Revista Cultura y Ocio

La relatividad del tiempo y de la vida.

Publicado el 04 julio 2010 por Alguien @algundia_alguna

La relatividad del tiempo.Texto: José Antonio Garriga Vela. Diario Sur – 04.07.2010.

La relatividad del tiempo y de la vida.
El tiempo corre en mi contra. La velocidad es cada vez mayor. Me produce vértigo. Hago cuentas con la edad y el saldo es negativo. Creo que será mejor pensar en otras cosas. Me propongo vivir el presente. No recordar, no hacer proyectos, sólo pensar en el instante actual. Hoy es domingo. Estoy sentado y escribo. Muy pronto me iré de viaje. Los viajes representan para mí el único antídoto contra la muerte. Los viajes detienen el pensamiento. Cuando el paisaje nos deslumbra, los pensamientos desaparecen. La curiosidad y los viajes me mantienen vivo.

Recuerdo los interminables días de la infancia. Aquellos largos veranos. Yo quería ser mayor lo antes posible. Desde entonces, no he deseado otra cosa que regresar a la infancia y que los días se alarguen infinitamente. Hace algunos años escribí esta frase: «Pasamos parte de la vida deseando ser mayores y el resto temiendo a la muerte». Ahora entiendo a los ancianos que dicen que la vida es un soplo. Tan corta. Pasa tan rápida… Me da miedo pensar en todo esto, pero los pensamientos se imponen a la voluntad. No quiero pensar y no consigo dejar de pensar. Los pensamientos son fieles. No cesan de hablar en silencio. No paran de dar vueltas dentro de la cabeza. Los pensamientos no me abandonan ni siquiera cuando trato de expulsarlos, con todas las fuerzas, de mi mente.

Cada vez que menciono la lejana fecha de mi nacimiento, soy consciente de lo efímera que es la vida. Al igual que la diferencia de edad se reduce con el paso del tiempo, también al cumplir años el pasado se comprime. Medio siglo no es nada. Todo parece que fue ayer y de todo hace más de treinta años.

No recuerdo a partir de qué momento el tiempo comenzó a tomar velocidad y a causarme preocupación. Quizás fue después de los treinta y cinco años. Han transcurrido veinte veranos desde que cumplí esa edad. Los últimos diez años de mi vida equivalen a un solo verano de la infancia. Entonces, en la infancia, todo me resultaba nuevo y vibrante y ocupaba un lugar concreto en el mundo de las ideas y de las sensaciones. Ahora las despensas están saturadas. No caben más emociones. El corazón y el cerebro son una presa repleta de agua que necesita descargar su caudal para no estallar por dentro. La vida acaba desbordándose.

Soy capaz de abarcar mi vida de una mirada. Paso la vista por los años como si fueran las páginas de un libro que conozco de memoria. Sí, cincuenta y cinco años caben en uno de aquellos veranos de la infancia. Cuando el mundo era un atlas plagado de colores, misterios y aventuras. Un mapa mudo en el que yo habría de ir descubriendo los nombres de las cosas. La relatividad del tiempo y de la vida.

En Algún Día│ José Antonio Garriga Vela.



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