Revista Diario

La responsabilidad maternal transferida a la sociedad

Por Sandra @sandraferrerv

La responsabilidad maternal transferida a la sociedad

Aleksandra Kollontai

De nuevo empiezo con una perogrullada de las mías: Los hijos son de sus madres y de sus padres. Cierto. Cuando los roles sociales estaban establecidos, impuestos, regulados, instalados, digámosle como queramos, y los hombres trabajaban fuera de casa mientras las mujeres trabajaban dentro de ella, cuidando hijos, llevando la casa, realizando tareas en el campo, trabajando en el taller familiar y demás, los conceptos relacionados con la conciliación no tenían demasiado sentido.
Desde hace ya más de un siglo (y remarco que esta cuestión no es un tema actual, sino que hace ya muchos años que alguien intenta encontrar una solución adecuada) las mujeres se han profesionalizado, han salido de su entorno privado y han planteado a la sociedad un grave problema: ¿ahora quién se encarga de los hijos?
Muchas han sido las propuestas, soluciones, ideas, que han provocado adhesiones o críticas. Hace unos días me topé con las ideas de Aleksandra Kollontai, una de las más famosas feministas de la rusia revolucionaria de principios del siglo XX. Su propuesta era bien sencilla, trasladar la responsabilidad maternal a la sociedad. Eliminaba la familia como institución básica y sus funciones las asumían entes sociales comunes para todos: lavanderías, guarderías, restaurantes. Las mujeres ya no eran responsables de su hogar. Ni de sus hijos. Iba todo en el mismo pack. Al margen de pensar que esta fuera o no una idea acertada, me conmovió leer sus propias palabras:
La sociedad está para ayudar [a la madre]. (...) Cuando la madre quiera estar con sus hijos, no tendrá más que decirlo, y cuando no tenga tiempo, sabrá que están en buenas manos. La maternidad ya no es una cruz. 1
Esta última frase me pareció de lo más triste. Qué sentimientos opresivos no deberían haber sentido las mujeres de hace 100 años para llegar a la horrible conclusión de que la maternidad era una cruz.
A parte de que esta frase, como digo, me impactó bastante, toda la descripción de lo que la Rusia bolchevique planteaba para liberar a las mujeres de las cargas hogareñas me parecieron muy similares a lo que estamos viviendo actualmente. Separar a las madres de sus hijos desde pequeños y trasladar esa responsabilidad a la sociedad.
NO estoy haciendo política ni crítica a una opción de izquierdas o de derechas o de centro o de lado. Muy probablemente Aleksandra Kollontai y todas las mujeres que la apoyaron debieron haber vivido una vida opresiva. No creo que una madre, como lo fue ella misma, abandonara a su hijo para luchar por los derechos de las mujeres porque no quisiera cuidar a su pequeño.
En todas las políticas que se intentan hacer de conciliación laboral desaparecen los derechos de los niños. Los sentimientos no tienen cabida en las leyes. Y el afecto, el amor, por muy ñoño que pueda parecer, no son principios que se deban dejar de lado.
La historia de Aleksandra Kollontai no terminó con final feliz. Sus propuestas se olvidaron cuando la guerra civil que siguió a la revolución, llevó a los ciudadanos a refugiarse de nuevo en la familia tradicional.
Quizás deberiamos llegar a un término medio. La familia tradicional patriarcal que anulaba a la mujer como persona social, la que seguramente sufrió Aleksandra, tampoco daba una solución al problema.
Pero si la familia se fundamenta en la igualdad de sus miembros y esta está apoyada por la sociedad, puede que algún día las mujeres nos sintamos orgullosas de ser madres mientras conseguimos verdaderos logros profesionales. Y no sintamos nunca más que la maternidad pueda llegar a ser una cruz. Y quizás así los sacrificios de mujeres como Aleksandra Kollontai hayan valido la pena.
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1. Historia de las mujeres, una historia propia. Bonnie S. Anderson y Judith P. Zinsser. Pág. 893

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