Revista Cine

La Reina Infiel

Publicado el 27 marzo 2013 por Diezmartinez
La Reina Infiel
La Reina Infiel (En kongelig affære, Dinamarca-Suecia-República Checa), cuarto largometraje de Nikolaj Arcel, es producida por Zentropa Films, la casa danesa que saltó a la fama a inicios de los años 90 de la mano del grupo Dogma 95, liderado por Thomas Vinterberg y Lars von Trier -quien, por cierto, aparece en los créditos de La Reina Infiel como uno de los productores ejecutivos. Por supuesto, el Dogma 95 y sus "radicales" postulados estilísticos eran poco más que un muy elaborado -y a la postre, también muy exitoso- juego publicitario, por lo que nadie se llame a engaño si La Reina Infiel es cualquier cosa menos una cinta "dogmática". De hecho, el filme de Arcel se encuentra en las antípodas de las propuestas del citado Dogma 95, pues estamos ante un impecablemente producido filme de época, con morbosa temática histórico-política y, por lo mismo, previsiblemente multipremiado: Oso de Plata a Mejo Guión y Mejor Actor en Berlín 2012, además de la nominación al Oscar 2013 como Mejor Película en Lengua Extranjera, lo que le permitió ser exhibida en los más grandes mercados cinematográficos mundiales.  La película, por cierto, es  más que una correcta y académica "cinta de papá", por más que a ratos parece que no desea ser otra cosa. Estamos en Dinamarca, en 1766. El joven rey imprevisible, desmadroso e infantil (¿o será simplemente que era medio idiota?) Christian VII (extraordinario Mikkel Boe Følsgaard, ganador en Berlín 2012 como Mejor Actor) recibe a su nuevecita y desconocida esposa, la adolecente inglesa Caroline Mathilde (Alicia Vikander), hermana del Rey de Inglaterra, y casi de inmediato procrean un heredero. Pero Christian no le podría interesar menos su mujer ni, mucho menos, gobernar. Lo suyo es echar relajo, perseguir prostitutas, deambular por burdeles y lamentarse de no haber nacido actor: una especie de Nerón danés, sólo que más simpático y nunca tan peligroso. Las vidas de la descuidada Reina Caroline, el frívolo Rey Christian y la de los pobres y explotados súbditos daneses se transformarán cuando llegue a la corte un pragmático e ilustrado médico alemán, Johann Struensee (el ubicuo Mads Mikkelsen), quien se erigirá como una positiva influencia liberal sobre el Rey veleta Christian, se enfrentará al medieval Consejo de Estado y compartirá libros prohibidos de Rousseau con la abandonada Reina para, luego, compartir la cama con ella, en una imperdonable traición no sólo a su monarca/hijo-tonto, sino a los propios ideales que Struensee perseguía, pues al hacerle de chivo los tamales al buenazo Rey manipulable, puso en peligro su vida, la posición de la Reina y los avances que había logrado en justos cuatro años, mientra era el Regente de facto de Dinamarca, de 1768 a 1772. La película fluye sin dificultades, entre el thriller político de época y la telenovela histórica-chismográfica sobre una realeza putañera/infiel/traicionera, sin faltar un insidioso -pero lúcido y certero- comentario-guillotina en el desenlace, pues estas multitudes que han sido beneficiadas por la llegada de las ideas liberales/rousseaunianas a Dinamarca, son las mismas multitudes chauvinistas/manipuladas/acarreadas que aplaudirán el sacrificio de su benefactor médico liberal, pues la masa informe no entiende de identificaciones superficiales ("¡Soy uno de ustedes, soy uno de ustedes!") que, a la vista del filme, nunca fueron más que eso: superficiales. El Despotismo Ilustrado, aunque es Ilustrado, no deja de ser Despotismo.

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