Hace muchos siglos atrás, cuando los tres barcos dirigidos por Cristóbal Colon llegaban al nuevo mundo, en África mientras tanto, empezaba la cuenta atrás para el éxodo de un pueblo, el Yoruba.
Desde 1503 hasta el siglo XIX muchas personas africanas fueron embarcadas a la fuerza y vendidas como esclavas en Cuba, como si estos tuvieran derecho a controlar la vida de los demás.
Del choque que hubo entre la religión yoruba y la católica surgió uno de los aspectos más interesantes de la relación masoquista (amo/ esclavo) y este hecho permitió la supervivencia de la religión yoruba.
Los practicantes de la religión Yoruba creen que existe un ancestro común que controla las fuerzas de la naturaleza. De estos ancestros, aquellos que disponen de más poder se convierten en orixás (dioses). Pero de los doscientos que había en un principio, hoy apenas se venera a una veintena. El ancestro común engloba a toda la rama de una familia, tanto vivos como muertos. Por eso los creyentes rezan y dirigen sus ritos a un caldero que contiene huesos, calaveras o restos provenientes de sus antepasados.
La ceremonia más importante de esta religión, es la que los practicantes rinden homenaje a un orixá (santo) en concreto. Usan un gran número de objetos, alimentos e incluso sacrifican animales.
Esta ceremonia consiste en que antes de la sacarificación del animal se ofrece al animal hojas de un árbol consagrado, si este se las come, significa que el orixá lo recibirá de manera positiva.
Una vez hecho esto proceden a atar al animal para después ser degollado por el Babalawo (el sacerdote), después de que este haya cortado la cabeza de la víctima, la acercan a la boca del novicio recién iniciado en la religión (ibayó), que és quien lame la sangre y luego la escupe.
Seguidamente se produce un baile algo frenético en que el Babalawo se pone la cabeza del animal, donde ofrenden la cabeza al orixá, esta parte de la celebración se repite con cada una de las partes del animal.
El día de en medio es el momento en el que los profanos y extranjeros pueden visitar a la iyabó. Este día se considera como el nacimiento de un nuevo ser al que se debe tratar con todo el cuidado del mundo. Por la noche se celebra un gran banquete.
Al día siguiente, la iyabó se convierte en “esposa” del santo, esta volverá a su casa pero durante un año tendrá que hacer una vida diferente.
Por ejemplo:
Si tiene marido deberá dormir en una cama aparte y si es soltera no podrá tener ninguna compañía masculina.
No podrá mantener relaciones sexuales.
Nadie podrá tocarla hasta dentro de un año.
Sus ropajes siempre serán blancos, no podrá usar ningún tipo de cosmético, ni mirarse a un espejo y deberá usar un pañuelo blanco para tapar su pelo.
Los tres primeros meses deberá abstenerse de comer con otras personas y solo podrá utilizar una cuchara y las manos para alimentarse.
No podrá salir de noche ni salir en horas de mucho calor o frío.