En su “República”, escrita hace 2.400 años, Platón establecía la diferencia entre el conocimiento científico, episteme, y la opinión, doxa, entre objetividad y subjetividad, entre razón y sentimientos, contraste con el que podemos analizar las características que dominan al juez Baltasar Garzón.
Las leyes son, digamos, elementos objetivos y su interpretación, subjetiva. Cuanto más se implica un juez en una ideología, instruye o sentencia más subjetivamente.
Y Baltasar Garzón, crecientemente en los últimos años, reivindica la II República desde su cargo de juez.
Rodeado de grupos que enarbolan banderas republicanas y abrazan fervorosos todas las causas antisistema o comunistas.
Con su “justicia universal”, perseguía a dictadores de derechas como Pinochet, pero rechazaba aplicar la misma ley a los sátrapas de izquierdas más sangrientos, duraderos y empobrecedores, como Fidel Castro.
España está bajo una Constitución aprobada por una aplastante mayoría en 1978, tras una ley de amnistía que abarcó por igual a asesinos de derechas y de izquierdas, e incluso a etarras chorreando sangre de recién asesinados.
Fue el tributo para que un país lleno de odios estuviera en paz, como se mantiene 34 años después, y que sin esa medida podría haber sufrido cien etas en interminables regueros de venganzas y asesinatos partidarios.
Pero el todopoderoso juez, imbuido de una soberbia caudillista, quiso volver a la República y la guerra civil anulando la amnistía y juzgando franquistas, aunque rechazó hacerlo con Carrillo por los 5.000 asesinatos de Paracuellos.
Quiso romper la reconciliación, con apoyo del insensato Zapatero, e incrementar su ego, incontrolable como un tumor.
Pero recordemos: la II República nació ilegal. Debe decirse: las elecciones de 1931 las perdieron los republicanos, aunque la toma de las ciudades y la cobardía real cambió el resultado.
La "República " Garzón, al contrario de la de Platón, desconoce el episteme y su doxa, y además es de una egolatría insoportable.
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