Pues sí, ayer se coronó otro dios. Un dios que no ejercía de tal, desde hacía tiempo. El Olimpo acogió a este nuevo dios, con la algarabía de sus fieles, sobre todo de sus fieles fanáticos.
La diosa Cibeles volvió a sufrir un aluvión, sin que nadie le pidiera permiso para vestirla y besarla. Parece que esta vez no le han roto nada. Y es que cada vez hay más necesidad de adorar a dioses, de salir de la vida cotidiana y de buscar la irracionalidad, no hay nada como las creencias a ciegas, el fanatismo. Olvidar la realidad.
Es difícil de explicar racionalmente que a las cuatro de la mañana, en Cibeles, hubiera 60.000 personas. Valga el dato de que en las manifestaciones importantes contra las rebajas sociales apenas se ha llegado a esa cifra, en fin de semana y en pleno día. Para los seguidores de este dios se acabo la crisis.
También me resulta difícil de entender, haber escuchado en la radio esta mañana, una declaración de un muchacho que emocionado, comentaba:
Tengo dieciocho años, y había visto ganar al Madrid todos los trofeos menos la copa. Ya lo he visto. Ahora me puedo morir, tranquilo.
Y, les aseguro, que lo decía con orgullo. Absolutamente irracional, aunque real. Así es que, todo esto me hace pensar que cada vez estoy más fuera de este mundo.
Los sentimientos son importantes y a veces irracionales, pero llevarlos a este extremo, me parece enfermizo.
Por cierto que a uno de los sacerdotes, se le cayó el tótem y lo arrolló el autobús. ¿Será encerrado el autocar en la cochera durante 30 años, por ese atropello?
Salud y República