probidad, cualesquiera sean los nombres, religiones o confesiones que ayuden a distinguirlos: pues todos se articulan sobre los tres artículos de Noé suficientes para preservar el fundamento de la Logia. De este modo la Masonería es el centro de la unión y el feliz medio de unir a las personas, quienes, de otro modo, habrían permanecido perpetuamente desconocidas entre sí. Art. 1 (1813). En lo que respecta a Dios y la Religión: un masón está obligado, por su título, a obedecer la ley moral y si comprende bien el Arte, él no será jamás un ateo estúpido ni un libertino irreligioso. De todas formas, los hombres, deben comprender, que Dios ve de otra manera, mejor que los hombres, pues el hombre ve la apariencia externa, en tanto que Dios ve el corazón. Un masón está, en consecuencia, restringido a no actuar nunca en contra de los mandatos de su conciencia. Cualquiera sea la religión del hombre o su manera de adorar, no está excluido del Orden, considerando que el cree en el glorioso arquitecto del cielo y de la tierra, y que él practica los deberes sagrados de la moral. Los masones se unen a los hombres virtuosos de todas las creencias en el lazo sólido y agradable del amor fraternal, que les enseña a ver los errores de la humanidad con compasión y a esforzarse por la pureza de su propia conducta, de demostrar la alta superioridad de la fe particular que ellos profesen. Leyendo atentamente los textos andersornianos, y siendo un poco atrevidos, se podría concluir que estamos hablando de una francmasonería que se constituye como una nueva mística occidental, con independencia de que siempre se haga un gran esfuerzo en remarcar y enfatizar la cuestión de que la masonería no es una religión, lo cual no niega que vista la cuestión desde una perspectiva moderna, percibamos a día de hoy que esta Masonería de Tradición se podría calificar sin mayor problema como una tendente a cierta mística masónica, que al fin y al cabo, es como se presenta este tipo de masonería. Como una, mística del Espíritu, entendida desde esa parcialidad neo-confesional que deja fuera a tantos otros masones. Tomando como punto de partida la filosofía de los «Antiguos», digamos que se ha ido desarrollando una masonería basada en un triángulo, que vertebra de arriba abajo a la «regularidad», y cuyos tres vértices son el Gran Arquitecto del Universo, el Espíritu y la Tradición, Sus adheridos, se constituyen así mismos a modo de una gran élite masónica, podríamos decir que conforman en una especie de aristocracia místico-iniciática, en base a ese protocolo que se desarrolla de forma unilateral conformando a su vez las bases y el marco de la mal llamada «regularidad». Ese gran triángulo de esencias, tangibles e intangibles, se construyen en un determinado espacio, sostenido por varios vértices que lo constituyen, por un lado «Espíritu y por otro el Conocimiento» y un tercer pilar que lo representa la Iniciación, lo cual conforma la filosofía masónica de Tradición (Regular), que tiene su mayor expresión en un espacio, en una palabra, y en un tiempo, basados como no podía ser de otra manera, en una cierta sacralidad y confesionalidad. Un tiempo, y una palabra que se desarrollan en un espacio sagrado que compondrían y complementarían el epicentro de estos tres vértices: el Templo diseñado por David, dirigido por Salomón y que reconstruirá de forma figurada a modo de parábola para la masonería, el Maestro Hiram, y cuyos referentes míticos se van a encontrar en la Biblia, tanto en la Crónica de los Reyes, como en el Evangelio esotérico de San Juan, De esta manera se construye un arquetipo ideal que enlaza muy bien con la Traditio, tras cuyo recorrido conformará el gran atanor alquímico de lo que constituye la «regularidad».
Todo este conjunto, la masonería de Tradición, lo revivificará de forma cotidiana en cada Tenida, en el Templo, considerando a este como el «fruto del reencuentro del Conocimiento de los hombres y lo Trascendente, entre el plano humano y el plano divino. Lo divino se revela en lo humano, y lo humano se eleva a divino, y el templo por tanto se transfigura en un lugar de trasmutación de la metanoia de la transfiguración del hombre». Pero sí bien esta sería la expresión filosófica de la «regularidad», la expresión práctica y cotidiana obediencial se plasma en la Legitimidad de Origen. Una Gran Logia, necesita para ser «regular», la transmisión de una Tradición, y para ello tendrá su label de origen por el simple hecho de haber sido instalada, por otra Gran Logia. Esto no deja de ser un modelo de clonación endogámico de los gremios medievales, que además persigue un objetivo final como es el control férreo de la estructura obediencial de forma unilateral.Ya que, por ejemplo, la supuesta «regularidad» del Gran Oriente de Francia no valdría como patrón homologador dentro de este sistema patrón creado por la Gran Logia Unida de Inglaterra; como tampoco tendría validez en el caso de una Gran Logia espuria, aunque ésta estuviera constituida por masones regularmente reconocidos entre sí, y como tales tuvieran una demostrada practica masónica. Al final, se conforma un estrecho embudo en el cual la pretendida universalidad que tanto se exalta en las Constituciones de Anderson, queda reducida al «Centro de Unión» de los iguales dentro del confesionalismo de creencias que conforman todo un patrón de reglaje. Pero por sí este embudo fuera demasiado ancho, el estrechamiento del canal se constriñe aún más al contemplar el patrón regular la cuestión del respeto a las Antiguas Reglas, que paradójicamente estas, al menos, las principales fueron definidas en el año 1929, en un documento admitido por todas las Grandes Logias Regulares del mundo, Citaré a continuación los 6 primeros puntos, como los más importantes del citado Decálogo de Reglas y Usos.

  • Creencia en un Ser Superior-Dios-Gran Arquitecto del Universo.
  • Absoluto respeto a los «Antiguos Deberes o Land-Marks».
  • No se puede aceptar más que a hombres libres y respetables que se comprometan a poner en práctica un ideal de Paz, Amor y Fraternidad.
  • Su objeto es el perfeccionamiento del hombre y en consecuencia de la humanidad entera.
  • La Francmasonería impone a todos sus miembros la práctica escrupulosa de los Rituales como modo de acceso al Conocimiento por las vías Iniciáticas que le son propias.
  • La Francmasonería impone a todos sus miembros el respeto a las opiniones y creencias de cada uno. Prohíbe en su seno toda discusión o controversia política o religiosa.
Está claro, que parte de esa «regularidad» se pierde, máxime si partimos de la discusión, en cuyos términos la plantea quien fue uno de los grandes referentes para la Masonería de Tradición, como René Guenón. El cual nos transmite, que una organización es válida, si la organización es «regular» y esto viene definido por los ritos, la organización y el origen: «Para que una organización sea «regular» sus ritos no deben haber sido alterados, desde su fundación, al menos en lo esencial. Para ser válidos, los ritos deben contener un elemento «no-humano», que los hace indiscutibles y, por lo mismo, intocables. El rito no es una creación consciente de la naturaleza humana, sino algo que trasciende a esa misma naturaleza humana y que, por tanto, no puede haber surgido de ella». Se puede dilucidar tras la atenta lectura de este guenoniano texto, que pocas grandes logias se pueden considerar «regulares», pues se observa que los landmarks han ido creciendo, y como no, cambiando su faz, en fondo y forma. Que los ritos y rituales, han sido esencialmente alterados en el fondo y en la forma, no hay nada más que hacer trabajos comparativos entre los ritos y rituales, para testar que se han ido reconstruyendo en base a interpretaciones, mutaciones, y prestamos, y llenando sus contenidos con la transversalidad de las escuelas o corrientes de pensamiento que han encontrado buen acomodo en toda la masonería. Estamos por tanto ante una masonería, la «regular», que es elitista y jerarquizada, y por tanto se da por supuesto, que no es igualitarista ni democrática; puesto que al final, se sujeta y alambica bajo. el concepto muy embarrado para mantener su estatus en la medida patrón, de la «regularidad». Por tanto, desde la compleja construcción de un mundo masónico universalista, se puede argumentar que es imposible de lograr por más bonachonas ideas que medien de acercar el desarraigo entre las estructuras masónicas o los masones; ya que, desde una perspectiva histórica, filosófica y de praxis, ambas dos corrientes masónicas están situadas en un antagónico discurso, y cómo no, en el enraizamiento de bases conceptualmente distintas. Por más que la confusión, reine entre unos y otros, y utilicen indiscriminadamente los modismos, los tópicos al uso, y toda la construcción lógica de una corriente masónica sea la tramitadora de «regularidad» hacia otra, a modo de una torre de Babel, digamos que la estructura jerárquica y la conceptualización que la sostiene, hace imposible que ambas dos corrientes masónicas se den la mano, o se encuentren al final del largo camino del debate. De suceder lo contrario, tal eclosión significaría otro «Act of Union», de tal calibre que tendría que deshacerse todo el nudo gordiano de la «regularidad», con sus landmarks, tradiciones y exigencias, para de este modo poder enmarcarse en el rupturista concepto moderno de la Razón. Y sí tenemos en cuenta lo que nos plantea el gran pensador francés de la regularidad: Marc Halévy, «la Masonería será post moderna o simplemente no será masonería», por más que unos (regulares) fuera del contexto histórico hablen de Fraternidad, de Igualdad; y los otros los «liberales» hablen de Tradición y Espíritu, en un intento de congraciarse, y no quedar fuera de los campos del debate. Solo habrá un aparente reconocimiento entre iguales, en base las membresías logiales, poco sujetas unas a las tradiciones, pero deseando acercamientos, eso sí ello significaría dejar de lado cierto buenismo dejando de lado conceptos despreciativos como co-masonería, u otros criterios excluyentes, para de este modo tender puentes de cara al reconocimiento de unos por los otros, y viceversa. Pero pese a los intentos de algunas organizaciones masónicas y fraternales actos por acercar mundos y posturas, creo que el gran nudo gordiano que se ha establecido en el seno de todas las masonerías, hace imposible cualquier acercamiento y para muestra un botón, un alto dignatario de la GLUI indiciaba en el 2016.Ya que hablamos de «universalismos» distintos, con bases filosóficas distintas, unas enraizadas en la Razón y otras en cierta trasmutación espiritualista, que sirven para enmascarar conceptos un tanto antiguos, que hoy se quieren presentar como algo moderno, pero cuyo planteamiento responde al mundo de las conveniencias y los intereses seudo-religiosos. Por tanto no se podrá avanzar hasta que las partes en liza, y de forma cruda, como lo hace Marc Halévy, por parte de la «regularidad», o como lo plantea Alain Bauer por la parte de la masonería «liberal», se mostraran mutuamente sus credenciales, sus arraigos y sostenimientos filosóficos, y cómo no sus autocríticas, sin ambages y sin enmascaramientos, definiendo qué cuestiones están dispuestos a tirar por la borda en pro de llegar a un entendimiento, o al menos a un cierto ecumenismo, que no sé si a estas alturas de la situación interesa, tanto a unos como a otros. Aunque no parece que ello vaya a sucede en España donde el  Gran Canciller de la todopoderosa Gran Logia Unida de Inglaterra, Derek Dinsmore. le recordó a todos los presentes Altos Dignatarios de la  regularidad masónica internacional  lo siguiente:
«Que la regularidad  debe ser "un concepto absoluto" y llamó a los "masones de todo el mundo" a unirse en una "batalla contra la irregularidad" para "velar por el crecimiento de la Masonería". En ese sentido, el respetable Hermano trasladó la preocupación por el ruido que las nuevas tecnologías introducen para una comprensión auténtica de las esencias de la Masonería. Según explicó, recientemente se había sorprendido al detectar 80 webs reivindicando ser representantes legítimas de la Masonería sólo en un país europeo.  
Muchas de estas webs irregulares proporcionan a la sociedad "una imagen distorsionada de la Masonería". El problema adicional es que cualquier persona menor de 40 años interesada por esta fraternidad universal pertenece ya a la "generación Google" y puede dar con "una web impresionante de un pequeño grupoEs tan grande la estructura obediencial, de unos y de otros, tan grandes sus intereses, tan diversas las masonerías, tan cosmopolitas y con tanto peso, y a la vez tan desinformadas, que plantear sobre el tapete ecuménico, si es que ello fuera necesario y posible, un nuevo «Acta de Unión» ello sería poco menos que un bi-bang masónico, que hoy por hoy es inimaginable que pudiera darse, porque posiblemente ya no estaríamos hablando de Masonería, sino de otra cosa distinta.



[1] Página 2 del libro: Freemasonry: What´sit Al About?.
Víctor Guerra. MM.:. Rito Moderno

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