La responsabilidad en la traducción poética
Pocas veces se encuentra el traductor con tantos interrogantes como a la hora de traducir poesía. El mayor reto al que se enfrenta es el de combinar su habilidad artística con la necesidad de ser fiel a las ideas y al estilo del autor original. Esta complicación lleva a muchos traductores a preguntarse: ¿en dónde empieza y acaba mi libertad como traductor de obras poéticas?
A la hora de enfrentarse a la traducción de un poema, el traductor tiene que conocer y entender a la perfección tanto el contenido del poema como su forma y estilo. Para ello, debe realizar un exhaustivo análisis del texto original antes de proceder a la traducción del mismo.
En algunas ocasiones el traductor debe conocer las técnicas literarias presentes en el poema, ya que puede ser necesario conservar algunos elementos como la forma, las figuras retóricas, el ritmo o la métrica del original.
En otras, la dificultad reside en la traducción del mensaje, que puede depender en gran medida del estilo propio de la época en la que fue escrito, o del estilo del autor. No es de extrañar que en ocasiones los traductores se especialicen en un estilo, corriente o autor, para así garantizar la correcta traducción de las obras.
A menudo se dice que el trabajo del traductor de poesía es doble, ya que reside tanto en el análisis del texto como en la posterior traducción del mismo. Pero además, su responsabilidad es máxima, ya que el estilo del texto original debe conservarse de la forma más fiel posible en la traducción.
Conservar la belleza de un texto sin variar su estructura o su mensaje original es, sin duda, uno de los mayores retos a los que se enfrentan los traductores, ya que entra en juego no sólo su capacidad técnica para traducir, sino también su habilidad artística para plasmar la belleza de la obra.