Hace ya demasiado tiempo que los seres humanos de este mal llamado mundo desarrollado nos hemos olvidado de una cosa fundamental y de vital importancia para que nuestros sistemas democráticos, que pretenden alcanzar la igualdad entre las personas sin ningún tipo de distinción de raza, sexo o condición social, puedan servir para alcanzar el ansiado bienestar de los ciudadanos que los integran, nos referimos a algo que podemos denominar rentabilidad social.
La máxima imperante en nuestro tiempo es la rentabilidad económica y, desde que el poder económico, que ejerce la tiranía en nuestros sistemas con la imposición de los mercados sobre las personas, ha secuestrado el poder político y confinado la representación de la soberanía popular en los sistemas de gobierno, se ha impuesto un razonamiento sagrado que se lleva a rajatabla, esto es, si no hay crecimiento económico hay recesión y, por tanto, crisis; una vez que la recesión finaliza y vuelve el crecimiento económico, la crisis se termina. Lo que ocurre es que nos olvidamos de un hecho que es más importante, mucho más, que la buena o mala marcha económica, se trata de la base fundamental para que cualquier democracia funcione, la rentabilidad social. Este tipo de rentabilidad es la garantía de que un sistema democrático es fiable porque es el que dota a un pueblo de los mecanismos necesarios para luchar por la igualdad de oportunidades. La sanidad gratuita o la escuela pública son algunos de los elementos que componen esta llamada rentabilidad social y que no debe estar sometida al sistema de medición económica, pues su objetivo no es generar beneficios económicos, sino humanos. Esa es la clave.
¿Para qué sirve el crecimiento económico, la rentabilidad y el aumento de los ingresos dentro de un país si ese beneficio no se reparte equitativamente y no se utiliza para alcanzar una sociedad más justa e igualitaria? ¿Se fomenta de este modo la rentabilidad social? ¿Por qué no se deben privatizar los servicios sociales y buscar su rentabilidad desde un punto de vista empresarial? Pues porque su finalidad no es ni debe ser esa. Los servicios sociales deben garantizar que las personas que no pueden acceder a una educación, a una vivienda o que no pueden pagarse sus estudios, etc., tengan la posibilidad de hacerlo en las mismas condiciones que los que sí se los pueden permitir, así el sistema será justo, aunque no sea económicamente rentable. Pero tengamos en cuenta que si en términos económicos la rentabilidad conlleva un crecimiento exponencial, en términos sociales no se trata de que el sistema genere pérdidas, sólo que no es necesario que se obtengan beneficios, basta con que su gestión permita seguir manteniendo el servicio, pues debe ser algo creado por y para los ciudadanos que no deberíamos permitir que pasara a manos privadas.
Por ello, es muy peligroso para una sociedad que estos servicios que proporcionan lo que hemos llamando rentabilidad social disminuyan o desaparezcan porque con ellos se diluye la democracia, se conculcan los derechos de los más desfavorecidos, se fomentan las desigualdades y aumentan los grupos en riesgo de exclusión social, aunque las grandes empresas obtengan beneficios económicos y el PIB crezca. Esa no es la clave del desarrollo de un país.