Voy a hablaros de la Relingua, mezcla de lenguaje y cosa (res), que intenta rozar las cosas. Pionero es Dante cuando dice en su comedia infernal “cade come corpo morto cade” y ya la “cadencia” de la frase retumba por repetición porque repite el eco del golpe de la caída. Insuficiente.
Otro atrevido que le levanta las pieles al lenguaje es Cortázar, con su lenguaje glíglico: “Apenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clémiso y caían en hidromurias, en salvajes ambonios, en sústalos exasperantes.”
No sabemos ninguna de estas palabras y sin embargo entendemos muy bien el texto, porque lo real en nosotros resuena con lo real de estas palabras. Este texto relingua como una res. Sin embargo ¿Cómo hacemos relinguar a las palabras para cosas no solamente sexuales?
César Vallejo es uno de los fracasados más triunfantes. Él llegó a la logocronía, la lengua temporal que muda con el tiempo y que es una continua vulneración del principio de identidad. ¿Cómo dirías “la Iglesia está ardiendo”? No basta con escribir bobadas más o menos ingeniosas como: “El Ediosficio durocrona en la aniquilollama”, que eso es puro terrorismo gramatical. Quizá “Ante- arde y anacro-prende y cenipresente”, por joder. La logocronía da el futuro por pasado.
O Pessoa cuando dice: “el Tajo es más bello que el río que pasa por mi pueblo. Pero el Tajo no es más bello que el río que pasa por mi pueblo, porque el Tajo no es el río que pasa por mi pueblo”. Bien hecho. Leemos una frase como una sucesión lineal; a, b, c ,d , e, f y por supuesto C precede a D, pero no es su causa, y algo sucede entre C y D que nos despierta del sueño causal en el que sin saberlo y sin razón, hemos implicado al lenguaje, dándonos cuenta de que el mero hablar es un hecho estético, no sujeto al Principio de Razón suficiente ni a leyes naturales ni a otras inexactitudes que no hieren la Cosa.
Cread palabras precisas, aunque sean incomprensibles, antes de que nos resulte ya incomprensible nuestra alma, antes de que colonizados por un lenguaje que no es nuestro, sepamos todos hablar con todos y en la comunicación naufrague la expresión ¿Cuantos han dejado de ver las cosas desde que deslumbra a nuestra garganta su barniz sonoro y tirano? Cuantos universos ambiguos perdidos porque han sido bautizados por el principio de identidad.