Este es un post breve sobre algo que, creo, vale la pena. Me refiero al rol público de la teología o lo que se conoce, sobre todo en EEUU, como teología pública (public theology, PT). Algo he dicho al respecto a partir de la teología pragmática de Anderson, pero ahora quiero hacer unas breves consideraciones generales a partir del trabajo de David Tracy. La misión básica de una PT es simple: hacer que una afirmación de origen religioso pueda ser compartida de modo relevante con personas que no comparten la misma fe ni la misma tradición en la que fue originada (G. Martínez. Confronting the Mystery of God: 170). La idea es, pues, hacer relevantes en la esfera pública afirmaciones que en principio parten de la esfera privada sin que al llevar a cabo este proceso estas terminen enajenadas. Esto supone, por supuesto, ajustes en el lenguaje y mucha receptividad respecto de las condiciones de una determinada época y, sobre todo, la confianza de que aun cuando ciertas creencias hayan surgido en un contexto particular estas tienen una fuerza y una validez universales. Para este fin es que Tracy desarrolla su método de correlación (las PT son, sobre todo, metodologías, 170), estudiado brevemente aquí.
A este respecto, son tres las posiciones que se pueden distinguir en la escena americana, aunque es algo que, con variantes, más o menos aplica a todos lados (171).
- El activismo político de los fundamentalistas. Quienes defienden esta posición afirman que entrar en diálogo con la esfera pública supone ceder frente a las demandas epistemológicas e ideológicas de una cultura liberal, lo cual no ven de buen modo. Esto supondría, según ellos, negar los principios que defienden. Lo que estas personas mantienen es que la moral privada debe volverse pública y que el único fundamento de esa moralidad de la sociedad para la cual rige debe ser la Biblia. Esto, con variantes, aplica para los conservadores católicos de nuestro país si a “la Biblia” se añade “la autoridad de la jerarquía de la Iglesia”. Un ejemplo patente de esto lo conforman el cardenal Cipriani, el ex Ministro Rey y los ex Ministros de Salud del gobierno toledista Carbone y Solari.
- Conservadurismo moderado. Esta posición, de una u otra manera, se encarna en el célebre After Virtue de A. McIntyre. Aquí se enfatiza la relevancia de la tradición y, particularmente, del cristianismo para la construcción de un orden social y moral. Se opone al discurso liberal-secular por su posición combativa frente a la tradición, pero se enfrenta también al fundamentalismo religioso tanto en su arista teológica como en la política. Acepta diferentes posturas sobre el involucramiento de la teología en las esfera pública, aunque en el marco de lo dicho.
- Teología correlacionista o revisionista. Esta es la postura que vemos en D. Tracy y en buena parte de los teólogos que asumieron positiva, aunque diversamente, los aportes de Vaticano II. Hay aquí una reapropiación positiva de la Ilustración, aunque no por ello acrítica, y una postura positiva respecto del rol público de la teología: se afirma que es posible compartir las creencias particulares con un público no creyente sin que ello suponga alienarlas respecto de sus verdaderos fines y contextos de origen.
Creo que este pequeño esquema puede resulta iluminador en la medida en que ordena un poco el espectro y muestra con mayor claridad cuál es el camino que toma Tracy (aunque también Gutiérrez e incluso Caputo) en el desarrollo de una teología pública. Esto es lo que yo también he llamado en otro contexto una secularización ortodoxa de la teología. Este asunto de la PT, además, es muy importante en contextos de conflicto en los cuales toca preguntarse cómo es que se debe proceder, cuando la religión media, en terrenos no necesariamente confesionales. Como resulta más o menos obvio, las diferencias entre el Arzobispado y la PUCP tiene que ver, entre otras cosas, con que el Arzobispo se encuentra más alienado con lo planteado en a) y la PUCP con lo afirmado en c). Seguiré explorando estas ideas, cualquier comentario es bienvenido.