En este post voy a hablar de la relación entre inconformismo inteligente y efectividad.
Dice Francisco Alcaide que las personas ganadoras buscan soluciones y que las perdedoras buscan excusas.
En el campo de la efectividad, tanto personal como organizativa, ocurre algo parecido.
Las personas inefectivas son maestras de la «queja pasiva», es decir, quejarse mucho y no hacer nada para cambiar la situación.
Por el contrario, las personas efectivas se rebelan intuitivamente contra las experiencias que viven como inefectivas.
Este «inconformismo inteligente» es lo que les lleva a buscar maneras alternativas —más efectivas— de hacer las cosas.
Como puedes imaginar, es más cómodo quejarse y no hacer nada que invertir recursos en encontrar alternativas mejores.
Pensamiento crítico, antesala del inconformismo inteligente
Si hay una competencia clave para la mejora de la efectividad, esa es el pensamiento crítico.
Esta competencia lleva a cuestionarte las cosas en lugar de aceptarlas sin más.
Lejos de llevar la contraria por llevar la contraria, se trata de evitar dar algo por bueno, válido o cierto sin haber pensado antes siquiera un segundo en ello.
Con el «inconformismo inteligente» ocurre algo parecido. Se trata de cuestionarte las maneras —tradicionales, habituales, iniciales— de hacer las cosas en lugar de aceptarlas y aplicarlas sin más.
Para nada se trata de ser una persona eternamente insatisfecha, sino de transformar la queja inútil en búsqueda activa de alternativas.
Precisamente por eso hablamos de «inteligente». En caso contrario hablaríamos de «inconformismo enfermizo» o de algo similar.
Inconformismo inteligente: ¿hábito o intuición?
El «inconformismo inteligente», ¿es un hábito o una intuición? Imagino que aquí podemos encontrarnos todo tipo de situaciones.
En algunos casos, se tratará de algo intuitivo. Recuerdo de pequeño que mi padre —educado en la cultura del esfuerzo por el esfuerzo— me decía a menudo «hijo, hay que ver lo que trabajas con tal de no trabajar».
Se refería a que, en lugar de lanzarme sin más a hacer las cosas, me paraba antes a pensar y a probar diversas alternativas hasta encontrar una opción mucho mejor.
En la inmensa mayoría de los casos, esa aparente «pérdida de tiempo» inicial se traducía en que la tarea se realizaba en menos tiempo, o de manera más amena o con menos errores (y, a menudo, con todo lo anterior).
En este caso estaríamos hablando de algo intuitivo expresado como hábito, pero también se da el caso contrario.
Si, en lugar de quejarte amargamente cuando algo no te convence —y no hacer nada para cambiarlo—, desarrollas el hábito de practicar el «inconformismo inteligente», te sorprenderás.
Verás como, en el 99 % de los casos, eres capaz de dar con una manera más rápida, sencilla o entretenida de hacerlo (y, con un poco de suerte, todo lo anterior a la vez).
Con el tiempo, este refuerzo positivo dará lugar a que desarrolles un «sexto sentido», una intuición que hará que salten todas tus «alarmas interiores» cada vez que estés haciendo algo de manera inefectiva.
Aplicando el inconformismo inteligente en la práctica
Estoy seguro de que ahora mismo hay actividades —tanto personales como profesionales— que te dan una pereza mortal.
Puede ser por lo monótonas que son, por el mucho tiempo que consumen, por lo fácil que es cometer errores si no pones en ellas tus cinco sentidos o por una mezcla de todo lo anterior.
Pues bien, estoy seguro de que existe —con total seguridad— no una, sino varias maneras mejores de hacerlo (es decir, en menos tiempo, de manera más amena o con menos errores) aún por descubrir.
Así que te invito a que experimentes en primera persona la potencia del inconformismo inteligente.
Lo primero que necesitas es convencerte de que esas mejores alternativas existen.
Lo segundo, dedicar tiempo a buscarlas.
Finalmente, ir probando lo que se te vaya ocurriendo (¡cuidado con descartar algo sin haberlo probado antes!).
Si perseveras, darás con ello. Seguro. Es más, lo más probable es que luego te preguntes cómo has tardado tanto en «rebelarte» contra la situación.
¿El problema? Que estamos tan acostumbrados a la comodidad de la queja inútil, que ni se nos ocurre que el simple hecho de pensar que se podría hacer de otra manera ya es encontrar la mitad de la solución.
¿Te animas? Me encantará conocer tu experiencia en los comentarios 😉
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